El pasado fin de semana, Jajaja y yo estuvimos en una boda. Bueno, en una boda no: en la boda. Desde que Ana y yo éramos unas niñas, nos imaginábamos el día de nuestra boda. Es más, hasta llegamos a poner nombres propios a nuestros respectivos contrayentes: Apolo y Starbuck. Bueno, no estaban ninguno de los dos, ni tampoco Galáctica, su nave insignia. Éramos muchos invitados, pero sobre todo, eran Ana y Jaime. Tras una ceremonia eclesiástica de una hora y media (sí, digo bien) empezó lo mejor: una espicha con productos típicos de mi tierra, amenizada con la Banda de gaitas El Rapigueiro. Y después de la espicha, a seguir comiendo pues llegaba la cena: mariscos, pescados, carnes, postres (tarta nupcial, arroz con leche, pastelitos…). Los vinos estuvieron totalmente a la altura: Vínculo (tinto), Lágrima (blanco), ambos de la Mancha. ¡Y después a bailar y barra libre!
Fue una boda atípica en todos los sentidos: la ceremonia prácticamente no incluyó ninguna oración, sino que estuvo compuesta por lecturas y canciones que los dos habían seleccionado cuidadosamente. ¿Y qué decir del vestido? El más original que he visto jamás (vale, no he visto muchos). Era corto, de color champán, con una especie de fajín de color violeta y un corazón con pétalos naranjas en la parte inferior delantera. Los zapatos y el abrigo eran del mismo color: naranja. En el traje del novio no me fijé mucho, pero creo recordar que era oscuro con un chaleco y corbata en colores vivos. La madre de la novia y su hermana iban espectaculares. De los demás invitados, destacaría a mi prima Bea, que es monísima de la muerte y llevaba un vestido al estilo “tigresa del oriente” que le favorecía muchísimo. El chal de Montse me encantó, lo mismo que el peinado de mi tía Mariki y la flor que llevaba mi madre en la solapa…
Me quedo, sobre todo, con dos escenas: cuando le regalamos a los novios una bota de vino que, por cierto, ruló por todas las mesas, y el momento en que abrieron el baile vestidos ambos de payasos con los acordes de la canción de nuestra infancia: “cómo me pica la nariz…” Ellos son así: diferentes. Fue todo un placer pasar un día tan especial a su lado. Por cierto, mi chati y yo pusimos en práctica nuestra primera lección de bailes de salón. De momento, sólo nos han enseñado un poquito de merengue, pero tiempo al tiempo. Bueno, pero eso es otra historia.
P.D.: he intentado ser un poquito superficial, espero haberlo conseguido. Ea!
P.D.: he intentado ser un poquito superficial, espero haberlo conseguido. Ea!
2 comentarios:
Seguro que la boda de Borja Thyssen y Blanca Cuesta no superó a esta que narras, Dorami.
Me encanta eso de comenzar el baile con canciones de los payasos de la tele, lo que no entiendo es de qué os sirvieron vuestros conocimientos de merengue con ese tipo de música. Yo pensaba que las canciones de los payasos no tenían una coreografía especial (como no fuese algo así como ponerse a dar vueltas unos persiguiendo a otros para lanzarles tartas de merengue).
Y ahora “esijo” que definas eso de “espicha”. Lo he buscado en el diccionario de la RAE y no aparece, así que me he quedado sin saber si se trata de un piscolabis (eso sí viene en el diccionario) o de un discurso (del inglés “speech”).
Y ahora unos vítores:
¡VIVAN APOLO Y STARBUCK! (¿Será este último el dueño de la cadena de cafeterías con ese nombre?)
¡VIVAN LOS CHIRIPITIFLÁUTICOS!
¡VIVA EL TÍO AQUILES!
¡VIVA MARÍA LUISA SECO! (un minuto de silencio por su eterno descanso).
Estimado Meteorismo: hay cosas que no no se encuentran en el diccionario, sencillamente porque no se pueden definir. Una espicha no es un concepto, es una filosofía de vida: comer, beber, bailar y, por supuesto, terminar con el "Asturias patria querida..." ¿Te apuntas? Sólo hay una condición: no te puedes sentar.
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