lunes, 19 de marzo de 2007

Interrogantes esenciales de mi ser en el mundo


Quiero comentar algunos de los interrogantes esenciales de mi vida cotidiana. El objetivo de esta reflexión tan íntima que comparto públicamente no es tanto que me sugiráis alguna posible respuesta (que será bienvenida), cuanto que me podáis tranquilizar con sensaciones más o menos empáticas. Ahí va, pues: ¿por qué bajo el volumen de la radio cuando me dispongo a aparcar el coche? ¿Por qué saludo a la gente que me cruzo en la escalera de un portal y no a la gente que me cruzo en las escaleras de un hospital, de una biblioteca, de un centro comercial o de un manicomio? ¿Por qué no tengo reparos en pasar la noche con un desconocido en un autobús, con el que comparto asientos, ronquidos e incluso hombro, y sí en compartir una noche de hotel, donde las camas están más separadas? ¿Por qué cuando me identifico digo que “soy yo”, cuando todo el mundo se llama exactamente igual? ¿Por qué cuando llego a casa lo primero que hago es encender la tele aunque no le haga ni caso? ¿Por qué tengo la sensación de que los mosquitos siempre me pican a mí –por cierto, dónde se meten estos bichos en invierno?¿Por qué soy incapaz de sobrevivir sin post-it de múltiples colores que voy dejando por doquier? Y lo más importante de todo: ¿por qué cuando subo unas escaleras siempre voy delante de mi “chati”?

6 comentarios:

Meteorismo galáctico dijo...

Dorami, tus interrogantes son del máximo interés y, además, estoy convencido de que hay millones de personas (tantas como las que van a esas manifestaciones contra la guerra o contra ZP) que comparte tus inquietudes. Yo, que soy un ser marginal y extraño, creo que puedo responder a algunos de tus interrogantes. Vamos a ver qué sale:

1-Yo diría que lo de bajar el volumen de la radio al aparcar el coche, es una forma de poder llevar a cabo un brillante aparcamiento “a oído”. Si estuvieses escuchando a Jiménez Losantos, su ardoroso discurso te impediría oír el “clonk” que indica que ya has llegado al límite por delante o por detrás.

2-Los portales son la antesala del hogar (del hogar de alguien, no necesariamente el tuyo) y por eso nuestro corazón está más predispuesto a relacionarse con quien se cruce en nuestro camino. Un hospital o una biblioteca son lugares bastante más deshumanizados. En ambos hay que guardar silencio si no queremos que alguna de esas personas que velan por el cumplimiento de las normas nos afee la conducta, así que optamos con la mayor de las naturalidades por ser descorteses o, más bien, por ignorar a todo el mundo.

En un centro comercial la gente va a mirar escaparates o a robar, y ninguna de las dos cosas se presta para el sano ejercicio del saludo.

Del manicomio no puedo hablar porque no he estado en ninguno y no tengo claro cuál es el ambiente que se respira allí. Alguien me dijo que es similar al que se percibe en el Congreso de los diputados o en un mitin de ZP, pero no sé si creerlo.

3-Pasar la noche junto a un desconocido mientras otros desconocidos (el resto de los viajeros) vigilan, no deja resquicio alguno para tener un comportamiento lascivo y libidinoso, en cambio, la intimidad que permite una habitación de hotel es suficiente para que los ciudadanos de bien pensemos que quienes allí se reúnen tendrán algo más que sosegados debates de cama a cama. Para un reportero de Dolce Vita, el hecho de que dos personas pasen la noche juntas en un hotel es una prueba incontestable de que ha habido “seso” entre ellos (o ellas, o él y ella, o ella y él).

4-Querida Dorami, estoy convencido de que la dulzura de tu voz es un hecho diferencial suficiente para que, quienes tienen la dicha de conocerte, puedan identificarte sin dudarlo cuando dices “soy yo”. Yo suelo identificarme soltando una andanada flatulenta y, quienes me conocen, tampoco dudan ni por un instante de mi identidad.

5-Encender la televisión al llegar al vacío hogar es algo inevitable cuando uno no tiene costumbre de vivir en soledad. ¡Cuánta compañía nos hacen Cantizano y Emma con sus máquinas de la verdad!

6-Es normal que pienses que los mosquitos sólo te pican a ti. Si te das “cuén”, no es posible que notes los picores ajenos, pero los tuyos los llevas encima todo el rato.

Ignoro dónde se mente los mosquitos en invierno, pero supongo que morirán todos con el frío y, al llegar la canícula, regresarán a bordo de las aves que vienen a pasar sus vacaciones a la Costa del Sol.

7-No conozco la ligereza intestinal de tu chati (el gran Jajaja), pero sabiendo que Antares es su amigo, que yo soy amigo de Antares y que, por la propiedad transitiva de la relación de amistad, yo también soy amigo de Jajaja, y teniendo en cuenta que a Antares le encanta ventosear y que yo no le voy a la zaga en tal afición, deduzco que Jajaja es un pedorro empedernido y que tú no te atreves a situarte jamás a sus espaldas por razones obvias.

Espero haber arrojado algo de luz en esas hilarantes tinieblas en las que te movías.

Saludos ventosos y cordiales.

Jajaja dijo...

¡Por favor, Meteorismo! El pedo no es transitivo. ¡Eso es Álgebra de Primero!

Meteorismo galáctico dijo...

Efectivamente, el pedo no es transitivo porque no es una propiedad (a diferencia de la igualdad, la superioridad, la inferioridad o la estulticia), pero la amistad sí que goza de la transitividad, y extrapolando aquel sabio dicho que reza "Dos que duermen en el mismo colchón se vuelven de la misma condición", me atrevo a decir que las aficiones de los amigos son compartidas, así que, haciendo gala de una capacidad deductiva tan absurda como la que nuestros políticos y "pidioristas" suelen emplear, concluyo que si a Antares y a mí nos gusta peer, a ti también.

Como corolario podemos enunciar que, ya que Dorami y tú sois una pareja bien avenida, tu gozo flatulento es compartido por ella con placer y estruendo. Así que ya somos cuatro los fans del pedo.

¡He dicho!

Anónimo dijo...

La brillante intervención de meteorismo me coloca en un brete: si la amistad es transitiva, y las aficiones de los amigos también, y todos sois amigos de Jajaja, y él novio de su chati, y yo amiga de su chati, entonces: ¿por qué yo también voy siempre delante de mi chati cuando subimos la escalera? Es más: ¿por qué se atreve él a ir detrás de mí? O falla alguna premisa, o me conozco muy poco.
Marramiau

Anónimo dijo...

Siento decepcionarte Meteorismo, pero a partir de este momento voy a fundar lo que se podría llamar "excepción a la transitividad de la propiedad ventosil". En efecto, siento comunicar a todos que no comparto con placer y estruendo el gozo flatulento de mi chati. Dadas las circunstancias, volvéis a ser tres los fans del pedo. Ea, miau!

Meteorismo galáctico dijo...

Me siento muy triste, pero mi tristeza se troca en gozo al recordar que, a pesar de que el gusto por el pedo ha quedado fuera de la transitividad, la amistad sigue manteniéndola.

Dedico un abrazo cibernético a la amiga de Dorami que, por la grandeza transitiva, se ha convertido en amiga mía a pesar de mis gustos flatulentos.

¡VIVA LA FLATULENCIA! (Es el mejor modo de sellar amistades).