domingo, 28 de febrero de 2010

"Jrandes desPAÑA": Pedro Cevallos

Por fin han empezado a salir las notas del primer parcial. La primera asignatura de la que me han aparecido las calificaciones ha sido de Historia de España (1808-1874) donde he conseguido un 9,5 que me ha sorprendido enormemente (y también gratamente).

Precisamente en unos textos que tenemos que leer en esta asignatura me he encontrado con un “presonaje”, Pedro Cevallos, que creo merece la creación de una serie (como la de Mis “mostruos” favoritos, que ya lleva la friolera de dos artículos). La serie en cuestión se va a denominar “Jrandes desPAÑA” y en ella tendrán cabida grandes personajes históricos que han hecho de la Nación de Naciones lo que es hoy (“una casa de putas pero de mucha risa”, como decía el inmortal, y sin embargo fallecido, Ivá).

Pedro Cevallos Guerra fue un estadista (por llamarle algo) de finales del siglo XVIII y comienzos del XIX. Nacido en 1764 en San Felices de Buelna (Cantabria) su ascenso a la alta política le llegó con su matrimonio con una prima de Godoy. Tras una temporada en la que el valido fue apartado del poder, Godoy recuperó el favor real y consiguió aupar a su primo político a ministro de Estado (una especie de presidente del gobierno de la época) de forma que él pudiera seguir controlando el gobierno entre bambalinas. Pero pronto Cevallos demostró su talento para la supervivencia política: se enfrento a Godoy, cuya estrella comenzaba a declinar, y se aproximó al príncipe Fernando (el futuro Fernando VII) que encabezaba el partido contrario al valido. Así, tras el motín de Aranjuez y la entronización de Fernando VII, nuestro héroe fue nombrado ministro por el nuevo rey. Poco le duró el cargo, ya que tanto Fernando como su padre, Carlos IV, fueron atraídos por Napoleón a Bayona donde, tras ofrecer un lamentable espectáculo trágico-cómico, cedieron sus derechos a la corona de España al emperador de los franceses. Napoleón entonces los traspasó a su hermano José, que bajo el nombre de José I llegó a Madrid a hacerse cargo del gobierno del país. ¿Y quién figuraba entre sus ministros? Premio: el incombustible Cevallos. Pero poco después de llegar José I a la capital tuvo lugar la derrota francesa de Bailén que causó una desmedida (e injustificada) euforia entre las filas españolas y el pánico en la Corte, que abandonó Madrid a toda prisa.

Cevallos, entonces, se pasó al bando patriota y ofreció sus servicios a la Junta Central, que lo nombró embajador de España en Londres. De allí pasó al Consejo de Estado, puesto que le fue ofrecido por las Cortes de Cádiz en 1812. En 1814 se produce el regreso de Fernando VII al trono, la reinstauración del absolutismo y la represión de todo aquel que oliese mínimamente a liberal. Naturalmente (¿acaso lo dudabais?) Cevallos consiguió volver al favor real y obtuvo una nueva plaza en el gobierno del “Deseado”. Lamentablemente su talento político no estaba a la par de su adaptabilidad, siendo su mayor obra su negativa a firmar la paz de París debido a la incapacidad de España para llevar a cabo con su ejército cualquier tipo de acción contra un posible resurgimiento de la revolución en Francia. El ejército era necesario para mantener la paz interior del reino, al menos hasta que la situación miserable en la que los sucesivos gobiernos fernandinos lo colocaron empujó a buena parte de la oficialidad a las filas liberales. Por presiones del partido ruso y a causa del desacierto con el que había llevado el asunto de la boda del rey fue destituido, pero, a cambio, fue nombrado embajador en Nápoles y en Viena.

Tras el pronunciamiento de Riego y la reinstauración del régimen liberal, Cevallos volvió de nuevo al Consejo de Estado. Quedó en el ostracismo tras la segunda restauración absolutista, lo que no deja de tener su mérito, considerando la saña con la que Fernando persiguió a los liberales. Finalmente, tras la muerte del rey, durante la regencia de María Cristina, fue nombrado prócer en las Cortes del Estatuto Real. Cevallos, sin duda agotado por el ejercicio de trapecismo que fue su vida política, declinó tal honor y se retiró a un convento a esperar la muerte.

Aquí termina la historia de Pedro Cevallos: un camaleón político, un profesional del sillón, un tránsfuga con clase (no como Tamayo y Sáez), un “jrande desPAÑA”.

En la Wikipedia tenéis un artículo donde podéis recabar más información sobre él, aunque su enfoque es bastante más favorable a nuestro héroe que el mío, inspirado principalmente por la afilada pluma del historiador Josep Fontana.

jueves, 11 de febrero de 2010

Impresionante… pero menos

Hace un par de semanas Dorami y yo estuvimos en la Fundación Mapfre, en Madrid, viendo una exposición llamada “Impresionismo: El nuevo Renacimiento”, compuesta por cuadros del Museo de Orsay, de París. A pesar de su nombre la exposición no se limita solamente a los impresionistas, preimpresionistas y postimpresionistas, sino que también incluye cuadros realistas, simbolistas, románticos… lo que nos decepcionó un poco, la verdad. De todas formas merece la pena verla, uniéndose a su calidad artística lo competitivo de su precio: cero euretes. Eso sí, preparaos para esperar una buena cola, los impresionistas han atraído bastante expectación; Dorami y yo tuvimos que esperar en la calle, en lo más crudo del crudo invierno, una horita.

A continuación os dejo algunas de las obras que podéis ver en la Fundación Mapfre para que os hagáis una idea de si os interesa:

El Pífano, de Eduard Manet

Acuchilladores de parqué, de Gustave Caillebotte

Galatea, de Gustave Moreau

La estación de Saint-Lazare, de Claude Monet

El columpio, de Pierre-Auguste Renoir