martes, 30 de septiembre de 2008

Las croquetas de Jajaja

- Esto… Mi opinión profesional como psicólogo argentino, ¡chévere!, es que tenés que dejar ese trabajo, que te estresa mucho y separarte de Jajaja, que es un boludo y un friqui. ¡Che!
- ¿Dejar yo a mi Jajaja? Pero si mi Jajaja es lo más grande. ¡Cómo se nota que no has probado las croquetas de legumbres de Jajaja!
- Las croquetas de legumbres de Jajaja son muy sanas y, además, están “buenismas”. Es un mensaje del Gobierno de España.

Aunque esté mal que yo lo diga, cuanta razón tienen Dorami y el Gobierno de España: Hago unas croquetas de legumbres “buenismas”. Os voy a dar la receta para que también vosotros podáis disfrutar de ellas:
- Un bote de garbanzos o lentejas cocidas (a mí me gustan más con lentejas)
- Una cebolla
- Un diente de ajo
- Una zanahoria
- Comino, sal, perejil y pimienta
- Pan rallado y huevo
Picad bien finito la cebolla y el ajo. Rallad la zanahoria. Cebolla, ajo y zanahoria se fríen ligeramente (luego habrá que freír las croquetas, así que no friáis demasiado esta mezcla). Espachurrad las legumbres con un tenedor o las trituráis bien con una batidora de brazo. Añadid la mezcla de cebolla, ajo y zanahoria a las legumbres espachurradas y le echáis comino picado, sal, pimienta y perejil al gusto (sed generosos con el comino). Mezcladlo todo bien y con la masa resultante dad forma a las croquetas. Rebozadlas con pan rallado y huevo (a mí como más me gusta rebozar es como hace mi madre: primero el pan rallado y luego el huevo, pero es al revés de cómo lo hace la mayoría de la gente). Podéis servirlas con un poco de mahonesa, de mahonesa con ajo o de salsa de yogur, que les van muy bien.

Estas croquetas son una forma diferente de consumir legumbres, puede venir muy bien en verano cuando los cocidos, potajes, fabadas… parece que apetecen menos. Los médicos afirman que todos deberíamos comer legumbres una vez al día, alternando entre sus distintas variedades. Las lentejas, por ejemplo, son una insustituible fuente de proteínas, fibra, vitaminas y minerales, entre ellos el selenio, un mineral antioxidante que protege a las células del organismo humano contra la oxidación provocada por los radicales libres. Por tanto, yo recomendaría tanto a la senadora del PP María Jesús Sainz como a la ministra Aído que ingirieran mis croquetas en grandes cantidades para corregir los graves estragos que los radicales libres han causado en sus cerebros. Y es que el follón que se ha armado por esta cuña radiofónica no es normal:



Vale, es cierto que el anuncio es tan estúpido que parece que se le haya ocurrido a Pepiño Blanco, pero, ¡como para que provoque una interpelación parlamentaria! ¿La situación de España es tan buena como para que al PP no se le ocurra mejor cosa que preguntar en la Comisión de Igualdad del Senado? Naturalmente, la ministra de Ídem, haciendo honor a su pasado como directora de la Agencia Andaluza del Flamenco, ha ejercido como palmera de la senadora pepera y ha asegurado que el anuncio es sexista y que se retirará inmediatamente. Pero bueno, lo de la ministra es, hasta cierto punto, normal: Le han dado un Ministerio vacío de contenido, así que con algo tendrá que entretenerse. Lo que me parece de una anormalidad supina es este interés del PP por las chuminadas. Tras la pregunta de la diputada Montesinos sobre Muchachada Nui y esta interpelación, ¿cuál será la próxima acción parlamentaria del PP? ¿Una moción de censura porque a Rajoy no le gusta Plutón BRB Nero?

domingo, 14 de septiembre de 2008

The Movies

Hace algún tiempo, creo que en los comentarios de mi artículo sobre “Yo Presidente”, mencioné otro juego llamado “The Movies”. Su creador es Peter Molyneux, famoso por ser el “padre” de “Black & White” y del clásico “Populous”. “The Movies” pertenece al genero de los llamados “tycoon” o, en cristiano, simuladores empresariales. En este caso se trata de dirigir un estudio de cine: Construir los diferentes edificios que lo forman, contratar personal, rodar películas y darles publicidad, lidiar con las temperamentales estrellas… En un principio tiene su gracia, pero la verdad es que pronto se hace repetitivo. Además, el hecho de que la dificultad sea bastante elevada desde el inicio no hace mucho por incitarte a seguir jugando.

Sin embargo el juego tiene una característica, en principio algo suplementario a su verdadero objetivo, que dispara su jugabilidad: La posibilidad de rodar tus propias películas. Esto es, realmente, lo que provocó la gran popularidad de este juego: Internet está lleno de páginas en las que los jugadores cuelgan sus creaciones, en YouTube o Dailymotion hay cientos de ellas, en el foro de “The Movies” en español podéis ver un montón de estas películas en nuestro idioma…

El editor de guiones cuenta con una serie de escenas prediseñadas; a partir de las que puedes construir tu propia película. El jugador elige un escenario, escoge una escena y sitúa en ella a los actores que previamente había diseñado. También se puede modificar los escenarios añadiendo diversos objetos, utilizar distintos tipos de luz y de tiempo atmosférico, cambiar el “zoom” de la cámara o su posición… Una vez elaboradas todas las escenas, se genera la película y se pasa a la fase de postproducción, donde se le puede añadir música, subtítulos, efectos de sonido e, incluso, voces. En un principio, un esquema que te da bastante flexibilidad, únicamente limitada por las escenas prediseñadas existentes. Ahí está la principal debilidad de la herramienta: Aun siendo el número de escenas bastante alto, se queda algo corto. Se echa de menos una herramienta adicional, similar a la que existe para diseñar actores, para crear nuevas escenas.

Cuando cayó en mis manos el juego en seguida me sentí atraído por la posibilidad de crear mi peliculilla. Tras un primer intento bastante sonrojante, pensado más que nada para experimentar con las características del programa, me planteé realizar una película ambientada en el juego de rol “La llamada de Cthulhu” y, más concretamente, en una expansión del mismo, llamado “Delta Green”, en el que extraterrestres y monstruos sobrenaturales se mezclan con conspiraciones y agencias gubernamentales secretas. Algo parecido a “Expediente X”, aunque, en realidad, la primera aparición de “Delta Green” precedió casi un año a la famosa serie. Una partida de “La llamada de Cthulhu” que jugué con Dorami a partir de “Amnesia”, un módulo creado por Luis Olarte y Agamenón y publicado en el número 20 de la revista Líder, me dio la idea para el argumento. A partir de ahí realicé la película. Una vez terminada me pareció que había quedado demasiado larga, así que, principalmente por razones de tamaño a la hora de subirla a YouTube, se me ocurrió convertirla en una especie de miniserie de tres episodios.

No espero ser original ni marcar un hito en la Historia del Séptimo Arte, pero sí que paséis un rato entretenido. Aunque no me terminaban de convencer los diálogos, lo que ha provocado que al final la veáis subtitulada y no doblada como pensé en un principio, después de ver el martes “La conjura de El Escorial” me he reconciliado con mis (escasas) habilidades como guionista y director. Si a Antonio del Real no se le ha caído la cara de vergüenza por rodar una película tan rematadamente mediocre, no veo porque voy a ser yo más autocrítico. Con un guión irregular, que pone en boca de sus personajes diálogos atroces, unas escenas de acción a la altura de las peores del “Equipo A” y un montaje con errores garrafales, dilapida un elevadísimo presupuesto, una ambientación en una de las épocas más apasionantes de la Historia de España y un grupo de buenos actores (aunque Jordi Moyá está cada día más perdido y la lamentable presencia de Blanca Jara solo se justifica por ser hija del director) en un bodriete absolutamente prescindible.

Así que como comparando con lo que están estrenando en salas comerciales, me parece que he conseguido un producto digno al competitivo precio para el espectador de 0 €, aquí tenéis, en primicia mundial, el primer capítulo de “Delta Green: Amnesia”.


Los capítulos dos y tres ya están en post-producción, por lo que espero no tardar mucho en poder ofrecéroslos.

martes, 9 de septiembre de 2008

La canción del verano

Este está siendo un verano atípico. Son varias las razones: las playas se ven menos frecuentadas por familias con sus correspondientes sombrillas, paellas, suegras…; no ha habido foto de Ana Obregón en bañador; no nos hemos horrorizado con el top-less de “la Esteban” en Benidorm; y, lo que es más significativo: no hemos escuchado y bailado hasta la saciedad una melodía que pueda ser entronizada como “la canción del verano”. Reconozco que, sin menospreciar al resto, esto último es lo que más me ha preocupado durante mis tardes de meditaciones estivales en el paraíso natural. No obstante, me despertó de este letargo musical mi hermano, quien me habló de un grupo asturiano de música folk. Se llama La Bandina y se fundó en 1996 con la intención de recrear las tradicionales bandines de principios del siglo pasado en Asturias. Curiosamente, en sus inicios se hacían llamar La Bandina les 47, haciendo referencia a las 47.000 pesetas con las que presupuestaba por entonces cualquier actuación el Ayuntamiento de Aller. Cuando en un cartel del Festival Folk de Plasencia el nombre apareció acortado como La Bandina, les gustó y decidieron dejarlo así.

Hasta el momento, tienen editados tres trabajos: uno del 2002, Pa baillar, otro del 2005 De Romandela, que los ha consolidado como uno de los grupos de folk asturiano más reconocidos y el último de este verano, 13. Aquí podéis escuchar uno de los temas que más hemos escuchado en las numerosas folixas astures:



El repertorio del grupo incluye piezas tradicionales, pero también muchas composiciones propias, y siempre cantan en asturiano. Destaca especialmente la percusión, con bombo, tambor, congas y darbukas.

Su tema más conocido, del que también se realizó un videoclip, lleva por título “Na caleya”. Os lo pongo también para que disfrutéis de un sonido, en mi opinión, orginal y diferente.

jueves, 4 de septiembre de 2008

Arkham

Arkham es el nombre de una ciudad imaginaria en la que están ambientados muchos de los relatos del escritor norteamericano Howard Phillips Lovecraft. Supongo que en homenaje a su creador, el guionista de historietas Dennnis O’Neil utilizó su nombre para bautizar el hospital psiquiátrico penitenciario en el que son encerrados los tronados villanos de los tebeos de Batman tras ser capturados por el Murciélago. Ya que el Manicomio de Arkham está situado en las cercanías de Gotham City y que habíamos quedado en un artículo anterior que Gotham no es sino otro nombre para Nueva York, ¿qué mejor nombre para titular un artículo sobre “anézdotas” y otras cosas que nos han llamado la atención de la Gran Manzana?

Lo bueno de las “anézdotas” es lo que dice Dorami: “Dentro de algún tiempo, recordaremos esto y nos reiremos”. En el momento te hace aproximadamente tanta gracia como que en el control de seguridad de un aeropuerto norteamericano te digan: “Yo no puedo autorizar su entrada en el país. Acompáñeme”. Pues eso. Y ahí vas, siguiendo a un negro enorme que se lleva tu pasaporte, mientras te asaltan pensamientos sobre guantes de goma, calzoncillos por las rodillas y “no se preocupe que no le va a doler”. Afortunadamente nos quedamos un paso antes: Una sala con varias filas de sillas y, frente a ellas, un estrado con varios policías. Un tanto aliviado, reuní la suficiente presencia de ánimo como para preocuparme por nuestro equipaje y le pedí a Dorami que fuera a por nuestras maletas. Mientras ella estaba fuera, una de las policías cogió mi pasaporte y se puso a teclear furiosamente en su ordenador. Repentinamente un vocerío atrajo nuestra atención: Era uno de los policías que estaba chillándole a Dorami, que volvía con nuestro equipaje. Ella no se achantó, sino que contraatacó gritando: “My husband is inside! My husband is inside!” Uno de los guardias que estaban en la puerta, sin duda conmovido por este drama familiar, se unió al coro de aullidos en apoyo de “my wife”. Finalmente la dejaron pasar a condición de que dejase las maletas en la puerta. Volví mi atención a la policía que tenía mi pasaporte y, cual no sería mi consternación, cuando la tía sale corriendo con él en la mano. La sala de tactos rectales, con su siniestro letrero de “in use” apagado, se hizo más amenazadoramente próxima. Minutos después volvió y se puso de nuevo a teclear como si no hubiese pasado nada. No sé si es que le había dado un apretón y le gusta llevarse lectura al “restroom” pero, ¡joder!, eso no se hace, que casi me da un ataque. Por fin dejó mi pasaporte sobre el estrado, lo selló y masculló algo parecido a mi nombre. Así que cogí mi documentación y salimos de allí como alma que lleva el diablo. Todavía tuve que enseñar el pasaporte una vez más para abandonar la sala y otra después de recoger las maletas. Me sentía como un fugado en una de esas películas sobre campos de concentración, cuando tiene que enseñar sus documentos al agente de la Gestapo y un sudor frío le resbala por la espalda mientras piensa que van a descubrir que sus papeles son falsos.

Con el jaleo de Inmigración se nos quitaron las ganas de experimentos con el metro para ir al hotel, así que cogimos un taxi. No es una mala opción, ya que hay una tarifa única de 45 dólares para ir de JFK a Manhattan. Sumándole el peaje del puente y la propina te sale por unos 55 dólares. Además, gracias a la tarifa fija sabes que no van a timarte dándote una “vuelta turística” por el Bronx y Nueva Jersey. Eso sí, hay que coger uno de los taxis oficiales, los amarillos. En el aeropuerto te aborda un montón de gente ofreciéndote taxis, pero esos no se rigen por las tarifas oficiales y te pueden salir bastante más caros. Esa fue la única vez que cogimos un taxi, pero hay que decir que son un medio de transporte muy popular entre los neoyorkinos, como atestigua la gran cantidad que hay a todas horas por las calles.

El medio de transporte que nosotros utilizamos más fue el metro. Aunque hay que advertir que el metro de Nueva York tiene su miga. Para los que estamos acostumbrados al de Madrid, que es muy sencillo de utilizar, se nos hace bastante enrevesado: En algunas estaciones, dependiendo de la dirección en la que cojas la línea, tienes que entrar por una boca de metro u otra; hay líneas locales, que paran en todas las estaciones, y express, que paran sólo en algunas; varias líneas pueden pasar por la misma vía; para bajarse en la estación de South Ferry (desde donde se coge el ferry gratuito a Staten Island, para hacerle fotos a la Estatua de la Libertad) hay que estar montado en uno de los primeros cinco vagones; a últimas horas de la noche y los fines de semana algunas líneas cambian… De todas formas, con un poco de experiencia y leyendo todos los carteles que te pongan por delante, enseguida le coges el tranquillo. Tanto es así que durante nuestra estancia varias personas nos preguntaron en el metro y los supimos orientar rápidamente. Además es muy rápido y, a pesar del sórdido aspecto de la mayoría de las estaciones, muy seguro: Nosotros no tuvimos sensación de peligro en ningún momento y eso que hay días en que lo cogimos pasadas las doce de la noche. En mi opinión es menos probable, hoy por hoy, morir en el metro de Nueva York de un navajazo que de un pasmo, dada la potencia con la que ponen el aire acondicionado en los vagones. Claro que esto del aire acondicionado a toda potencia es algo de lo más normal en Nueva York: Vas por la calle, bajo un sol de justicia, y al pasar por delante de una tienda de la que sale alguien, sientes una ráfaga de viento polar; en el Metropolitan, que es un pedazo de museo descomunal, Dorami iba aterida, arrebujándose en un chal…

Otro lugar con fama de conflictivo es Harlem. Nosotros tampoco tuvimos ningún problema y, la verdad, lo poco que vimos del barrio nos pareció bastante coquetón. Aunque es cierto que tampoco es que fuésemos a las calles más sórdidas a comprar crack… Fuimos a misa, a una de esas misas de gospel que salen en las películas. En principio fuimos a la más famosa, la de la Abyssinian Baptist Church, pero, al llegar allí, nos dijeron que más nos valía que nos buscásemos otra iglesia, porque a la vuelta de la esquina había ochocientos turistas haciendo cola para entrar. Nos indicaron otra iglesia, un par de calles más al norte, y a ella nos fuimos. Allí nos dijeron que éramos bienvenidos, pero que teníamos que tener en cuenta que era una misa para la gente del barrio y que no era tan espectacular como las más frecuentadas por los turistas. De todas formas nos quedamos y la experiencia mereció la pena. Aunque los coros no eran, lógicamente, como los del cine, los predicadores y la propia congregación sobrepasan a la ficción. Los predicadores cantan, cuentan chistes, se apasionan como si estuviesen retransmitiendo un partido de futbol y los fieles intervienen continuamente con sus “amen!” o sus “it’s right!”. Cuando uno de los predicadores terminó su homilía sobre la necesidad de dar gracias a Dios, tuvimos que esperar un buen rato a que una señora se cansara de gritar: “Thank you! Thank you, Lord!”

El día anterior nos habíamos encontrado con otro acto religioso, esta vez en pleno centro de Times Square, en medio de las luces de neón perpetuamente encendidas, las cintas luminosas con las últimas noticias y las pantallas gigantes que emiten anuncios constantemente. Bajo un cartelón que decía “Jesus loves New York” habían montado un escenario desde el que diversos predicadores arengaban a la multitud. Cuando nosotros llegamos era el turno de un tal Kim Clement, un tío a medias entre profeta y estrella de rock, que tenía montado una especie de musical en el que disputaba con el Diablo por la salvación de una chica arrastrada al pecado por la bebida, las drogas y el sexo prematrimonial. En mi opinión, la obrita cuadraba más en un festival de fin de curso que en el corazón del Distrito de los Teatros, pero hay que reconocer que el público estaba como loco, gritándole a los actores como los niños en una obra de guiñol: “¡No! ¡Cuidado! ¡El lobo está detrás del árbol!”

Por último no puedo resistirme a hablaros de otro lugar curioso: Coney Island, con su playa y su parque de atracciones. Se trata de una playa popular, así que vais a encontrárosla llena de hispanos. De todas formas, al menos cuando nosotros estuvimos, y eso que fue un viernes, que es el día en que hay fuegos artificiales, no había demasiada gente. Aun así, algunos bañistas tenían cuidadosamente delimitada su parcelita, no con sus toallas, como aquí, en España, sino con cuatro banderitas americanas. El parque de atracciones es de lo más peculiar: Tiene un aspecto bastante cutre, como de feria de pueblo pero a lo bestia. Junto a atracciones como una noria bastante curiosa y una montaña rusa con muy buena pinta, tiene otras que son de traca: el “Tiro al friqui”; una pista de coches de choque en un local, como si fuera una tienda cualquiera; un museo de los monstruos; la típica de las películas en la que tienes que acertarle a una diana para que un tipejo caiga a un tanque de agua…

Pues con este artículo, que se me ha extendido algo más de la cuenta, hemos llegado al final de la serie dedicada a nuestras peripecias en Nueva York, una ciudad maravillosa, que nos ha sorprendido muy gratamente y en la que hemos pasado unas estupendas vacaciones. De todas formas, ya sabéis donde estamos si tenéis alguna duda sobre un futuro viaje que pensáis que os podemos ayudar a resolver.