viernes, 27 de febrero de 2009

Semana Blanca en la Isla Negra

Ya que, debido a la profesión de Dorami, nos vemos limitados normalmente a tomarnos nuestros días de asueto en temporada alta, estamos siempre dispuestos a aprovechar para viajar esos días en que no hay tanta gente de vacaciones. Así que, gracias a que esta semana, debido a la Semana Blanca, Dorami no tenía clases ni lunes ni martes, nos hemos ido cuatro días a Lanzarote.

Nos alojamos en Puerto del Carmen, en el Hotel Beatriz. Elegimos ese hotel porque, de los que vimos, era el único que nos ofrecía media pensión en lugar del caribeño todo incluido. Dado que teníamos ganas de visitar la isla, nos parecía una tontería pagar por unas comidas que no íbamos a aprovechar, ya que no pensábamos pasar demasiado tiempo en el hotel. Olvidándonos de esto, la elección no fue demasiado afortunada, porque el Beatriz se encuentra bastante lejos, como a 4 ó 5 km del centro de Puerto del Carmen, donde está la marcha, y demasiado cerca del aeropuerto de la isla, así que los que tengan el sueño ligero pueden verse en dificultades para conciliarlo. Por otro lado, aunque la habitación es estupenda y las camas comodísimas, el baño no estaba a la altura de lo que podría esperarse de un hotel de cuatro estrellas.

Para recorrer la isla alquilamos un coche. Nos salió bastante bien de precio, 50 € por un Opel Astra durante dos días. La gasolina también es muy barata, nosotros nos recorrimos la isla de norte a sur y gastamos aproximadamente 10 € de gasolina.

El primer día, el domingo, estuvimos visitando Teguise, la antigua capital de la isla, y su típico mercadillo semanal de artesanía. Aunque no seáis aficionados a los mercadillos, Teguise merece la pena: es un pueblo precioso, con las típicas casas blancas lanzaroteñas con las puertas y las ventanas pintadas de color verde. De allí marchamos al Parque Nacional de Timanfaya, un lugar de los que dice Dorami que “hay que visitar”. El actual paisaje de Timanfaya fue configurado por las erupciones volcánicas que se produjeron durante los siglos XVIII y XIX. El suelo está cubierto de negras rocas volcánicas que le dan a este lugar un aspecto casi extraterrestre. Para visitarlo hay que dejar el coche y utilizar un autobús que recorre una ruta entre los cráteres, los valles y los desfiladeros formados por el magma solidificado. Cuando salimos de Timanfaya era ya la hora de comer, así que fuimos hacia Yaiza buscando un restaurante. A la entrada encontramos uno muy bonito, la Bodega de Basilio. Comimos allí, muy bien, por cierto, en el patio, bajo un árbol centenario y disfrutando de las vistas sobre el pueblo. Por la tarde estuvimos en los Hervideros, una zona donde las coladas de lava llegaron hasta el mar y éste rompe contra los negros acantilados formando grandes explosiones de espuma que se asemejan al agua hirviendo. El retorno hacia el hotel, ya a última hora, lo hicimos a través de La Gería, la zona vinícola de la isla, donde se suceden curiosos viñedos: plantados en el fondo de embudos cavados en la arena volcánica y parapetados por muros semicirculares de piedra negra.

Al día siguiente nos dedicamos a visitar el norte de la isla. Paramos en la Fundación César Manrique, cerca de Tahiche, situada en la antigua casa del artista, una figura clave para entender el aspecto actual de Lanzarote. Es un sitio curioso, formado por una construcción basada en la arquitectura típica lanzaroteña, edificada sobre una zona de lava donde han sido excavadas y puestas en comunicación varias burbujas volcánicas que fueron habilitadas como habitaciones. Alberga una colección de pintura contemporánea, con obras de gente como Picasso, Miró y Zóbel, y diversas obras de Manrique, sobre todo pintura y bocetos para edificios, esculturas y murales. En mi opinión César Manrique era un arquitecto y paisajista genial, un escultor y muralista curioso y un pintor mediocre (tirando a malo). El lugar merece verse pero la entrada, 8 euros (la tarifa prácticamente universal para las visitas en la isla), me parece excesivamente cara.

Tras la Fundación Cesar Manrique fuimos a los Jameos del Agua y a la Cueva de los Verdes, situadas en el malpaís que rodea el volcán de la Corona. Los dos lugares forman parte de una misma estructura: un túnel volcánico que llega hasta el mar formado tras una erupción del Corona. Los Jameos del Agua es una especie de jardín creado en unos jameos, burbujas volcánicas cuyo techo se ha hundido. También se puede visitar los martes, viernes y sábados por la noche y cenar allí. La Cueva de los Verdes es una cueva volcánica y, por tanto, de origen muy diferente a las que estamos acostumbrados en la Península y Baleares, que son kársticas. A pesar de ello resultan asombrosas sus similitudes, como los estafilitos o estalactitas de lava. Son también increíbles las propiedades acústicas de la roca volcánica, si vais, estad atentos a la demostración que hace el guía al final. Como ya teníamos hambre después de tanta visita, fuimos a comer a Arrieta, un pueblo de pescadores cercano. Tras la comida nos encaminamos al Mirador del Río, desde el que se ve una panorámica sobre el océano y la isla de la Graciosa. Lástima que hubiese calima y la vista no fuese demasiado amplia. También nos pareció un poco cara la entrada, 4,5 € por un lugar que no deja de ser un mirador, por mucho que fuera diseñado por César Manrique. Desde allí volvimos hacia Puerto del Carmen por Haría, un pueblo situado en el llamado Valle de las Mil Palmeras.

No creáis que solo nos dedicamos a las actividades culturales. Salir por la noche también ocupó un lugar en nuestra agenda. Aunque tampoco es que hubiese demasiada marcha. Es posible que toda la población local estuviese en los carnavales de Arrecife, la capital, que estaban muy concurridos. En Puerto del Carmen la mayor parte de la gente eran guiris. Estuvimos en algunos sitios en los que éramos los únicos españoles del local. Incluso en un bar llamado First & Last Irish Music Pub, en Matagorda, un sitio donde nos metimos porque tenían música en directo, tuve que recurrir al inglés para entenderme con la camarera.

En fin, un lugar muy recomendable donde podéis pasar unos días muy agradables combinando playa y diversas visitas, con una estupenda gastronomía y clima casi tropical.

lunes, 16 de febrero de 2009

La clase

Aprovechando que la semana pasada fui a Madrid para los exámenes de la UNED, llamé Gonzalo, un compañero del Grupo de Teatro. Al final no pudimos quedar, pero cuando hablamos me comentó que acababa de ver una película francesa, “La clase”, que le había encantado y que nos recomendaba encarecidamente, especialmente a Dorami (él también es profesor de instituto, como mi churri).

El domingo por la tarde nos apetecía ir al cine: hacía bastante que no íbamos los dos juntos, desde que vimos “La ola”, a mediados del diciembre pasado. Como no teníamos otras referencias y en Toledo no es que tengamos demasiadas opciones a la hora de escoger película, hicimos caso a Gonzalo y fuimos a ver “La clase”. Craso error: es un tostón de mucho cuidado. La película es prácticamente un documental sobre un curso de un instituto en un barrio marginal de París. No hay una trama que te interese y te arrastre a lo largo de toda la película, hasta ver su resolución, sino un montón de pequeños sucesos, como sacados del día a día. Quizá a alguien que no tenga que ver nada con el mundo de la enseñanza (y a mi amigo), le pueda parecer interesante. A mí, que llevo tres años compartiendo mi vida con una profesora, todo me sonaba a las cosas que me cuenta a la hora de comer o que cuando quedamos con un grupo de profesores comentan entre ellos. Y si a mí me parecía algo rutinario, que os voy a contar de Dorami.

El problema tampoco es que esté ambientada en un instituto. Sobre este tema también trataba la otra película que he mencionado, “La ola”, pero, a diferencia de la de ayer, ésta, que es una especie de parábola sobre el ascenso de los partidos totalitarios, sí que cuenta con un argumento bien estructurado que hace que mantengas el interés durante toda la proyección.

En resumen: Gonzalo, espero que en lo sucesivo te abstengas de volver a recordarnos películas si quieres seguir conservando nuestra amistad.

P.D.: Es broma, Gonzalo, sabes que siempre puedes contar con nuestra amistad. Eso sí, también con que no te vamos a volver a hacer ni puñetero caso en lo que a cine se refiere.

domingo, 8 de febrero de 2009

Más vale pedir que robar

Hace unos días el Presidente del Gobierno se reunió con los banqueros para pedirles que flexibilicen los criterios que están manteniendo actualmente a la hora de conceder créditos a familias y pequeñas empresas. Es cuanto menos sorprendente que un Gobierno que ha inyectado en la banca la friolera de 19.000 millones de euros de todos los españoles, de un fondo de 30.000 ampliables hasta 50.000 millones, tenga que rebajarse a “pedir” a los beneficiarios de estas ayudas que se utilicen para aquello para lo que han sido concedidas. A juzgar por las posteriores declaraciones de Botín, en las que dijo que “es imposible que el crédito aumente”, los banqueros no parecen excesivamente preocupados por las recomendaciones de Zapatero ni por las amenazas del ministro Sebastián, que les ha advertido que “al Gobierno se le está acabando la paciencia con los bancos” (bancos que, por otra parte, hasta hace cuatro días formaban el mejor sistema financiero del Mundo). Es comprensible este comportamiento por parte de la Banca; saben perfectamente las millonarias deudas que el PSOE y el resto de los partidos políticos tienen contraídas con ellos y que, si exigiesen el pago de estas, todos los partidos españoles iban a ir a la bancarrota más absoluta.

Así que los bancos van a continuar comportándose como hasta ahora; tienen a los políticos en sus manos y saben que las bravatas gubernamentales hacen bueno el refrán de “perro ladrador, poco mordedor”. Para muestra, la frustrada comparecencia en el Congreso de los principales representantes del sistema bancario español, rechazada con los votos del Partido Socialista.