Hola, gente. Hoy rompemos un largo silencio motivado por nuestras largas y merecidas vacaciones de Semana Santa, compromisos familiares y profesionales y falta de inspiración y/o ganas. Tenemos un montón de cosas de las que hablaros: nuestro fin de semana en Lugo, la ruta por el Río del Oro, la culpa fue de María, Rafael Azcona, las Jornadas Rito-gastronómicas de la Matanza del Burgo de Osma, Marramiau y el sexo, Calatañazor y su tele-centro…
Con tantas cosas por contar necesitaremos un poco de organización, así que sigamos el sabio consejo de Jack el Destripador y “vayamos por partes”. Empecemos por la Semana Santa, en la que estuvimos visitando a la familia de Dorami, en Asturias. Antes de dejarnos caer por el Principado hicimos una escapadilla a la comunidad vecina, Galicia, concretamente a la ciudad de Lugo. Para un estudiante de Historia, como yo, una visita a esta ciudad es altamente recomendable. Lucus Augusti (“altar de Augusto”) fue fundada al terminar las guerras cántabras como capital de un convento jurídico (una división administrativa romana). Los romanos dejaron en ella numerosos rastros. El más evidente de ellos la muralla que circunda el centro histórico. Dicha muralla, que es Patrimonio de la Humanidad, se ha convertido en nuestros días en uno de los paseos favoritos de los lucenses, junto con el de la orilla del Miño. Otro de los vestigios del Lugo romano podéis verlos en Batitales (la Casa de los Mosaicos) donde una diminuta puerta en la calle Doctor Castro (muy cerca de la Plaza Mayor y la oficina de turismo) da paso a la excavación de una domus romana de considerables dimensiones. Solo se puede ver una pequeña parte: el oecus, un comedor de invierno y parte del patio, ya que la mayor parte de la vivienda se encuentra bajo las casas adyacentes, pero solo con lo que puede verse la visita se hace imprescindible. También hay mosaicos romanos en el Museo Provincial, junto con una variada colección de Arte, tanto antiguo como contemporáneo, y una sala de exposiciones en Porta Miña que funciona como centro de interpretación (¿de dónde habrá salido semejante expresión?) del Lugo romano. Para terminar con los vestigios romanos nos acercamos al balneario, en cuyo sótano aparecen restos de las antiguas termas. Además, así aprovechamos para pasear un rato por la orilla del río. Aparte de los restos romanos podéis visitar la catedral, que es como la ciudad: pequeñita pero coquetona.
Otra de las razones por las que debéis visitar Lugo es la gastronómica. Nosotros comimos y cenamos a base de tapeo. Por la zona de la rua Nova tenéis multitud de bares donde podéis degustar las especialidades del lugar. El primero en el que estuvimos fue el 101 Vinos, en la rua do Miño. Pedimos dos mencías y nos ofrecieron un par de platos con titánicos trozos de tortilla, queso freso, lacón… para que cogiéramos la tapa. Además el camarero nos dijo: “De cocina tengo: zorza, macarrones, ensaladilla rusa y chorizos al vino”. Al principio pensamos que era por si queríamos pedir alguna ración, pero entonces me di cuenta que había gente que tenía unos cuenquitos delante que no correspondían a lo que nos habían ofrecido al principio, así que yo pedí zorza (que me encanta) y Dorami ensaladilla (que le encanta). Efectivamente, se trataba de tapas que iban con los vinos. Y no solo allí. En una jamonería que visitamos más tarde nos dieron lomo y pinchos morunos, en otro, fideos con carne y lacón… Para bajar la cena del sábado fuimos a tomar un digestivo a un local que había descubierto Dorami por “Internés” en el que ofrecen habitualmente música en directo, el Clavicémbalo. Ese día tocaba Mielotxin, un grupo navarro de folk. A nosotros nos gustaron bastante; os dejo aquí un vídeo que encontré en YouTube para que os forméis vuestra propia opinión:
“¡Qué bien! ¡Nos encanta todo lo que nos has contado! ¡Nosotros también queremos ir a Lugo!”, exclamaréis. “¿Dónde podemos alojarnos?”, nos preguntaréis. Nosotros nos alojamos en el Hotel Ciudad de Lugo, muy cerca de la Muralla, en el que nos dieron una habitación con salón y cocina por algo menos de 50€ (también es apartahotel).
Y si queréis llevaros un recuerdo aun más dulce de vuestro viaje, no dejéis de pasar por la Pastelería Migas, en la rua de San Roque, y comprar una tarta de Santiago. Exquisita.
Con tantas cosas por contar necesitaremos un poco de organización, así que sigamos el sabio consejo de Jack el Destripador y “vayamos por partes”. Empecemos por la Semana Santa, en la que estuvimos visitando a la familia de Dorami, en Asturias. Antes de dejarnos caer por el Principado hicimos una escapadilla a la comunidad vecina, Galicia, concretamente a la ciudad de Lugo. Para un estudiante de Historia, como yo, una visita a esta ciudad es altamente recomendable. Lucus Augusti (“altar de Augusto”) fue fundada al terminar las guerras cántabras como capital de un convento jurídico (una división administrativa romana). Los romanos dejaron en ella numerosos rastros. El más evidente de ellos la muralla que circunda el centro histórico. Dicha muralla, que es Patrimonio de la Humanidad, se ha convertido en nuestros días en uno de los paseos favoritos de los lucenses, junto con el de la orilla del Miño. Otro de los vestigios del Lugo romano podéis verlos en Batitales (la Casa de los Mosaicos) donde una diminuta puerta en la calle Doctor Castro (muy cerca de la Plaza Mayor y la oficina de turismo) da paso a la excavación de una domus romana de considerables dimensiones. Solo se puede ver una pequeña parte: el oecus, un comedor de invierno y parte del patio, ya que la mayor parte de la vivienda se encuentra bajo las casas adyacentes, pero solo con lo que puede verse la visita se hace imprescindible. También hay mosaicos romanos en el Museo Provincial, junto con una variada colección de Arte, tanto antiguo como contemporáneo, y una sala de exposiciones en Porta Miña que funciona como centro de interpretación (¿de dónde habrá salido semejante expresión?) del Lugo romano. Para terminar con los vestigios romanos nos acercamos al balneario, en cuyo sótano aparecen restos de las antiguas termas. Además, así aprovechamos para pasear un rato por la orilla del río. Aparte de los restos romanos podéis visitar la catedral, que es como la ciudad: pequeñita pero coquetona.
Otra de las razones por las que debéis visitar Lugo es la gastronómica. Nosotros comimos y cenamos a base de tapeo. Por la zona de la rua Nova tenéis multitud de bares donde podéis degustar las especialidades del lugar. El primero en el que estuvimos fue el 101 Vinos, en la rua do Miño. Pedimos dos mencías y nos ofrecieron un par de platos con titánicos trozos de tortilla, queso freso, lacón… para que cogiéramos la tapa. Además el camarero nos dijo: “De cocina tengo: zorza, macarrones, ensaladilla rusa y chorizos al vino”. Al principio pensamos que era por si queríamos pedir alguna ración, pero entonces me di cuenta que había gente que tenía unos cuenquitos delante que no correspondían a lo que nos habían ofrecido al principio, así que yo pedí zorza (que me encanta) y Dorami ensaladilla (que le encanta). Efectivamente, se trataba de tapas que iban con los vinos. Y no solo allí. En una jamonería que visitamos más tarde nos dieron lomo y pinchos morunos, en otro, fideos con carne y lacón… Para bajar la cena del sábado fuimos a tomar un digestivo a un local que había descubierto Dorami por “Internés” en el que ofrecen habitualmente música en directo, el Clavicémbalo. Ese día tocaba Mielotxin, un grupo navarro de folk. A nosotros nos gustaron bastante; os dejo aquí un vídeo que encontré en YouTube para que os forméis vuestra propia opinión:
“¡Qué bien! ¡Nos encanta todo lo que nos has contado! ¡Nosotros también queremos ir a Lugo!”, exclamaréis. “¿Dónde podemos alojarnos?”, nos preguntaréis. Nosotros nos alojamos en el Hotel Ciudad de Lugo, muy cerca de la Muralla, en el que nos dieron una habitación con salón y cocina por algo menos de 50€ (también es apartahotel).
Y si queréis llevaros un recuerdo aun más dulce de vuestro viaje, no dejéis de pasar por la Pastelería Migas, en la rua de San Roque, y comprar una tarta de Santiago. Exquisita.