Supongo que en estas fechas lo propio es desear feliz Navidad y esas cosas. Yo, la verdad, al contrario que Dorami, no soy muy aficionado a la Navidad. He de reconocer que tiene sus ventajas: no negaré que me gusta que haya días de fiesta para no ir a trabajar, que me regalen cosas y ese ambientillo tolerante en el curro que te permite comportarte como el vulgo supone que los funcionarios nos comportamos normalmente. Pero hay una cosa de la Navidad que me fastidia enormemente. No es el consumismo y el derroche, aunque me parece que nuestro comportamiento revela que hemos olvidado el verdadero sentido de la Navidad: celebrar el nacimiento de ZP. Lo que más me fastidia es el falso “buen rollo” que se pone de moda con esto de la Navidad.
Y digo falso “buen rollo” porque la Navidad es, al contrario de lo que nuestros deseos de paz y amor podría hacernos suponer, la época en la que hay más violencia, más peleas familiares y más maltrato doméstico (no me pidáis datos estadísticos sobre esto porque no los tengo, de hecho no sé si es cierto, lo que no me impediría defender ferozmente su veracidad). Yo he visto cosas que vosotros no creeríais... Atacar un coche con un carrito de niño (afortunadamente sin niño dentro) en un Cortylandia. He visto carreras, empujones y pisotones por unos miserables caramelos arrojados desde una carroza de cabalgata, cerca de la Puerta del Sol. Todos esos momentos... se perderán en el tiempo... como lágrimas en la lluvia... Recuerdo cuando nos cambiaron el número de teléfono y nos pusieron el que había tenido, hasta un año antes, la residencia de ancianos de mi pueblo. Pasamos años recibiendo llamadas de la verdulería, del hospital para que los viejos fueran a hacerse pruebas, de la funeraria… Pero lo peor eran las Navidades:
- Buenas tardes. ¿Me puede poner con Fulano de Tal?
- No, no puedo. Este ya no es el número de la residencia de ancianos. Esto es una casa particular.
- ¿Seguro?
- Pues sí. Hace cuatro años que cambiaron el teléfono de la residencia de ancianos.
- ¿Pero entonces no puede pasarme con Fulano de Tal? – insistía el cretino.
- No. Ya le he dicho que esto no es la residencia de ancianos
- Entonces, ¿dónde estoy llamando?
- Pues a mi casa. A un teléfono que hace ya cuatro años no es el de la residencia de ancianos.
- No puede ser. Si hace quince días llamé a mi padre.
Entonces yo ya lo veía todo rojo. “Pero como puedes ser tan hijo de puta para no haber llamado a tu padre desde hace cuatro años”, empezaba a balbucear, indignado.
- No se ponga así, que estamos en Navidad – te soltaba entonces el muy cabrón.
A este falso “buen rollo” me refiero. Esta gente merecería morir estrangulados con alambre de espino. Y mientras te golpean con sus bracitos, cada vez con menos fuerza, tratando de zafarse inútilmente, habría que decirles: “No te pongas así, que estamos en Navidad”.

- Buenas tardes. ¿Me puede poner con Fulano de Tal?
- No, no puedo. Este ya no es el número de la residencia de ancianos. Esto es una casa particular.
- ¿Seguro?
- Pues sí. Hace cuatro años que cambiaron el teléfono de la residencia de ancianos.
- ¿Pero entonces no puede pasarme con Fulano de Tal? – insistía el cretino.
- No. Ya le he dicho que esto no es la residencia de ancianos
- Entonces, ¿dónde estoy llamando?
- Pues a mi casa. A un teléfono que hace ya cuatro años no es el de la residencia de ancianos.
- No puede ser. Si hace quince días llamé a mi padre.
Entonces yo ya lo veía todo rojo. “Pero como puedes ser tan hijo de puta para no haber llamado a tu padre desde hace cuatro años”, empezaba a balbucear, indignado.
- No se ponga así, que estamos en Navidad – te soltaba entonces el muy cabrón.
A este falso “buen rollo” me refiero. Esta gente merecería morir estrangulados con alambre de espino. Y mientras te golpean con sus bracitos, cada vez con menos fuerza, tratando de zafarse inútilmente, habría que decirles: “No te pongas así, que estamos en Navidad”.
En Gatos en Carnaval ya estamos hartos de “buen rollismo” barato. Vamos a revelaros lo que no querían que supierais, lo que se esconde detrás de este gran montaje. Con todos vosotros un reportaje que deja al descubierto “La Gran Mentira”:
La verdad es como una patada en los “güevos”: dolorosa y normalmente innecesaria.
Bueno, pues este artículo, como el año, se acaba. Así que, en Gatos en Carnaval, como en la tele, llega el momento de los mensajes navideños:
Y continuando con mensajes de Navidad de gente siniestra, aquí os dejamos el de Condoleeza Rice:
Pues eso, sed felices. Pero no porque lo diga el calendario sino porque tengáis motivos para ello.