A mediados del mes de febrero comenzamos a pensar donde nos íbamos a ir durante el puente de mayo. Nos apetecía ir a París; Dorami no lo conoce y yo estuve allí dos días de paso hace ya diez años. Cuando empezamos a buscar avión para ir se nos ocurrió una idea: ¿Por qué no ir en tren? Hay un tren-hotel que sale de Chamartín a última hora de la tarde y llega a París por la mañana. Nos pareció de lo más romántico y también práctico: Estaríamos en París a primera hora de la mañana del día 1 sin necesidad de llegar el día antes o de pegarnos un madrugón de órdago a grande, a chica, a pares y a juego. El problema fue que ya, casi tres meses antes de esas fechas, no había billetes. Como ya se nos había metido entre ceja y ceja el asunto del tren, se me ocurrió que podíamos cambiar el destino de nuestro viaje e ir a Lisboa, adonde también viaja un tren-hotel, el Lusitania Express. Dorami tampoco conoce Lisboa y a mí es una ciudad que me gusta mucho y a la que me apetecía volver.
Dicho y hecho: A principios de marzo (Renfe saca todos sus billetes a la venta 60 días antes de la fecha de salida del tren, excepto el de París, ya es casualidad) compramos nuestros billetes en el Lusitania. En ese momento no nos dimos cuenta de que el vagón en el que se ubicaban nuestras plazas era el número 13. Yo no es que sea supersticioso, pero tantos años de estudiante, luego de opositor y otra vez de nuevo de estudiante me han enseñado que la suerte existe y que es mejor tenerla de cara. Además no soy supersticioso porque trae mala suerte. Bueno, a lo que íbamos. Después de comprar los billetes del tren nos pusimos a buscar hotel. Vimos que ya había muchos que tenían todas sus habitaciones reservadas, así que entramos en una “güeb” de esas de viajes, Rumbo, y cogimos allí el hotel. Nosotros somos un poco paranoicos con esto de los viajes, pero como nos mandaron inmediatamente un correo de confirmación, el bono del hotel y la factura, supusimos que no había problema. Craso error.
Por fin llegó el 30 de abril, el día en que salíamos de Madrid. Cuando llegamos a la estación y nos fijamos en el billete el pánico se apoderó de nosotros. ¡Teníamos los billetes en el mismo vagón pero uno tenía la plaza 41 y otro la 45! ¡Dios mío! Vamos a tener que dormir separados… y lo que es peor, compartir un compartimento de las dimensiones aproximadas de una caja de cerillas grande con unos desconocidos. Dorami ya se veía durmiendo con Alí Babá (no me preguntéis de dónde se sacó eso de Alí Babá porque no tengo ni idea). Al final descubrimos que en el compartimento 4 estaban las plazas 41 y 45. ¿Cuál es la lógica de esta numeración? Si existe alguna aparte de provocarnos un ataque, se me escapa por completo.
Tras ocho horas de viaje llegamos a Lisboa. Medio dormidos nos metimos en un taxi en dirección a nuestro hotel y nos timaron miserablemente. Confiado debido a que las otras veces que había ido a Lisboa los taxistas resultaron gente seria y honrada, a pesar de su mala fama, no estuve atento. Al final, por no discutir, le dimos al taxista lo que nos pidió (una cantidad que tampoco era excesiva, pero que nos jodió pagar). Pero lo peor estaba por venir: Cuando llegamos a la recepción del hotel, entregamos el bono, el recepcionista empezó a mirar la pantalla del ordenador, miró el bono, volvió a mirar la pantalla y ¡resultó que no constaba que tuviésemos ninguna reserva en el hotel! El recepcionista llamó a la directora, estuvieron rebuscando, pero nuestra reserva no aparecía por ningún sitio. Llamamos a Rumbo y nos dijeron que nuestra reserva estaba perfectamente hecha. Los del hotel llamaron también a Rumbo y les dijeron que era posible que el error fuese de Viajes Urbis, un mayorista con el que trabajan la mayor parte de los hoteles portugueses, a los que ellos le pasaron nuestra información pero que no debieron reenviarla al hotel. La solución, para Rumbo, pasaba porque en el hotel nos dieran una habitación, que nosotros pagaríamos y que luego reclamáramos el dinero cuando volviésemos a España. Buen plan, excepto porque era puente tanto en Portugal como en España y Lisboa estaba hasta arriba de turistas, así que nuestro hotel estaba completo. Pedimos a Rumbo que nos buscase un hotel pero ellos nos dijeron que los que disponían del sistema de reservas de Portugal eran los de Viajes Urbis y estos tenían sus oficinas cerradas debido a la festividad (un mayorista de viajes cerrado por festivo, lógico, la gente no viaja los días de fiesta). Finalmente, a media mañana, cuando Dorami y yo ya empezábamos a rumiar las soluciones más rocambolescas, los del hotel se sacaron, no sabemos de dónde, una habitación para esa noche y nos dijeron que estaban a la espera de que se produjese una cancelación, lo que nos proporcionaría alojamiento para el resto del puente. Contando, por lo menos, con techo para esa noche, nos fuimos a dar una vuelta por la ciudad.
La verdad es que el hotel en el que estábamos era estupendo: nuevo, limpio, con un personal muy atento… pero el barrio dejaba mucho por desear. Basura a tutiplén por las aceras, gente de mala catadura deambulando por las calles, un chico cazando palomas con una navaja… Cuando íbamos hacia el centro nos sorprendió ver una chica negra aullando como loca en medio de la calle. Repentinamente se puso a golpear con saña una cabina telefónica. Tras unos cuantos golpes, echó a correr hacia nosotros, siempre gritando. Dorami y yo seguimos andando, como si aquello no fuera con nosotros, y afortunadamente pasó de largo por nuestro lado sin hacernos ni caso. Un poco más allá se sentó en el bordillo de la acera y se puso a llorar. Entonces un chico blanco corrió hacia ella, la agarró del cuello y empezó a chillarla mientras la zarandeaba. No sabemos si la estaba maltratando o intentando animarla de una forma bastante bestia (yo me decanto por la primera opción), pero estábamos tan acojonados que, haciendo caso omiso a las recomendaciones del “Gobierno de España” en cuanto a la violencia machista, salimos de allí echando leches y sin mirar atrás.
A la mañana siguiente nos levantamos muy positivos, estábamos convencidos que se solucionarían nuestros problemas. No podíamos estar más equivocados. Cuando bajamos a recepción nos dijeron que al final no tenían habitación que darnos para esa noche, así que, sintiéndolo mucho, tendríamos que abandonar el hotel por la tarde. Pasamos toda la mañana en el hotel, entre la recepción y la habitación, llamando a Rumbo e intentando decidir que hacíamos. Desesperada, Dorami se cambió los anillos de mano, una costumbre que dice que le trae suerte y que solo emplea en circunstancias graves: cuando a mí me operaron, en sus oposiciones… Fue mano de santo, nos llamaron de Rumbo, diciendo que ya se habían puesto en contacto con Urbis y que nos estaban buscando hotel. Finalmente, a la hora de la comida volvieron a ponerse en contacto con nosotros y nos dieron la dirección de dos hoteles en los que teníamos reservada habitación para las dos noches siguientes. Incómodo, pero por lo menos no tendríamos que dormir en la estación.
De ahí en adelante, todo nos fue bien y al final pasamos unos días muy divertidos en Lisboa. Tuvimos otras crisis, como cuando nos metimos a comer en un restaurante y aparecieron unos policías que se llevaron por la fuerza al dueño al interior del local, nuestro viaje con un taxista que se parecía a Donald Sutherland por su físico y a Fernando Alonso por sus adelantamientos, el interés que mostraban por mí los traficantes de droga del Barrio Alto… Pero finalmente la maldición del número trece se reveló impotente ante el poder del Anillo.
Dicho y hecho: A principios de marzo (Renfe saca todos sus billetes a la venta 60 días antes de la fecha de salida del tren, excepto el de París, ya es casualidad) compramos nuestros billetes en el Lusitania. En ese momento no nos dimos cuenta de que el vagón en el que se ubicaban nuestras plazas era el número 13. Yo no es que sea supersticioso, pero tantos años de estudiante, luego de opositor y otra vez de nuevo de estudiante me han enseñado que la suerte existe y que es mejor tenerla de cara. Además no soy supersticioso porque trae mala suerte. Bueno, a lo que íbamos. Después de comprar los billetes del tren nos pusimos a buscar hotel. Vimos que ya había muchos que tenían todas sus habitaciones reservadas, así que entramos en una “güeb” de esas de viajes, Rumbo, y cogimos allí el hotel. Nosotros somos un poco paranoicos con esto de los viajes, pero como nos mandaron inmediatamente un correo de confirmación, el bono del hotel y la factura, supusimos que no había problema. Craso error.
Por fin llegó el 30 de abril, el día en que salíamos de Madrid. Cuando llegamos a la estación y nos fijamos en el billete el pánico se apoderó de nosotros. ¡Teníamos los billetes en el mismo vagón pero uno tenía la plaza 41 y otro la 45! ¡Dios mío! Vamos a tener que dormir separados… y lo que es peor, compartir un compartimento de las dimensiones aproximadas de una caja de cerillas grande con unos desconocidos. Dorami ya se veía durmiendo con Alí Babá (no me preguntéis de dónde se sacó eso de Alí Babá porque no tengo ni idea). Al final descubrimos que en el compartimento 4 estaban las plazas 41 y 45. ¿Cuál es la lógica de esta numeración? Si existe alguna aparte de provocarnos un ataque, se me escapa por completo.
Tras ocho horas de viaje llegamos a Lisboa. Medio dormidos nos metimos en un taxi en dirección a nuestro hotel y nos timaron miserablemente. Confiado debido a que las otras veces que había ido a Lisboa los taxistas resultaron gente seria y honrada, a pesar de su mala fama, no estuve atento. Al final, por no discutir, le dimos al taxista lo que nos pidió (una cantidad que tampoco era excesiva, pero que nos jodió pagar). Pero lo peor estaba por venir: Cuando llegamos a la recepción del hotel, entregamos el bono, el recepcionista empezó a mirar la pantalla del ordenador, miró el bono, volvió a mirar la pantalla y ¡resultó que no constaba que tuviésemos ninguna reserva en el hotel! El recepcionista llamó a la directora, estuvieron rebuscando, pero nuestra reserva no aparecía por ningún sitio. Llamamos a Rumbo y nos dijeron que nuestra reserva estaba perfectamente hecha. Los del hotel llamaron también a Rumbo y les dijeron que era posible que el error fuese de Viajes Urbis, un mayorista con el que trabajan la mayor parte de los hoteles portugueses, a los que ellos le pasaron nuestra información pero que no debieron reenviarla al hotel. La solución, para Rumbo, pasaba porque en el hotel nos dieran una habitación, que nosotros pagaríamos y que luego reclamáramos el dinero cuando volviésemos a España. Buen plan, excepto porque era puente tanto en Portugal como en España y Lisboa estaba hasta arriba de turistas, así que nuestro hotel estaba completo. Pedimos a Rumbo que nos buscase un hotel pero ellos nos dijeron que los que disponían del sistema de reservas de Portugal eran los de Viajes Urbis y estos tenían sus oficinas cerradas debido a la festividad (un mayorista de viajes cerrado por festivo, lógico, la gente no viaja los días de fiesta). Finalmente, a media mañana, cuando Dorami y yo ya empezábamos a rumiar las soluciones más rocambolescas, los del hotel se sacaron, no sabemos de dónde, una habitación para esa noche y nos dijeron que estaban a la espera de que se produjese una cancelación, lo que nos proporcionaría alojamiento para el resto del puente. Contando, por lo menos, con techo para esa noche, nos fuimos a dar una vuelta por la ciudad.
La verdad es que el hotel en el que estábamos era estupendo: nuevo, limpio, con un personal muy atento… pero el barrio dejaba mucho por desear. Basura a tutiplén por las aceras, gente de mala catadura deambulando por las calles, un chico cazando palomas con una navaja… Cuando íbamos hacia el centro nos sorprendió ver una chica negra aullando como loca en medio de la calle. Repentinamente se puso a golpear con saña una cabina telefónica. Tras unos cuantos golpes, echó a correr hacia nosotros, siempre gritando. Dorami y yo seguimos andando, como si aquello no fuera con nosotros, y afortunadamente pasó de largo por nuestro lado sin hacernos ni caso. Un poco más allá se sentó en el bordillo de la acera y se puso a llorar. Entonces un chico blanco corrió hacia ella, la agarró del cuello y empezó a chillarla mientras la zarandeaba. No sabemos si la estaba maltratando o intentando animarla de una forma bastante bestia (yo me decanto por la primera opción), pero estábamos tan acojonados que, haciendo caso omiso a las recomendaciones del “Gobierno de España” en cuanto a la violencia machista, salimos de allí echando leches y sin mirar atrás.
A la mañana siguiente nos levantamos muy positivos, estábamos convencidos que se solucionarían nuestros problemas. No podíamos estar más equivocados. Cuando bajamos a recepción nos dijeron que al final no tenían habitación que darnos para esa noche, así que, sintiéndolo mucho, tendríamos que abandonar el hotel por la tarde. Pasamos toda la mañana en el hotel, entre la recepción y la habitación, llamando a Rumbo e intentando decidir que hacíamos. Desesperada, Dorami se cambió los anillos de mano, una costumbre que dice que le trae suerte y que solo emplea en circunstancias graves: cuando a mí me operaron, en sus oposiciones… Fue mano de santo, nos llamaron de Rumbo, diciendo que ya se habían puesto en contacto con Urbis y que nos estaban buscando hotel. Finalmente, a la hora de la comida volvieron a ponerse en contacto con nosotros y nos dieron la dirección de dos hoteles en los que teníamos reservada habitación para las dos noches siguientes. Incómodo, pero por lo menos no tendríamos que dormir en la estación.
De ahí en adelante, todo nos fue bien y al final pasamos unos días muy divertidos en Lisboa. Tuvimos otras crisis, como cuando nos metimos a comer en un restaurante y aparecieron unos policías que se llevaron por la fuerza al dueño al interior del local, nuestro viaje con un taxista que se parecía a Donald Sutherland por su físico y a Fernando Alonso por sus adelantamientos, el interés que mostraban por mí los traficantes de droga del Barrio Alto… Pero finalmente la maldición del número trece se reveló impotente ante el poder del Anillo.
4 comentarios:
Me gusta eso del cambio de mano de los anillos. Habrá que investigar qué energías telúricas se desatan con tan sencillo ritual. Íker Jiménez podrá ayudarnos a desentrañar tan interesante misterio.
Tengo entendido que Antares y Lady H. también estuvieron por tierras lusitanas durante el puente de Mayo. ¡”Esijo” una “esplicación” que aclare los motivos por los que no os citasteis allí para sostener un animado y necio debate! ¿Acaso estáis peleados? ¿Hay tensión entre vosotros? ¿No comulgáis con la filosofía oriental en la que, gracias al tai-chi, se han zambullido nuestros amigos?
Cuando presenciasteis ese acto de violencia machista, debisteis llamar a Bocasecaman, él habría sabido cómo parar los pies a ese desalmado. Lo habría podido paralizar a base de escupirle bolos alimenticios de polvorón almendrado.
Y sin más que contar, me despido hasta la próxima.
Estoy de acuerdo, Meteorismo, en que hay que investigar el misterioso fenómeno de los anillos, en pro del conocimiento científico y parapsicológico. Con lo que no estoy de acuerdo es con que lo investigue ese advenedizo de Íker Jiménez. En mi opinión, la persona adecuada para esa tarea es el profesor Tristanbraker, parapsicólogo, cazafantasmas, carpintero y electricista. En fin, un hombre serio y con varias carreras, y no ese mangurrián de Íker, que lo único que ha hecho ha sido salir por la tele.
No teníamos conocimiento alguno de que Antares y Lady H se encontrasen por tierras portuguesas durante el puente. Fue un problema de descoordinación, no de tensión, como torticeramente sugieres. Es más, llega hasta tal punto nuestra amistad que, en caso de haber sabido que estaban por allí, les habríamos llamado para que nos hubieran hecho un sitio en su habitación, aunque hubiera sido en la bañera.
En cuanto a la intervención de Bocasecaman, estuvimos dudando si teníamos que aplicar la legislación nacional o internacional. En caso de aplicar la ley nacional habríamos llamado a Bocasecaman, a Superman, a Superlópez, a la Guardia Nacional Republicana portuguesa y hasta a la cabra de la Legión para que terminaran con contundencia con ese caso de violencia machista. Pero creímos que en esta ocasión, ya que nos encontrábamos en territorio extranjero y los protagonistas eran dos individuos que hablaban “raro”, lo procedente era la legislación internacional, así que miramos hacia otro lado y nos alejamos silbando como hace la comunidad internacional con China, Palestina o Birmania.
Pedazo de aventuras las que tenéis vosotros,son 3, 2 o 1, ¡guao!..
Meteorismo, no siembres cizaña entre nosotros, que pareces Losantos..
Con mucho gusto os hubiéramos-o hubiésemos-hecho sitio en nuestro nidito, pero no había bañera, sino una ducha con capacidad sólo de 1 persona..
Ah, a nosotros también nos confundían con politoxicómanos, nos llegaron a ofrecer chocolate de tamaño Cadbury's..
Bueno, a ver si este finde escribo el "pos" de nuestro viaje, salud y suerte, camaradas Dorami y Jajaja..
A nosotros pocas veces nos enseñaron el "produzto" (aunque también se dieron casos). Normalmente se dirigían a nosotros con una curiosa cantinela: "Hash, sssh, sssh" o, para abreviar, "sssh, sssh".
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