viernes, 2 de marzo de 2007

La antesala de la felicidad


Prácticamente no he pegado ojo esta noche, las hormigas, no las blancas, sino otras bastantes más inocentes que acompañan todos mis despertares a través de la persiana que ilumina mi alcoba han sido testigo de mi desasosiego nocturno: ¡ya tenemos blog! ¿Cuál es el problema? ¿Por qué el insomnio? Muy sencillo: el problema no está en el “ya”, tampoco en el “blog”, sino en el “tenemos”. Mi chati y yo hemos decidido tomar la decisión más importante de nuestra todavía breve relación: construir un blog conjunto.

Por cierto, y hablando de escribir, tengo que contar algo para inaugurar mi cachito de blog. Quizás un buen comienzo sería un pequeño comentario sobre la felicidad. Desde los orígenes mismos de la historia del pensamiento, el secreto de la felicidad, ha sido objeto de profundas reflexiones. Nos han hablado de autoconocimiento, de placer físico y/o espiritual, de vivir al margen de normas y convenciones sociales. Incluso un tal Diógenes de Sínope nos incita a una viva austera, donde sobra casi todo (incluidos los “Alejandros Magnos” que nos impiden disfrutar del solecito). En fin, hay respuestas para todos los gustos. Recientemente, he leído un libro de Eduardo Punset sobre este tema: El viaje a la felicidad: las nuevas claves científicas. Ediciones Destino, 2005. Para el autor el secreto de la felicidad está en la sala de espera. Ilustra su idea con el comportamiento de su perra, que es mucho más feliz mientras espera la comida que en el propio acto de comer. Ciertamente, son muchas las ocasiones en que nos hace más felices el período en el que esperamos que acontezca aquello que creemos que nos va a hacer felices. ¿Qué pensáis? ¿Puede estar la felicidad en imaginarla? Bueno, yo tengo una matización: esperarte, imaginarte, me hacía feliz. Pero el tenerte, acariciarte, verte, me hace mucho más. Es una cursilada, pero no podía terminar de otra manera… Bueno, esto es sólo una tregua. Prometo maullar más alto.

5 comentarios:

Meteorismo galáctico dijo...

Estimada Dorami(me encanta conocer a la "chati" de Jajaja que, a su vez, es tu "chati"):

Don Eduardo Punset es ídolo mío y del gran Antares por su peculiar simpatía y la gran marginalidad a la que se someten sus programas en Televisión Española. Tu referencia a él me llena de regocijo y, además, estoy básicamente de acuerdo con su postulado.

Soñar con algo suele ser más gozoso que disfrutarlo una vez que se ha conseguido. Pondré un ejemplo personal: Yo me paso medio año preparándome para correr la maratón de Madrid (una majadería como cualquier otra de las que entretienen mi tiempo), y el día de la carrera (a finales de abril), tras el intenso pero efímero gozo de cruzar la meta exhausto pero feliz por haber cumplido un año más con mi propósito, vuelvo a la realidad de mis músculos doloridos, mis ganas de vomitar y mis incógnitas sobre si debería seguir sometiéndome a esa tortura anual. En fin, que, una vez alcanzada mi meta (nunca mejor dicho), toda la ilusión de los meses previos se desvanece hasta que, pasados otros cuantos, regresa la fiebre preparatoria de la siguiente prueba.

Y así va la vida, dando vueltas y más vueltas.

Y ahora, antes de despedirme, para obrar como tantos y tantos palurdos que llaman a los “pogramas” de “arradio”, os diré eso de: Enhorabuena por vuestro blog. Lo leo todos los días y me encanta. Sois como mi familia. Me hacéis una compañía grandísima (es que no tengo amigos).

Saludos cordiales y, por supuesto diodenales.

Jajaja dijo...

Siento disentir con el Sr. Punset, que al parecer cuenta aquí con una legión de admiradores, pero a mí me parece que la felicidad presenta múltiples facetas, cual diamante tallado. Una de estas facetas, que no es la de la anticipación la voy a ilustrar a través de un ejemplo de la vida diaria, para no ser menos que Meteorismo.

Hace un par de domingos volvíamos Dorami y yo del Carnaval de Villarrobledo, conduciendo hacia la puesta de sol (como Lucky Luke) bajo uno de esos inmensos cielos manchegos que parecen una erupción volcánica (palabra). Dorami, que es de un pueblo de montaña, es especialmente sensible a la belleza del cielo. No sé si sería por eso o por algún extraño mecanismo de la mente femenina que permanece desconocido al varón de la especie, dijo de pronto: “Sabes, tengo la sensación de que todo está bien”. Lo pensé y la verdad es que, por lo menos en lo que a mí respecta, era cierto: volvía a casa después de habérmelo pasado teta el fin de semana (y de hacerme una foto con Mazinger Z, ¡¡¡Mazinger Z!!!), estaba (estoy, en sentido amplio) con la mujer a la que quiero, mi familia y mis amigos están bien, que yo sepa, al día siguiente tenía que trabajar, pero al fin y al cabo es un trabajo seguro, que no me estresa y que me permite llevarme un buen sueldo a final de mes. Todo estaba bien y sentí una sensación de felicidad que me recorría desde los (escasos) pelos de la cabeza hasta los dedos de los pies.

No es que me pase todo el día sintiéndome lelamente feliz, pero he de confesar que, por lo menos por ahora, soy una persona feliz, no con lo que anticipo sino con lo que soy (o como estoy, no lo tengo muy claro). Y también soy un poquito feliz por enmendarle la plana a Punset.

Anónimo dijo...

Pues para comenzar mi participación (como comentarista invitada) en este blog (a lo que he sido formalmente invitada por su mitad femenina), me dispongo a enmendarle la plana al que le enmienda la plana a Punset, recurriendo al gran Platón. Para él la felicidad no puede ser un momento, ni un estado de mayor o menor plenitud en el que se siente ese “alelamiento”, placer intenso o como queramos llamarlo. La felicidad (eudaimonía en griego) es un proceso, un camino, que consiste en “hacerse cada vez más parecidos a los dioses”. Ese camino debe tener un motor, el Eros, y un guía (y aquí viene la parte aburridamente griega del asunto): la Razón. Claro, eso excluye los cielos perfectos y las road movies manchegas, pero nadie ha dicho que el abuelo de la toga vaya a tener siempre razón…
También quiero aprovechar el momento para saludar a mi familia, que me estará leyendo, y felicitaros por el blog, que os ha salido muy mono. Prometo seguir leyéndoos.
Marramiau

Meteorismo galáctico dijo...

Me he quedado extasiado tras leer la aportación de nuestra anónima amiga. ¡Qué erudición! Sin duda estás a la altura (o por encima) del gran Punset.

¡VIVA LA CULTURA!
¡VIVA LA NECEDAD!

Jajaja dijo...

Yo dije que la felicidad era polifacética y por tanto no puede reducirse a la anticipación, igual que no puede reducirse al momento. En cuanto a Platón, entiendo que habla más bien de lo que “debería ser”, no de lo que “es”, porque si no, introduciendo la Razón como guía en la búsqueda de la felicidad, condena a la infelicidad a la mayor parte de la Humanidad (visto como está el patio).

De todas formas, Platón es Platón (hasta aquí vamos bien) y yo no me atrevo solo con él. Así que me he traído a unos cuantos porteros de discoteca y a Giordano Bruno y le vamos a dar la del pulpo. Giordano, en plan italiano chulito, le manda este recado: “La ignorancia es la madre de la felicidad y de la bienaventuranza sexual”. Ahí queda eso.

¡VIVA LA IGNORANCIA!
¡VIVA LA BIENAVENTURANZA SEXUAL!