martes, 11 de noviembre de 2008

Córdoba...lejana y sola

Córdoba.
Lejana y sola.

Jaca negra, luna grande,
y aceitunas en mi alforja.
Aunque sepa los caminos
yo nunca llegaré a Córdoba.

Por el llano, por el viento,
jaca negra, luna roja.
La muerte me está mirando
desde las torres de Córdoba.

¡Ay qué camino tan largo!
¡Ay mi jaca valerosa!
¡Ay que la muerte me espera,
antes de llegar a Córdoba!

Córdoba.
Lejana y sola.

Está visto que en estos tiempos que corren ya no se respeta a nadie: ni a Federico García Lorca siquiera. Como ya os conté en el anterior artículo, hace un par de fines de semana fuimos a Córdoba. Y de lejana, nada: desde Atocha tardamos solamente una hora y cuarenta minutos en plantarnos en el centro de la antigua capital del Califato de Al-Andalus. Desde allí, en un “tasis”, llegamos en un momento a nuestro alojamiento: el Hotel Plateros, en la Plaza de Séneca. Muy nuevo, muy coquetón y muy bien situado, apenas a 5 minutos paseando de la Mezquita. Y bien de precio, la noche nos salió por 53 €.

Una vez instalados, salimos a dar una vuelta y ¡nueva puñalada al poeta! ¿Sola? Ojalá, aquello era un hervidero de turistas de todas las nacionalidades, parecía una romería. Como era viernes, aprovechamos para visitar el Alcázar de los Reyes Cristianos, que ese día es gratis, en el que lo más destacado son sus jardines. Ese día no pudimos disfrutarlos como se merecerían, porque nos cayó agua a cántaros. De todas formas para visitar la Mezquita-Catedral y Medina Azahara, que son los monumentos fundamentales que hay que ver en Córdoba a mi parecer, gozamos de un tiempo estupendo.

La Mezquita fue construida por Abderramán I cuando se proclamó emir e independizó Al-Ándalus del califato abbasí. Abderramán debió pensar que su capital requería una mezquita como Alá manda (ya basta de utilizar iglesias visigodas reconvertidas) y construye una gran mezquita a imitación de la de Damasco. Posteriormente fue ampliada por otros gobernantes, entre ellos Almanzor, que, para hacerse perdonar que no era más que un dictador militar, se labró una imagen de gran religiosidad a base de construir mezquitas y mandar infieles al otro barrio. El resultado es una maravilla. Todo lo contrario a un estilo como el gótico cristiano (que es mi favorito en lo que a arquitectura religiosa se refiere), pero una maravilla. Donde este estilo nos ofrece un edificio que se remonta hacia el cielo inundado de luz, la Mezquita de Córdoba es como un palmeral de columnas sumergido en la penumbra, un lugar que invita al recogimiento y la meditación. En cuanto a su transformación en catedral, la verdad es que proporciona un pastiche bastante sorprendente. Pero la nave principal y el altar mayor no desmerecerían en ninguna otra catedral y, lo que es más importante, evitó que la arrasaran como pasó con muchas otras mezquitas y con muchas iglesias antes de esto. La visita merece los 8 eurazos que vale, aunque, si sois madrugadores y llegáis antes de las diez, os saldrá gratis.

Medina Azahara la construyó otro Abderramán, el tercero. La leyenda habla de una concubina por cuyo amor el califa construyó una nueva ciudad a las afueras de Córdoba, en las faldas de Sierra Morena. La realidad es más prosaica y más apasionante. Abderramán se proclamó califa, es decir supremo líder religioso (al tiempo que político), para dificultar la penetración en Al-Andalus de las ideas de los fatimíes norteafricanos que propugnaban una visión más igualitaria del Islam. También puso en orden el patio trasero, vamos que arreó candela a base de bien a los cristianos, que últimamente estaban muy envalentonados, y, como culminación de su obra, se dedicó a edificar una capital digna del estado más poderoso de Occidente. Y la verdad es que lo consiguió: lo poco que hay excavado es una maravilla. Es fácil imaginarse la estupefacción de los enviados de los reinos cristianos cuando, después de atravesar la ciudad y los jardines del palacio, llegaban al salón del trono, con sus paredes de piedra completamente labradas con versículos del Corán y dibujos del árbol de la vida: “Poderoso califa, venimos a rogarte ayuda contra los navarros, que son unos cabrones. A cambio te ofrecemos diez villas a la orilla del Duero”. En este caso la visita es gratis, pero si no vais a Córdoba en coche tendréis que coger un autobús cuyos billetes se compran en los puntos de información municipales. Y, aunque vayáis en coche, casi os recomendaría que utilizaseis también el autobús: Abderramán III no pensó en los coches cuando diseñó su ciudad y el aparcamiento se queda muy escaso para tanto visitante.

Otros lugares que también podéis visitar son el Palacio de Viana, el Museo de Julio Romero de Torres, el Museo Provincial de Arte, los Baños del Alcazar Califal… Aunque a Dorami los baños que más le gustaron no fueron los antiguos. El domingo por la noche fuimos a darnos un baño y un masaje relajante a unos modernos baños árabes: primero tienes la piscina de agua templada relajante, luego pasas a una poza caliente y al cabo de un rato a la fría, lo que provoca un cambio de temperatura que dicen que reactiva la circulación. También hay baño turco, pero como Dorami tiene la tensión baja esas cosas no le convienen mucho. Después del baño y del masaje pasamos a cenar al restaurante, donde disfrutamos de una cena muy rica (excelente el tajin de mero) amenizada por un espectáculo de danza del vientre.

Un restaurante donde también comimos muy bien fue El Bandolero, frente a la Mezquita. Aunque el sitio tenía pinta de caro, la verdad es que de menú se come muy requetebién por un precio razonable. Yo me zampé un salmorejo con virutas de jamón ibérico y huevos de codorniz y un rabo de toro (dos de los platos cordobeses más típicos) que estaban para chuparse los dedos. Otra opción es comer de tapas. Para las tapas nos gustaron especialmente dos tabernas: “La Tapa”, en la calle de los Deanes, cerca de la Catedral, y otra en la Plaza de la Corredera haciendo esquina con Rodríguez Marín, donde nos encontramos con Julio Anguita. Vaya el siguiente número musical por don Julio, un cordobés orgulloso de su tierra pero sabedor de que el verdadero hombre de izquierdas es ciudadano del Mundo, no como estos mindundis que rigen ahora los destinos de Izquierda Unida, que son capaces de pactar con los nacionalistas más cavernícolas por unas briznas de poder.



No podía terminar este artículo, que ya se está extendiendo demasiado, sin mencionar la Taberna de la Cruz del Rastro, al final de la calle de San Fernando, y a su propietario, al que apodamos Sandokán, donde pasamos una noche estupenda el viernes, entre buena cerveza, buena música y un enorme plato de potaje que nos puso el “Tigre de Malasia” de tapa.

9 comentarios:

Peritoni dijo...

Vaya, que no me aparecéis como que habéis actualizado y me pierdo dos entradas...
Estuvimos en Córdoba este año, pero sólo un día y la verdad es que nos encantó. Por lo que veo nos dejamos muchas cosas que ver, pero es que estábamos de paso u no tuvimos mucho tiempo.
Además en la mezquita tenían montado un sarao de unas procesiones o algo así y tenían cerrada la parte árabe, así que desde la catedral vimos lo que pudimos, porque el segurata no nos dejaba ni hacer fotos, el desgraciao.
Tendremos que volver.
Qué guay estos viajes así en plan turista, me apunto lo del hotel, y las tapas, y bueno TODO!.

Besos a los dos.

(la palabra clave es fistro!!!)

Meteorismo galáctico dijo...

¡Qué gran fin de semana! Monumentos, comida… Pero lo más importante, a mi insensato juicio, fue el encuentro con el gran Julio Anguita. Hay políticos o, mejor dicho, ha habido políticos que han sabido bajarse del pedestal y seguir siendo personas normales, y eso es digno de admiración. Y ahora gritad conmigo:

¡VIVA ANGUITA!
¡VIVA ANTOÑITO HERNÁNDEZ MANCHA!
¡VIVA MARCELINO CAMACHO!
¡VIVA GERARDO IGLESIAS!

Peritoni, esa palabra clave que te ha salido merecería un premio. ¡Qué envidia me das! A mí sólo me salen palabras absurdas.

Jajaja dijo...

Alégrome sobremanera, Peritoni, de que te puedan valer nuestras recomendaciones, para una futura vuelta que te recomiendo encarecidamente (que palabros he metido en este párrafo).

Cierto es, Meteorismo, que el encuentro con don Julio fue un hito en nuestro periplo cordobés. Pero para Dorami el culmen fue lo de los baños árabes. Ya está diciéndome que algún día tenemos que ir a los de Madrid.

P.D.: ¿Fistro? ¿Palabra clave? ¿Me he perdido algo?

Meteorismo galáctico dijo...

Sí, Jajaja, Peritoni se refiere (creo yo) a la palabra clave que se solicita cuando vas a publicar un comentario ¿Te da cuén?

Jajaja dijo...

¡Aaah! Acabáramos.

P.D.: Mi palabra clave ahora es "untsti".

Anónimo dijo...

Estoy con Meteorismo, ni Medina Azahara, ni las tapas ni la Mezquita, lo más de lo más es encontrarse al grandísimo, ¡en pie!, Don Julio Anguita, tan grande como Marcelino Camacho o Gerardo Iglesias..

FERNANDO SANCHEZ POSTIGO dijo...

Debo ir a la bella Cordoba. Es una ciudad que merece ser visitada. La Mezquita, sus puentes romanos, sus calles blancas,...

un beso.

Jajaja dijo...

Estoy de acuerdo con Meteorismo y contigo, Antares, en que encontrarse con don Julio es "grandismo" (mucho más que con Gerardo o con don Marcelino, donde va a parar). De todas formas para nosotros el culmen del viaje fue lo de los baños árabes. Aunque, ya se sabe, los gatos es que somos mucho de lavarnos.

Puente, Fernando, puente. Hasta donde yo sé, solo hay un puente romano en Córdoba, el que une la zona de la Catedral con el Campo de la Verdad. Y, bueno, romano, lo que se dice romano, solo quedan dos arcos. En lo que sí tienes razón es en que merece la pena visitar la ciudad. Hala, ya estás tardando.

Anónimo dijo...

Pensaba que había más puentes romanos en Córdoba y sus alrededores. Un abrazo.