lunes, 27 de agosto de 2007

Mis momentos en Bélgica (por Dorami)

En lugar de hacer una crónica exhaustiva sobre el viaje que este verano Jajaja y yo hemos hecho a Bélgica, opto por compartir algunos de los momentos que he cargado en mi mochila. Estoy convencida de que mi chati dará muchos más detalles de todo tipo: culturales, geográficos, gastronómicos, etc. Yo me quedo en otro nivel. Entre otras cosas porque tengo el defecto de la ubicuidad mental (que no física). Dicho en cristiano: que poseo una habilidad exagerada para desconectar, por lo que tengo serias dificultades para responder a algunas de las denominadas por Aristóteles categorías fundamentales del ser: dónde, cuándo, quién, cómo, por qué... Dadas las circunstancias, y con la tranquilidad de que mi chico os dará buena cuenta de lo importante, escribo un breve relato para compartir lo que he vivido y sentido desde mis diferentes “estados de la mente”. Ahora me alegra haber salido liviana de equipaje, pues la vuelta ha sido mucho más pesada. Quizás debería decir que uno de los mejores momentos del viaje lo constituyó nuestra preparación del mismo. Recordando un antiguo artículo que escribí en el Blog sobre un libro de Eduardo Punset, la “antesala de la felicidad” se convirtió en una “sala de espera” llena de tardes emocionantes y planes deseosos de llevarse a cabo. Y qué decir del día en que empezó el viaje realmente, es decir, aquel en el que empezamos a rellenar la mochila. Aquí tuve mi primer momento de debilidad: ¿cómo meter un saco de dormir, ropa para diez días, bolsa de aseo..., en un espacio tan limitado? He de reconocer que mi crisis duró poco gracias a la experiencia de Jajaja en estos menesteres. Y empezó nuestro periplo: autobuses, metros, aviones, trenes, tranvías, barcas... Nos subimos en gran variedad de medios de transporte, exceptuando, curiosamente, la bicicleta. Y entre subir y bajar llegamos a un lugar especial: la Grand Place, en Brusela. Como diría un amiga mía: “llovía en Bruselas, cómo llovía”. Y la lluvia nos llevó a buscar cobijo. Y la búsqueda de cobijo nos llevó a tomarnos nuestra primera cerveza en Bélgica. ¡Qué cerveza, qué bar, qué vistas, qué compañía! Y una cosa nos llevó a la otra. Ése fue otro momento esencial: comprendí que si es importante que a tu compañía le guste la cerveza tanto como a tí, más lo es que le guste que te guste. Y seguimos nuestro camino, con la mochila a las espaldas, cada vez más vacía de ropa y más llena de todo lo demás. Malinas, Lovaina: dos lugares con encanto. Una ciudad dentro de la ciudad: el Beaterio. Y seguía lloviendo. Amberes: un descubrimiento inesperado. Por fin llegamos a Brujas. Lo mismo que Woody Allen dijo de Oviedo podría decirse de ella: “una ciudad de cuento de hadas”. Mercadillos, música en la calle, canales, puentes, bicicletas... La historia vuelve a repetirse: la fiesta nos encontró. Bailamos en la noche más surrealista de todas, que empezamos con canciones de Manolo Escobar, continuamos con un concierto en la calle y terminamos en un bar “diferente”: poca luz, mucha gente peculiar que nos miraba a nosotros (que somos tan normales) y pelea dialéctica que presenciamos a nuestro pesar (¿o no?). Pero digo mal, no terminaba ahí la cosa. Esa noche, las circunstancias nos obligaron a renunciar a nuestra mutua compañía y compartir morada con seres extraños. Lo peor: una china que me liberó de Morfeo a eso de las 6.30 de la madrugada con un ritual de “hierbas” que prefiero no recordar. Al día siguiente Gante nos reconcilió con la vida. Nos recuperamos por la noche y también por el día. De la mano de Jajaja pude percibir algunas de las joyas del Gótico Flamenco. Me acordé de ese otro verano en el que tanto aprendí y tan poco estudié. Seguimos bebiendo (y también comiendo). Y una cosa nos llevó a la otra: vimos elefantes rosas y unicornios azules... Volvimos a hacer la mochila y, en efecto, ahora pesaba más, pues tuvimos que hacer sitio para emociones, risas, silencios, delirios, sentimientos... ¡Cuántos momentos! Me quedo con aquel en el que nos volvimos a encontrar...

jueves, 23 de agosto de 2007

Apuntes sobre Bélgica (I)

Hola, holita, amiguitos. Ya estamos de nuevo en casa. Es la vida, todo acaba, incluidas las vacaciones. Así que como lo prometido es duda, aquí comienza una serie de articulillos sobre nuestro periplo belga. Tanto Dorami como yo vamos a escribir, cada uno por nuestro lado, sobre lo que nos han parecido Bélgica. No temáis, tampoco serán muchos, no queremos que acabéis hartos del país de los flamencos y los valones. Esperamos que puedan seros de utilidad si algún día os dejáis caer por esos lares.

Pues allá vamos:
  • Cómo llegar: Nosotros fuimos en avión desde Madrid. Estuvimos pensando en ir en tren, pero no hay tren directo desde España. Elegimos ir con Brussels Airlines porque es bastante más barato que Iberia y vuela directamente a Bruselas, no como hace Ryanair, que va a Charleroi, donde tienes que coger un autobús que te lleva a la estación de tren que te lleva a Bruselas... En cambio en el aeropuerto de Bruselas puedes coger el tren, que te deja en 20 minutos en el centro.
  • Trenes: Bélgica tiene una red de tren impresionante. Desde las 6 de la mañana a las 12 de la noche circulan multitud de trenes. Para desplazarte entre dos ciudades no tienes porqué preocuparte por la hora que sale tu tren. Llegas a la estación y en poco tiempo saldrá uno que puedas coger para llegar a tu destino. Además, las distancias son cortas, lo que hace que los viajes sean muy rápidos: el que más nos llevo fue el de Bruselas a Brujas, una hora. Eso sí, las estaciones están en su mayoría en un estado de decrepitud bastante avanzado. Otra cosa, por si sois aficionados al “simpa”: a nosotros los revisores nos pidieron los billetes en casi todos los viajes.
  • Idioma: Chapurreando inglés te puedes manejar estupendamente. Casi todo el mundo lo habla. Eso sí, semejante predominio del inglés no se extiende al lenguaje escrito. En los restaurantes flamencos, la mayoría de las cartas están en neerlandés, única y exclusivamente. En Bruselas te encuentras más cartas en inglés y si no siempre están en francés, que se parece más a la lengua de Cervantes.
  • Albergues: Ya os habíamos comentado que nos íbamos a hospedar en albergues en este viaje. Es una forma de alojamiento con poca tradición en España, pero muy utilizada en otros países europeos. No solo se hospedan en ellos gente joven, vimos bastantes familias con niños y varias parejas de cincuentones. El albergue “Jacques Brel” de Bruselas, que fue en el que dormimos allí, está a unos 15 minutos andando del centro. Cogimos una habitación doble con baño que nos salió a unos 45 € por noche (desayuno incluido). Tiene un bar con una terracita muy agradable y una estupenda selección de cervezas belgas a precios económicos donde tomamos la última varias noches. El inconveniente: el albergue es un poco antiguo y no está demasiado limpio. El de Brujas era más nuevo y estaba más limpio. Pero durante la temporada alta no tienen habitaciones dobles, así que nos tuvimos que alojar en dormitorios de seis, Dorami en el de chicas y yo en el de chicos, que es lo decente. Las duchas, eso sí, eran comunes (misterios de la mentalidad belga). Además estaba donde da la vuelta el viento. El mejor albergue, sin duda, fue el de Gante, el “De Draecke” (“El Dragón”, en la fotografía): céntrico, bastante nuevo y muy limpio. Y con habitaciones dobles con baño, Dorami acabó escarmentada de lo de dormir con otra gente después de la experiencia con una de sus compañeras de cuarto, la china de las mil bolsas. ¡Ah! Un consejo con respecto a los albergues: no fuméis en las habitaciones, tienen detectores de humos en todas las habitaciones y no están de adorno. A nosotros nos saltó una vez en Bruselas, creemos que a causa del vapor de la ducha, y uno de recepción se nos metió en la habitación para ver si estábamos fumando, con tanta oportunidad que nos pilló a Dorami en paños menores y a mí en el servicio. Os podéis imaginar la escena: Dorami en la cama, tapándose con las sábanas y chillando, y yo, agarrándome los pantalones, intentando convencer en una mezcla de inglés, francés, español y balbuceo nervioso a un belga, que creía que éramos unos transgresores adictos a la nicotina, de que había sido una falsa alarma para que se largara de una puta vez.
  • Comida: Los turistas en Bélgica parecen alimentarse casi únicamente a base de mejillones (cocinados con toda clase de salsas) con patatas fritas, visto la profusión con la que los anuncian los restaurantes. La cocina belga no se queda ahí, aunque pudiera parecerlo: la carbonada flamenca, ternera guisada con cerveza, o el “waterzooi”, un guiso de pollo o pescado con verduras y una especie de salsa de nata, merecen una oportunidad. Y si no os animáis a probar las especialidades locales siempre os queda la pasta, que es omnipresente.
  • Bebida: Los belgas no tienen vino y el alcohol de alta graduación tiene unos precios de escándalo, pero para consolarse ahogan sus penas en cientos de cervezas, a cual mejor. Para unos cerveceros como Dorami y yo, aquello es un paraíso. Las cervezas más comunes son la Jupiler (la más vendida), la Maes y la Stella Artois, pero en la mayor parte de los sitios tienen también Leffe de barril, una cerveza de abadía muy buena a un precio razonable. En Bruselas son típicas las cervezas lámbicas, con sabores frutales. Hay tres variedades: gueuze, kriek y faro. A mí me gustó mucho la kriek, hecha de cerezas pero con un toque de bayas de sauco que le da un punto ácido. La mejor que probé es la de “Morte Subite”, con diferencia con respecto a las demás. A Dorami la cerveza que más le gusto fue la Troubadour, que solo encontramos en Gante. Otras cervezas que también nos dejaron buen sabor de boca fueron la Gouden Carolus, la Brugse Zot, la Corsendonk (Dorami está bebiendo una Corsendonk Agnes en la foto), la Keizer Karel, la Westmaller (la Doble y la Triple)…
  • Chocolate (del de comer): Ni Dorami ni yo somos chocolateros, así que no os podemos hacer ninguna recomendación sobre los famosos chocolates belgas. Ni sobre los gofres. Lo que sí comimos fue unos helados riquísimos. Os recomiendo dos heladerías: una en la acera izquierda de calle que sale de la Grande Place de Bruselas hacia la Bolsa, donde comí el mejor helado de frambuesa de mi vida, y Da Vinci, en Geltmuntstraat, en Brujas, unos helados con las tres bes: buenos, bonitos y baratos.
  • Atención al turista: ¿Habéis llegado alguna vez a una ciudad sin tener muy claro que ver, habéis ido a la oficina de turismo y os lo han comentado? ¿Sí? Pues no estabais en Bélgica. En las oficinas de turismo te sueltan el plano (en Malinas incluso te lo cobran) y allá te las compongas con él. Si vais a Bélgica llevad más o menos preparado desde casa lo que queréis visitar. Para ello podéis solicitar información a las oficinas de turismo de Flandes y Valonia. También hay información interesante en la página de ”Use-it”, que además sacan unos mapas turísticos en inglés (los “Free map for young travelers”) que al principio parecen una gilipollez pero luego resultan muy útiles.
Bueno, esto parece que ya se ha prolongado mucho, así que lo vamos a dejar aquí de momento y en un artículo siguiente hablaré de los encantos de cada una de las ciudades que visitamos.

domingo, 5 de agosto de 2007

Vacaciones en Bélgica (no en Castellón)

A los "cuatro gatos" que andéis por los tejados queremos daros una grata noticia, al menos para nosotros: ¡nos vamos de vacaciones! Esperamos pasárnoslo muy bien y traer un montón de cositas que contaros a la vuelta. Mientras tanto, no olvidéis supervitaminaros y mineralizaros, y mantener nuestro blog "vivo" con vuestros comentarios. Mucho chocolate, mucha cerveza, muchas aventuras y mucho amor. Todo esto y mucho más, a la vuelta. Y como dicen que dos que duermen en el mismo colchón se vuelven de la misma condición, Dorami (y también Jajaja) se despide con un vídeo friki donde los haya.


jueves, 2 de agosto de 2007

Los Simpson




Tras esta introducción un tanto peculiar vamos con la crítica de una de las películas más esperadas del verano: los Simpson. Yo soy un gran aficionado a esta serie, la empecé a ver cuando comenzaron a emitirla por La 2, allá por los comienzos de los 90, y los sigo viendo (repetidos) a las dos de la tarde siempre que puedo. Así que el sábado, un día después del estreno, quedé con mi amiga Esperanza, que está de “rodríguez”, como yo, y nos fuimos a verla.

¿De que va la película? Pues de que Homer provoca una catástrofe ecológica que puede acabar con Springfield y solo los Simpson (porque son los protagonistas, mayormente) pueden salvar el pueblo. El argumento no es demasiado original, como podéis ver. El tema de la catástrofe ecológica, por ejemplo, ya surgió en el episodio en que Homer se hace cargo del servicio de recogida de basuras de Springfield. En esta ocasión está tratado de una forma más surrealista, a tono con los últimos episodios de la serie. Aunque eso sí, es bastante más divertida que los episodios de temporadas más recientes, con algunos gags realmente hilarantes.

En cuanto a la calidad técnica, el dibujo y la animación están más cuidados y son de mayor calidad que los de los episodios televisivos. Aquí tenéis el trailer de la película como muestra:



En resumen, una película que resultará muy divertida para cualquiera al que le guste el tipo de humor de los Simpson, pero que, desde luego, está lejos de resultar memorable. No es mucho más que un capítulo especial de hora y media de duración.

Para terminar os dejo con el artículo sobre los Simpson en la Wikipedia, donde podréis descubrir montones de curiosidades sobre la familia amarilla favorita de América (me encantan este tipo de frases estúpidas), y una de mis escenas favoritas de la serie (lo siento pero solo la he encontrado en español de América):



¡Ah! ¡Una cosa! Quedados hasta los títulos de crédito, solo por escuchar la “Obertura del Spider-cerdo” merece la pena.