viernes, 22 de febrero de 2008

Estamos en campaña

Hoy ha arrancado la campaña electoral con la tradicional pegada de carteles…

Sí, sí, no es coña.

Pero si Zapatero, Rajoy y compañía llevan ya meses de periplo por la geografía nacional, si desde hace tiempo miremos donde miremos cuando vamos por la calle no vemos otra cosa que cartelitos con sus jetas acompañadas de grotescos eslóganes, diréis.

Pues os aseguro que es hoy cuando comienza la campaña electoral. Lo dice bien claro el Ministerio del Interior. Hasta hoy estábamos en ese tiempo brumoso conocido con el nombre de “precampaña”, un tiempo en el que los políticos recorren España sin hacer otra cosa que prometer el oro y el moro y advertir al electorado que votar a su adversario garantiza la repetición en nuestras carnes mortales de las siete plagas de Egipto. Y me pregunto yo: “¿Tan bien estamos en este país como para que los que se supone que tienen la obligación de gobernarlo abandonen su trabajo durante varios meses?”. Y digo más: “Estos meses que se están pasando de viajecitos, ¿se los estamos pagando de nuestros bolsillos?”. Yo conozco a más de uno y más de dos servidores públicos, funcionarios interinos, que tienen que cogerse días de vacaciones o, en el caso inhabitual en que se lo permitan, días sin empleo y sueldo para preparar sus oposiciones y poder mantener su puesto de trabajo. ¿Por qué hemos de pagarles entonces a nuestros políticos por el tiempo exagerado que se pasan vendiéndonos la moto con el fin de obtener o mantener un cargo público? ¿Hemos oído aunque sea una sola propuesta interesante durante esta precampaña? ¿Alguna idea aparte de prometernos dinero, dinero que, no nos olvidemos, tendrá que salir de nuestros impuestos? ¿Ha servido de algo la precampaña, aparte de para malgastar los fondos de los partidos políticos, fondos que, por supuesto, salen en su mayor parte de las generosas arcas del Estado?

Los partidos políticos han dejado de ser, si alguna vez lo fueron, la correa de transmisión de las inquietudes políticas de la ciudadanía para convertirse en maquinaria de ganar elecciones, mecanismos para conseguir empleos para la oligarquía del partido a costa del erario público. Ocupar un cargo político, no nos engañemos, significa cada vez menos servir al pueblo que los ha elegido y más tener un puesto de trabajo cómodo, bien pagado y en el que se disfruta de un poder no desdeñable. No hay más que recordar ejemplos como el de Miguel Sebastián. Este señor, al que se nos vendió como un ejemplo de honradez y como una cabeza privilegiada que iba a sanear el Ayuntamiento de Madrid, se rajó miserablemente cuando no se cumplió su ambición de alcanzar el cargo de alcalde, desairando a todos los electores que, seguro, no desdeñarían que una persona honrada y de su (supuesta) capacidad como economista se sentase en la Casa de la Villa, aunque fuese en la oposición.

He hablado de Miguel Sebastián por ser un caso conocido a nivel nacional pero estoy seguro que no me faltarían más ejemplos. El de José Manuel Molina, exalcalde de Toledo por el Partido Popular, sin ir más lejos. Este señor, que con su inexistente gestión consiguió entregar a PSOE e IU la alcaldía de una de las ciudades más conservadoras de España, al no poder repetir en el cargo, traicionó la confianza que miles de toledanos habían depositado en él (Dios sabrá por qué) renunciando a su puesto como concejal de la oposición.

No son estos los ejemplos más cercanos en el tiempo. Hace unos meses Gallardón y Esperanza Aguirre estaban dispuestos a abandonar tan ricamente a los madrileños que les habían votado por razones de ambición personal. Las promesas hechas valían bastante menos que una buena posición en la lucha fratricida para suceder al líder de su partido.

Decía George Bernard Shaw: “La Democracia es el sistema político que garantiza que no seamos mejor gobernados de lo que nos merecemos”. Quizá en nuestra España de Raúl y Belén Esteban no merezcamos demasiado, pero, ¿es esto lo máximo a lo que podemos aspirar?

P.D.: Gracias a nuestra colaboradora Hel por darme a conocer la campaña "Cthulhu Presidente", uno de cuyos carteles podéis ver aquí arriba.

4 comentarios:

Meteorismo galáctico dijo...

Te noto completamente crispado, Jajaja. Veo que aún no has comprendido la esencia de la Democracia (hay que escribir con mayúscula esta gran palabra). Nuestros políticos sacrifican sus vidas para entregarlas plenamente al servicio del Pueblo (¡Otra bella y sagrada palabra!), así que lo menos que podemos hacer es permitirles que cobren un sueldo digno y que hagan las reformas que estimen oportunas, a cuenta de las arcas estatales, en las viviendas del Patrimonio Nacional que ocupen mientras nos prestan servicio.

Que el PP tenga un presupuesto de 20 millones de euros para su campaña electoral y el PSOE otros 12 (¡qué sobrios son los de ZP!) es algo que indica la gran importancia de este periodo tan decisivo para el afianzamiento de las libertades en esta nación de naciones.

Nuestros políticos se merecen todos los meses de vacaciones que estimen oportunos. Es más, tal vez si tuviesen doce meses de asueto las cosas funcionarían mejor aún de lo que ya funcionan (porque todo va de maravilla, y el que lo dude será porque es un cavernícola de la extrema derecha).

¡VIVA LA CAMPAÑA ELECTORAL!
¡VIVA LA DEMOCRACIA!
¡VIVAN LOS DEBATES!
¡VIVA LA NECEDAD!

Anónimo dijo...

Coincido con Jajaja en apoyar la candidatura de Ctulhu, ¡nadie mejor que un Primigenio para resolver los problemas de esta nación de naciones!

Jajaja dijo...

No estoy crispado, Meteorismo, sino iracundo. Embargado de justa ira. Por el derroche que representa la campaña electoral, por el desfile de despropósitos que se acumulan en las promesas electorales, por la falta de vergüenza de buena parte de la clase política… Es necesario hacer una limpieza en la clase política, entre aquellos que se toman la Administración pública como si fuera un cortijo. Aquí es donde entra el gran Cthulhu (Iä, Iä, Cthulhu fhtagn!), cuya candidatura Antares y yo aplaudimos: desde su escaño en el Parlamento devorará los cuerpos y almas de los malos diputados (y, de paso, de los buenos) promoviendo de este modo la regeneración de la clase política española.

Anónimo dijo...

hacer las cosas sin interés és imposible pero si las haces luego puedes sentirte culpable en el supuesto de que por ejemplo una campaña electoral sea sólo lo que dure