miércoles, 28 de mayo de 2008

¿Eres un terrorista, ciudadano?

Anteayer, oyendo las noticias mientras desayunaba, me sorprendió una noticia que hablaba del reglamento 1546/2006 sobre seguridad aérea. Dicho reglamento tiene un único artículo que ordena que se apliquen una serie de medidas acordadas por un “grupo de expertos”. Estas medidas están recogidas en un anexo donde, entre otras cosas, aparece la lista de artículos que se puede y no se puede transportar en un viaje en avión. Lo curioso del anexo es que es secreto, es decir, que ningún pasajero puede saber que es lo que tiene derecho a llevar en su equipaje facturado o en su equipaje de mano. ¿Qué sentido tiene esto? ¿Acaso esperan que los terroristas, cuando no les dejen acceder a bordo con el cortaúñas con el que piensan horadar el fuselaje del avión para que se produzca una descompresión explosiva, se derrumbarán y confesarán sus malévolos planes? Porque otra razón no le veo, aparte de dar por culo a los usuarios y sumir en el caos el sistema de transporte aéreo.

- ¿Puedo ayudarle?
- Claro. ¿Por qué no me dice que artículos puedo llevar en un viaje en avión?
- Lo siento, ciudadano. Esa información no esta disponible por el momento.
- ¿Qué quiere decir con que no está disponible?
- Solo es usted un ciudadano. No pertenece al Grupo de Expertos. No está usted acreditado para conocer esa información. A su servicio.
- Ah... Bueno… Pues en la mayoría de los lugares públicos parecen realmente ansiosos de decirte que puedo y que no puedo hacer.
- Pero no en un aeropuerto. En un aeropuerto no sabes quiénes son tus amigos. No sabes que puedes llevar en el equipaje. No conoces las reglas. Sólo sabes algo seguro: Todo el mundo quiere tu dinero. ¡Mantente alerta! ¡No te fíes de nadie! ¡Ten tu cortaúñas a mano! Ignorancia y miedo, miedo e ignorancia. Estas son las consignas.

Pero lo más surrealista del asunto no es esto, sino que el propio personal de seguridad del aeropuerto, los encargados de hacer cumplir estas normas, TAMPOCO LAS CONOCE. Tienen que regirse por un documento divulgativo impreciso, que se presta a múltiples interpretaciones, y que cada uno aplica a su “buen saber y entender”. Esto provoca situaciones como la que nos sucedió a Dorami y a mí en el aeropuerto de Palma de Mallorca, donde Air Europa nos impidió facturar dos botellas de vino alegando que era un líquido inflamable, prohibición que no se nos hubiese aplicado, según nos informó el personal del aeropuerto, si hubiésemos volado con otra compañía. O como lo que te puede pasar si sales de este mismo aeropuerto con destino a Alemania: Podrás viajar con ensaimadas como equipaje de mano pero, si tienes que hacer escala en un aeropuerto alemán, lo más probable es que te impidan coger el segundo vuelo si no te deshaces de esas “peligrosas armas” que suponen el dulce típico mallorquín.

El Grupo de Expertos se asegura de que todos los ciudadanos se sientan seguros y sean felices. No ser feliz es traición. La traición es castigada con una ejecución sumarísima.
Tú eres feliz, ¿verdad?
Eso es lo que pensábamos.

Esta inverosímil situación me recuerda un juego de rol al que jugué hace tiempo: Paranoia. Este juego está ambientado en un futuro post-apocalíptico en el que vives en un complejo urbano controlado por el Ordenador, un sistema de inteligencia artificial esquizofrénico, que fue programado para procurar la felicidad de sus habitantes, felicidad que es obligatoria. Sus protocolos de acción incluye la ejecución ante cualquier indicio de anormalidad en su sociedad "perfecta". El problema es que todos los ciudadanos tienen, por lo menos, dos motivos de traición: pertenecer a una sociedad secreta y tener un poder mutante. Además, el mismo ordenador da órdenes contradictorias que si no son cumplidas en su totalidad (lo que muchas veces es imposible o traición) también es motivo de traición. Y, claro, como en el caso del reglamento 1546/2006, las reglas son secretas. Es un juego divertido, la verdad, aunque un poco estresante.

¡Estate atento! ¡Hay terroristas por todas partes! A propósito: un terrorista muerto no puede atestiguar sobre su propia inocencia (ni contra la tuya). Por eso, lo mejor es disparar primero y preguntar después.
¡Mantente alerta! ¡No te fíes de nadie! ¡Ten siempre una ensaimada a mano!

¿Cómo hemos llegado a esto? ¿Cómo podemos estar sometidos a una normativa tan absurda que la abogada general del Tribunal de Justicia de las Comunidades Europeas, Eleanor Sharpston, dice que constituye "un vicio de tal gravedad que no puede ser tolerado por el ordenamiento jurídico comunitario" y que debe ser declarada "inexistente"? La respuesta es sencilla: A causa del 11-S. Después de esta fecha los ciudadanos europeos (los de todo el Mundo, la verdad) estamos sometidos a un cúmulo de molestas e incomprensibles medidas, que soportamos a duras penas porque “son por nuestra seguridad”. Pero, ¿es eso cierto? ¿O es solamente un “teatrillo”?, como asegura el piloto Patrick Smith en un artículo recogido en la web del gurú de la seguridad Bruce Schneier (gracias a Microsiervos por el enlace). ¿Estamos soportando legislaciones secretas, retrasos, incomodidad, confiscación arbitraria de nuestras propiedades, humillación pública en los aeropuertos… solo para que parezca que alguien está haciendo algo? ¿Es esto el celebre Estado de Derecho del que se enorgullece Occidente? ¿Estamos cambiando nuestras libertades por una seguridad que se revela ilusoria? Desde luego parece que se han hecho realidad las sabias palabras de Benjamin Franklin: "Quienes pueden renunciar a su libertad esencial para obtener una pequeña seguridad temporal no merecen ni libertad ni seguridad."

- ¿Estás seguro de que esto es necesario para mi seguridad?
- Desde luego que sí, ciudadano. Por supuesto que es necesario. El Grupo de Expertos lo dice. Y el Grupo de Expertos es tu amigo. ¿Es que dudas del Grupo de Expertos? Dudar del Grupo de Expertos es traición...
- ¡No! Claro que no. Si el Grupo de Expertos dice que es necesario, seguro que lo es. Sólo un terrorista islamista mutante traidor podría creer lo contrario.
- ¡Excelente, ciudadano! Estás cogiendo la idea. Bienvenido a Paranoia.

viernes, 23 de mayo de 2008

Rugby a gogó

Hace dos semanas nos dieron mis padres un receptor de esos de la TDT que habían cogido con el periódico. Tras mucho penar conseguimos por fin instalarlo para ver malamente cuatro canales. Al final, hartos del cacharro nos olvidamos de él. El domingo nos pusimos a tontear otra vez con el trasto y, ante nuestro asombro, nuestros cuatro canales se veían estupendamente. Ejecutamos otra vez la instalación y nos aparecieron veintitantos canales más. Zapeando entre nuestra nueva provisión de basura televisiva (tenemos por lo menos cuatro canales de teletienda) apareció un anuncio de rugby en Teledeporte. Se trataba, nada más y nada menos, del anuncio de las dos semifinales de la Guiness Premiership, la liga inglesa de rugby. El domingo me tragué el Gloucester-Leicester Tigers y el lunes el London Wasps-Bath. El del Gloucester-Tigers fue, además, muy emocionante, uno de esos partidos que hacen afición. Aquí tenéis un resumen del final del partido; atención al ensayo del samoano Tuilagi, espectacular:



Además, durante el partido anunciaron que iban a ofrecer este sábado la final de la Heineken Cup (una especie de “Champions Li” rugbística) entre Toulouse y Munster. Por si fuera poco, en Toledo, muy cerca de nuestra casa, durante ese día se disputa el XVI Trofeo Corpus de Rugby X.


Mi afición al rugby viene de cuando ofrecían el Torneo Cinco Naciones en la Segunda Cadena. Recuerdo especialmente a un jugador que me llamó la atención: Jonathan Davies, apertura de Gales, un tipo con una visión de juego impresionante, que lo mismo colocaba un pase al compañero que el contrario menos esperaba, que cargaba con la responsabilidad y rompía la defensa rival con una patada a seguir que los cogía a contrapié. Él es el principal causante de que yo sea seguidor del Quince del Dragón. Uno de sus ensayos aparece en este vídeo de la BBC sobre los mejores ensayos de la selección galesa (en el número 8):



Otra selección que siempre merece la pena ver es Francia. Los franceses son como el Atleti, capaces de lo mejor y lo peor. Uno de los partidos que siempre recordaré es la semifinal del Mundial del 99 que disputaron contra Nueva Zelanda. Los All-blacks llegaron al partido como favoritos para ganar el torneo y durante buena parte del encuentro hicieron buenos los pronósticos. Iban venciendo 24-10, pero en la última fase de la segunda parte los franceses realizaron una remontada espectacular que los llevó a vencer por 43-31. La euforia no duró mucho, en la final fueron barridos por los australianos, pero esa remontada quedará para siempre en la historia de este deporte:

domingo, 18 de mayo de 2008

Leyendas del baloncesto

El pasado domingo Dorami y yo estuvimos en el polideportivo del Salto del Caballo viendo un partido de baloncesto. Yo no soy excesivamente aficionado al baloncesto (Dorami sí, jugó con el equipo de su instituto y todo) pero no podíamos dejar pasar la ocasión, porque se enfrentaba el equipo de veteranos del Real Madrid, con gente como Brabender, Corbalán, Iturriaga, Rullán…, contra un equipo de veteranos del Maccabi de Tel Aviv. Leyendas del baloncesto mundial, vamos.

El Madrid comenzó el partido con un equipo en el que destacaban Corbalán y Wayne Brabender. Brabender está ya muy lejos de aquel alero omnipresente en defensa e infalible en ataque. Lógico, el hombre tiene sesenta y tantos años, pero hace bueno el refrán “el que tuvo, retuvo” porque metió una canasta a aro pasado que dejó boquiabierto al pabellón. El que sí está muy bien es Corbalán, posiblemente el mejor base español de la Historia, que salió revolucionado, recordando sus mejores tiempos. Parece que la nueva novia que tiene, la actriz que hace de jefa en “Camera Café”, lo mantiene en forma. A pesar de su buen estado físico, se prodigó poco, estuvo sobre la cancha durante la mayor parte del primer cuarto pero luego se retiró dando paso a Antúnez, que fue el que dirigió al equipo la mayor parte del partido.

El partido finalizó con un 121-126 a favor de los israelíes, aunque estos gozaron de ventajas bastante más abultadas. Finalmente entre “Indio” Díaz y Antúnez tiraron del equipo para maquillar un tanto el resultado. De todas formas el tanteo era lo de menos en algo que más que un partido fue una fiesta del baloncesto.

jueves, 8 de mayo de 2008

La maldición del número 13

A mediados del mes de febrero comenzamos a pensar donde nos íbamos a ir durante el puente de mayo. Nos apetecía ir a París; Dorami no lo conoce y yo estuve allí dos días de paso hace ya diez años. Cuando empezamos a buscar avión para ir se nos ocurrió una idea: ¿Por qué no ir en tren? Hay un tren-hotel que sale de Chamartín a última hora de la tarde y llega a París por la mañana. Nos pareció de lo más romántico y también práctico: Estaríamos en París a primera hora de la mañana del día 1 sin necesidad de llegar el día antes o de pegarnos un madrugón de órdago a grande, a chica, a pares y a juego. El problema fue que ya, casi tres meses antes de esas fechas, no había billetes. Como ya se nos había metido entre ceja y ceja el asunto del tren, se me ocurrió que podíamos cambiar el destino de nuestro viaje e ir a Lisboa, adonde también viaja un tren-hotel, el Lusitania Express. Dorami tampoco conoce Lisboa y a mí es una ciudad que me gusta mucho y a la que me apetecía volver.

Dicho y hecho: A principios de marzo (Renfe saca todos sus billetes a la venta 60 días antes de la fecha de salida del tren, excepto el de París, ya es casualidad) compramos nuestros billetes en el Lusitania. En ese momento no nos dimos cuenta de que el vagón en el que se ubicaban nuestras plazas era el número 13. Yo no es que sea supersticioso, pero tantos años de estudiante, luego de opositor y otra vez de nuevo de estudiante me han enseñado que la suerte existe y que es mejor tenerla de cara. Además no soy supersticioso porque trae mala suerte. Bueno, a lo que íbamos. Después de comprar los billetes del tren nos pusimos a buscar hotel. Vimos que ya había muchos que tenían todas sus habitaciones reservadas, así que entramos en una “güeb” de esas de viajes, Rumbo, y cogimos allí el hotel. Nosotros somos un poco paranoicos con esto de los viajes, pero como nos mandaron inmediatamente un correo de confirmación, el bono del hotel y la factura, supusimos que no había problema. Craso error.

Por fin llegó el 30 de abril, el día en que salíamos de Madrid. Cuando llegamos a la estación y nos fijamos en el billete el pánico se apoderó de nosotros. ¡Teníamos los billetes en el mismo vagón pero uno tenía la plaza 41 y otro la 45! ¡Dios mío! Vamos a tener que dormir separados… y lo que es peor, compartir un compartimento de las dimensiones aproximadas de una caja de cerillas grande con unos desconocidos. Dorami ya se veía durmiendo con Alí Babá (no me preguntéis de dónde se sacó eso de Alí Babá porque no tengo ni idea). Al final descubrimos que en el compartimento 4 estaban las plazas 41 y 45. ¿Cuál es la lógica de esta numeración? Si existe alguna aparte de provocarnos un ataque, se me escapa por completo.

Tras ocho horas de viaje llegamos a Lisboa. Medio dormidos nos metimos en un taxi en dirección a nuestro hotel y nos timaron miserablemente. Confiado debido a que las otras veces que había ido a Lisboa los taxistas resultaron gente seria y honrada, a pesar de su mala fama, no estuve atento. Al final, por no discutir, le dimos al taxista lo que nos pidió (una cantidad que tampoco era excesiva, pero que nos jodió pagar). Pero lo peor estaba por venir: Cuando llegamos a la recepción del hotel, entregamos el bono, el recepcionista empezó a mirar la pantalla del ordenador, miró el bono, volvió a mirar la pantalla y ¡resultó que no constaba que tuviésemos ninguna reserva en el hotel! El recepcionista llamó a la directora, estuvieron rebuscando, pero nuestra reserva no aparecía por ningún sitio. Llamamos a Rumbo y nos dijeron que nuestra reserva estaba perfectamente hecha. Los del hotel llamaron también a Rumbo y les dijeron que era posible que el error fuese de Viajes Urbis, un mayorista con el que trabajan la mayor parte de los hoteles portugueses, a los que ellos le pasaron nuestra información pero que no debieron reenviarla al hotel. La solución, para Rumbo, pasaba porque en el hotel nos dieran una habitación, que nosotros pagaríamos y que luego reclamáramos el dinero cuando volviésemos a España. Buen plan, excepto porque era puente tanto en Portugal como en España y Lisboa estaba hasta arriba de turistas, así que nuestro hotel estaba completo. Pedimos a Rumbo que nos buscase un hotel pero ellos nos dijeron que los que disponían del sistema de reservas de Portugal eran los de Viajes Urbis y estos tenían sus oficinas cerradas debido a la festividad (un mayorista de viajes cerrado por festivo, lógico, la gente no viaja los días de fiesta). Finalmente, a media mañana, cuando Dorami y yo ya empezábamos a rumiar las soluciones más rocambolescas, los del hotel se sacaron, no sabemos de dónde, una habitación para esa noche y nos dijeron que estaban a la espera de que se produjese una cancelación, lo que nos proporcionaría alojamiento para el resto del puente. Contando, por lo menos, con techo para esa noche, nos fuimos a dar una vuelta por la ciudad.

La verdad es que el hotel en el que estábamos era estupendo: nuevo, limpio, con un personal muy atento… pero el barrio dejaba mucho por desear. Basura a tutiplén por las aceras, gente de mala catadura deambulando por las calles, un chico cazando palomas con una navaja… Cuando íbamos hacia el centro nos sorprendió ver una chica negra aullando como loca en medio de la calle. Repentinamente se puso a golpear con saña una cabina telefónica. Tras unos cuantos golpes, echó a correr hacia nosotros, siempre gritando. Dorami y yo seguimos andando, como si aquello no fuera con nosotros, y afortunadamente pasó de largo por nuestro lado sin hacernos ni caso. Un poco más allá se sentó en el bordillo de la acera y se puso a llorar. Entonces un chico blanco corrió hacia ella, la agarró del cuello y empezó a chillarla mientras la zarandeaba. No sabemos si la estaba maltratando o intentando animarla de una forma bastante bestia (yo me decanto por la primera opción), pero estábamos tan acojonados que, haciendo caso omiso a las recomendaciones del “Gobierno de España” en cuanto a la violencia machista, salimos de allí echando leches y sin mirar atrás.

A la mañana siguiente nos levantamos muy positivos, estábamos convencidos que se solucionarían nuestros problemas. No podíamos estar más equivocados. Cuando bajamos a recepción nos dijeron que al final no tenían habitación que darnos para esa noche, así que, sintiéndolo mucho, tendríamos que abandonar el hotel por la tarde. Pasamos toda la mañana en el hotel, entre la recepción y la habitación, llamando a Rumbo e intentando decidir que hacíamos. Desesperada, Dorami se cambió los anillos de mano, una costumbre que dice que le trae suerte y que solo emplea en circunstancias graves: cuando a mí me operaron, en sus oposiciones… Fue mano de santo, nos llamaron de Rumbo, diciendo que ya se habían puesto en contacto con Urbis y que nos estaban buscando hotel. Finalmente, a la hora de la comida volvieron a ponerse en contacto con nosotros y nos dieron la dirección de dos hoteles en los que teníamos reservada habitación para las dos noches siguientes. Incómodo, pero por lo menos no tendríamos que dormir en la estación.

De ahí en adelante, todo nos fue bien y al final pasamos unos días muy divertidos en Lisboa. Tuvimos otras crisis, como cuando nos metimos a comer en un restaurante y aparecieron unos policías que se llevaron por la fuerza al dueño al interior del local, nuestro viaje con un taxista que se parecía a Donald Sutherland por su físico y a Fernando Alonso por sus adelantamientos, el interés que mostraban por mí los traficantes de droga del Barrio Alto… Pero finalmente la maldición del número trece se reveló impotente ante el poder del Anillo.