En lugar de hacer una crónica exhaustiva sobre el viaje que este verano Jajaja y yo hemos hecho a Bélgica, opto por compartir algunos de los momentos que he cargado en mi mochila. Estoy convencida de que mi chati dará muchos más detalles de todo tipo: culturales, geográficos, gastronómicos, etc. Yo me quedo en otro nivel. Entre otras cosas porque tengo el defecto de la ubicuidad mental (que no física). Dicho en cristiano: que poseo una habilidad exagerada para desconectar, por lo que tengo serias dificultades para responder a algunas de las denominadas por Aristóteles categorías fundamentales del ser: dónde, cuándo, quién, cómo, por qué... Dadas las circunstancias, y con la tranquilidad de que mi chico os dará buena cuenta de lo importante, escribo un breve relato para compartir lo que he vivido y sentido desde mis diferentes “estados de la mente”. Ahora me alegra haber salido liviana de equipaje, pues la vuelta ha sido mucho más pesada. Quizás debería decir que uno de los mejores momentos del viaje lo constituyó nuestra preparación del mismo. Recordando un antiguo artículo que escribí en el Blog sobre un libro de Eduardo Punset, la “antesala de la felicidad” se convirtió en una “sala de espera” llena de tardes emocionantes y planes deseosos de llevarse a cabo. Y qué decir del día en que empezó el viaje realmente, es decir, aquel en el que empezamos a rellenar la mochila. Aquí tuve mi primer momento de debilidad: ¿cómo meter un saco de dormir, ropa para diez días, bolsa de aseo..., en un espacio tan limitado? He de reconocer que mi crisis duró poco gracias a la experiencia de Jajaja en estos menesteres. Y empezó nuestro periplo: autobuses, metros, aviones, trenes, tranvías, barcas... Nos subimos en gran variedad de medios de transporte, exceptuando, curiosamente, la bicicleta. Y entre subir y bajar llegamos a un lugar especial: la Grand Place, en Brusela. Como diría un amiga mía: “llovía en Bruselas, cómo llovía”. Y la lluvia nos llevó a buscar cobijo. Y la búsqueda de cobijo nos llevó a tomarnos nuestra primera cerveza en Bélgica. ¡Qué cerveza, qué bar, qué vistas, qué compañía! Y una cosa nos llevó a la otra. Ése fue otro momento esencial: comprendí que si es importante que a tu compañía le guste la cerveza tanto como a tí, más lo es que le guste que te guste. Y seguimos nuestro camino, con la mochila a las espaldas, cada vez más vacía de ropa y más llena de todo lo demás. Malinas, Lovaina: dos lugares con encanto. Una ciudad dentro de la ciudad: el Beaterio. Y seguía lloviendo. Amberes: un descubrimiento inesperado. Por fin llegamos a Brujas. Lo mismo que Woody Allen dijo de Oviedo podría decirse de ella: “una ciudad de cuento de hadas”. Mercadillos, música en la calle, canales, puentes, bicicletas... La historia vuelve a repetirse: la fiesta nos encontró. Bailamos en la noche más surrealista de todas, que empezamos con canciones de Manolo Escobar, continuamos con un concierto en la calle y terminamos en un bar “diferente”: poca luz, mucha gente peculiar que nos miraba a nosotros (que somos tan normales) y pelea dialéctica que presenciamos a nuestro pesar (¿o no?). Pero digo mal, no terminaba ahí la cosa. Esa noche, las circunstancias nos obligaron a renunciar a nuestra mutua compañía y compartir morada con seres extraños. Lo peor: una china que me liberó de Morfeo a eso de las 6.30 de la madrugada con un ritual de “hierbas” que prefiero no recordar. Al día siguiente Gante nos reconcilió con la vida. Nos recuperamos por la noche y también por el día. De la mano de Jajaja pude percibir algunas de las joyas del Gótico Flamenco. Me acordé de ese otro verano en el que tanto aprendí y tan poco estudié. Seguimos bebiendo (y también comiendo). Y una cosa nos llevó a la otra: vimos elefantes rosas y unicornios azules... Volvimos a hacer la mochila y, en efecto, ahora pesaba más, pues tuvimos que hacer sitio para emociones, risas, silencios, delirios, sentimientos... ¡Cuántos momentos! Me quedo con aquel en el que nos volvimos a encontrar...
Toledo fotografiado por Luis B. Lluch Garín (I): imágenes de 1949
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El abogado, político, conferenciante, escritor y periodista Luis Bertrán
Lluch Garín nació en Valencia el 26 de agosto de 1907 y falleció en la
misma ciuda...
Hace 3 semanas
3 comentarios:
Mi querida Dorami, espero que no llevases ropa diferente para cada uno de los diez días que has pasado con tu amado Jajaja en Bélgica. ¿No sabes que lo mejor es llevar dos pantalones, dos camisetas y tres calzoncillos (bragas o tangas en tu caso)? Cada día (o cada varios, todo depende del grado de degradación de las prendas íntimas) se lava lo que esté putrefacto y se cuelga de la mochila para que se vaya secando mientras se pasea de acá para allá. De este modo bastaría con un par de mudas, pero como nuca se sabe qué tal van a sentar a nuestro aparato digestivo las novedades culinarias del lugar visitado, no está de más llevar una muda de emergencia (la tercera).
Cuánto tiempo sin encontrarte, Meteorismo. A pesar del verano, hay cosas que nunca cambian, como por ejempo, tus siempre didácticas recomendaciones. Te diré que iba divina de la muerte y que llevaba recambio, incluso para los imprevistos, que nos los hubo, pese a la cantidad de líquido que llegué a transportar dentro de mi diminuto cuerpo.
Estimada Dorami,
Siempre es un placer leer estos "pos" tan bien "redaztados" donde aprendemos tanto sobre los distintos países que conforman nuestra ¿¡Unión!? Europea..
Brujas es otro de los sitios que tenemos ganas de visitar, por supuesto llevando muda de repuesto..
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