Después de que el puente de la Constitución haya estado bastante pasado por agua, hoy martes sigue lloviendo en prácticamente todo el país. Acabo de dar una clase de filosofía en uno de los tres pabellones que conforman mi Instituto. En el aula había, al menos que yo haya visualizado, tres goteras. Eso sin contar las que me encontré en el hall. Pero lo peor no es eso (en peores situaciones he dado y he recibido clase), sino la actitud de los chicos. Durante los más o menos cincuenta minutos que ha durado la clase, en ningún momento tuve que recurrir a las típicas expresiones: ¡callaros! ¡eso, muy bien, seguid hablando, que esto va a entrar en el examen…! Estaban agilipollados, indiferentes, parsimoniosos… Al final de la clase les puse a prueba y les dije que iba a entrar un tema más para el examen del viernes, y solamente uno, que curiosamente es del norte, soltó la voz de alarma.
De vuelta a mi despacho, me encontré con cuatro compañeros y todos me hicieron el mismo comentario: ¡qué rollo de tiempo! Y el gruñón de turno: ¡por si no tuviera bastante con los libros, el macuto y las diapositivas, tengo que llevarme también un paraguas!
¡Pero bueno, toledanos! ¿Qué problemas tenéis con la lluvia que os cambia de esa manera el carácter? No sé, supongo que será una cuestión endogámica, pero, en general, a la gente del Norte nos encanta que llueva. Si por mí fuera, se convertiría en hilo musical permanente el sonido de las gotas en los cristales. Y las calles mojadas: esos charcos en los que metes los zapatos y te salpicas. Y lo que ya es la bomba es cuando hay alguna baldosa suelta y al pisarla te sube el agua fresquita por toda la pierna.
Eso sí, si la lluvia te coge en un Madrid saturado de gente que te da un paraguazo tras otros, si te salen goteras en la habitación, si te vas a casar de blanco y en el campo, si te estropea la cosecha de fabas, si olvidaste recoger la colada ya seca…, entonces, “ye un rollo”. Si ya se sabe: “nunca llueve a gusto de todos”.
De vuelta a mi despacho, me encontré con cuatro compañeros y todos me hicieron el mismo comentario: ¡qué rollo de tiempo! Y el gruñón de turno: ¡por si no tuviera bastante con los libros, el macuto y las diapositivas, tengo que llevarme también un paraguas!
¡Pero bueno, toledanos! ¿Qué problemas tenéis con la lluvia que os cambia de esa manera el carácter? No sé, supongo que será una cuestión endogámica, pero, en general, a la gente del Norte nos encanta que llueva. Si por mí fuera, se convertiría en hilo musical permanente el sonido de las gotas en los cristales. Y las calles mojadas: esos charcos en los que metes los zapatos y te salpicas. Y lo que ya es la bomba es cuando hay alguna baldosa suelta y al pisarla te sube el agua fresquita por toda la pierna.
Eso sí, si la lluvia te coge en un Madrid saturado de gente que te da un paraguazo tras otros, si te salen goteras en la habitación, si te vas a casar de blanco y en el campo, si te estropea la cosecha de fabas, si olvidaste recoger la colada ya seca…, entonces, “ye un rollo”. Si ya se sabe: “nunca llueve a gusto de todos”.
6 comentarios:
Felicidades, ya yevas 89 post y tienes un monton de comentarios... x cierto, ya colge en mi blog el link para descargar TUNELES de Roderick Gordon: es de mediafire, solo agregas al final de la direccion esto: ?zwmmmmzkjjm
saludos navideños XD
¡Dorami!, qué poco te prodigas.
Pues a nosotros nos pasa lo mismo, aquí en Valencia no llueve demasiado (aunque a veces lo hace de golpe), y cuando lo hace nos ponemos contentos por lo que la lluvia representa, supongo que por nuestras raíces labriegas (jijiji). Ahora, como esté más de cuatro días lloviendo o nublado nos entra la depre general, que se nota en el ambiente y en todos lados.
Hasta que de pronto, como hoy, sale el sol y el cielo es azul-divino, y todos sonreímos otra vez.
Besitos.
Llevo varias semanas sin actualizar mi blog y me doy cuenta de que me acabas de pisar el tema. ¡Qué socorrido es hablar del tiempo!
A mí me gusta que llueva, pero el otro día salí a correr mientras caía una fina y grata llovizna y tuve un percance: Resbalé al pisar la tapa de una alcantarilla y caí cuan largo soy frente a un kiosco de prensa que allí había. La dependienta me miró sin saber si partirse de risa o si dejar el lote de revistas que tenía entre manos para ayudarme a levantar. Menos mal que mi sentido del ridículo me impulsó como un muelle para volver a recuperar la verticalidad y echarme a correr para salir de tan hilarante situación lo antes posible. Salvo por ese percance, el trote fue grandemente satisfactorio.
¡VIVA LA LLUVIA!
Pues yo llevo tres fines de semana huyendo de la lluvia, y ¡ya podía llover solo en fin de semana¡
Bienvenido a nuestro Blog José Merino.
Peritoni: deberíais probar a sonreir también los días nublados, con lluvia... Por cierto, qué bonita es la ciudad de Valencia.
Meteorismo: sólo puedo decirte que para mí es un privilegio que hayamos pensando en el mismo tema.
Hel: espero que este fin de semana el tiempo te acompañe.
YO odio la lluvia, no me gusta nada. Siempre digo que llueva de noche todo lo que quería, pero de día nada. Un abrazo.
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