Tras una pausa para hablaros de la última película de Batman, vamos a retomar el tema del verano: Nuestro viaje a Nueva York. Gotham es otro de los sobrenombres con los que se conoce a esta ciudad. Fue un término acuñado por Washington Irving, al parecer tomándolo de la ciudad inglesa de Gotam, cuyos habitantes tenían fama de locos. Si sois aficionados a los tebeos de superhéroes o habéis visto la película de la que hablé en el artículo anterior, también sabréis que es la ciudad ficticia en la que se desarrollan las aventuras de Batman. Según el autor de historietas Frank Miller, creador de Sin City, tanto Metrópolis, la ciudad de Supermán, como Gotham se inspiran en Nueva York, pero mientras Metrópolis refleja el aspecto más, digamos, luminoso de la ciudad, Gotham es su vertiente más oscura, la de la pobreza, los “freaks”, que pueblan la galería de enemigos del Señor de la Noche, y la criminalidad desbocada. Hay que puntualizar que, aunque en los años 80 y principios de los 90, sobre todo debido a la llamada “epidemia del crack”, el índice de criminalidad se disparó, en la actualidad Nueva York es una de las ciudades más seguras de Norteamérica. Claro que esto se ha conseguido a base de convertir la ciudad en un auténtico estado policial. La Policía es omnipresente, al menos en Manhattan. No resulta extraño toparse con grupos de seis u ocho agentes en cualquier esquina, encontrar policías con casco, chaleco antibalas y fusiles de asalto o ver auténticas caravanas de vehículos policiales atravesar la ciudad a toda velocidad con las sirenas encendidas.
Una vez que he vuelto a reafirmar mi friquismo y ya que hemos quedado en que Gotham está inspirada en la Nueva York más oscura, en este artículo os voy a hablar de la vida nocturna de la ciudad (al menos de lo que vimos nosotros) así como de otras cosas que se me vayan ocurriendo a raíz de este tema.
La zona que más nos gustó a nosotros para salir fue la de Greenwich Village o, como la llaman los neoyorkinos, The Village. Allí tenéis multitud de restaurantes y bares en los que cenar y luego tomar una copa, quizá disfrutando de música en directo o, si vuestro nivel de inglés os lo permite, de alguna actuación. Dentro del Village los bares y restaurantes se concentran en Bleecker Street y las calles de los alrededores. Nuestro restaurante preferido era la Trattoria Spaghetto, con un buen servicio y una comida excelente a un precio bastante razonable. El único problema es que no aceptan tarjeta de crédito. Además, enfrente está Grom, una heladería que tiene la reputación de ser una de las mejores de la ciudad. Después de cenar unos ñoquis, te puedes comprar un helado en Grom e ir a comertelo al parquecillo que hay enfrente, donde suele haber músicos que te amenizan el postre. Después, si quieres una “esperiencia” americana total, puedes irte a tomar una copa o una cerveza a la Village Tavern, donde puedes seguir la jornada “beisbolística” (por las fechas que nosotros estuvimos en Nueva York, la única temporada que había arrancado era la de béisbol) en sus siete televisores sintonizados en tres canales distintos. Esto de tener una porrada de televisiones es típico de los bares neoyorkinos: En el Celtic Pub, del que más tarde hablaré, contamos once pantallas solo en el bar.
Aunque nosotros preferimos el Village, por lo que vimos, la zona más de moda es el Meat Packing District, un barrio inclasificable al sur de Chelsea donde los restaurantes, los clubes más pijos y las tiendas más exclusivas de moda se mezclan con naves industriales ruinosas. Una de estas industrias, un poco más al norte, ya en Chelsea, una antigua fábrica de Nabisco donde se fabricaron por primera vez las galletas Oreo, ha sido rehabilitada para convertirla en un centro comercial y de negocios. Este es uno de los edificios de Nueva York que más me gustaron: La mezcla de la antigua arquitectura industrial con los nuevos locales está extraordinariamente bien conseguida. Otro motivo por el que podéis visitar Chelsea es por las galerías de arte, donde podéis ver lo último en arte contemporáneo.
Otra zona que también destaca por sus tiendas de moda y sus galerías de arte es el SoHo. A decir verdad a mí me gustó más que Chelsea, en parte por su arquitectura peculiar, con esos edificios con fachada de estructura de fundición. También porque las tiendas de ropa son más normales y en sus precios no se han colado ceros de más, como pasa en Meat Packing. Entre las galerías de arte destacaría Animazing Gallery, especializada en arte derivado de la historieta y la animación, donde estuvimos hablando sobre Batman, el Joker y Harley Quinn con una de las de la galería que quería venderme un Alex Ross.
Si vais al SoHo y os apetece comer podéis acercaros a Little Italy. Este barrio se reduce en la actualidad prácticamente a la calle Mulberry. Little Italy no tiene ningún interés fuera de las horas de comida, que es abundante, sabrosa y a buen precio, ya que se reduce básicamente a un restaurante italiano tras otro. Bueno, lo de abundante casi es redundante al hablar de comida en Nueva York: Las raciones suelen oscilar entre lo grande y lo desmesurado para lo que estamos acostumbrados en España. No me extraña que estén tan gordos; pero gordos, gordos. Cualquier gordo gordísimo que vosotros conozcáis aquí, en España, pasaría absolutamente desapercibido en una calle de Nueva York.
El vecino Chinatown, que con su expansión ha reducido Little Italy a sus actuales dimensiones, es también un típico sitio para comer. No solo hay comida china sino que hay también restaurantes de otras nacionalidades del sudeste asiático. Por otra parte, el atractivo de la zona reside en lo exóticas que sus calles resultan para el occidental, parece como si estuvieras en Pekín o Sanghái.
De todas formas, si vais a Nueva York no vais a tener problemas para encontrar donde comer. Sales a la calle y huele a comida. En casi todas las esquinas vais a encontrar puestos de perritos calientes y en muchas, además, de kebab y de fruta. Sí, puestos de fruta, además muy buena, algo que nos llamó mucho la atención. Además hay multitud de bares, restaurantes y “delis”, una especie de mini-supermercado donde puedes comprar comida para llevar.
Por último me gustaría comentaros algo sobre el tema de los musicales. Las entradas podéis comprarlas en el propio teatro, a través de algunas páginas de Internet o en las taquillas de TKTS. Estas venden solamente para las funciones de ese día, pero puedes encontrar en ellas entradas con bastante descuento. Hay dos: Una cerca de Times Square, en el corazón del distrito de los teatros, y otra en el South Seaport, una zona comercial en las cercanías del puente de Brooklyn donde, en un viejo muelle rehabilitado, se han instalado bastante tiendas, bares y restaurantes. Por si queréis comer algo al salir del musical podéis hacerlo en alguno de los irlandeses que proliferan por la zona de Times Square. Os recomiendo especialmente el Celtic Pub en la Octava Avenida, entre las calles 45 y 46.
Y hasta aquí hemos llegado por hoy. Pero no os preocupéis: Todavía queda un último artículo con “anézdotas” y “escentricidades” de los americanos que nos llamaron la atención, incluido el relato inédito de mi detención y huida de la policía fronteriza. ¡Libertad o muerte!
Una vez que he vuelto a reafirmar mi friquismo y ya que hemos quedado en que Gotham está inspirada en la Nueva York más oscura, en este artículo os voy a hablar de la vida nocturna de la ciudad (al menos de lo que vimos nosotros) así como de otras cosas que se me vayan ocurriendo a raíz de este tema.
La zona que más nos gustó a nosotros para salir fue la de Greenwich Village o, como la llaman los neoyorkinos, The Village. Allí tenéis multitud de restaurantes y bares en los que cenar y luego tomar una copa, quizá disfrutando de música en directo o, si vuestro nivel de inglés os lo permite, de alguna actuación. Dentro del Village los bares y restaurantes se concentran en Bleecker Street y las calles de los alrededores. Nuestro restaurante preferido era la Trattoria Spaghetto, con un buen servicio y una comida excelente a un precio bastante razonable. El único problema es que no aceptan tarjeta de crédito. Además, enfrente está Grom, una heladería que tiene la reputación de ser una de las mejores de la ciudad. Después de cenar unos ñoquis, te puedes comprar un helado en Grom e ir a comertelo al parquecillo que hay enfrente, donde suele haber músicos que te amenizan el postre. Después, si quieres una “esperiencia” americana total, puedes irte a tomar una copa o una cerveza a la Village Tavern, donde puedes seguir la jornada “beisbolística” (por las fechas que nosotros estuvimos en Nueva York, la única temporada que había arrancado era la de béisbol) en sus siete televisores sintonizados en tres canales distintos. Esto de tener una porrada de televisiones es típico de los bares neoyorkinos: En el Celtic Pub, del que más tarde hablaré, contamos once pantallas solo en el bar.
Aunque nosotros preferimos el Village, por lo que vimos, la zona más de moda es el Meat Packing District, un barrio inclasificable al sur de Chelsea donde los restaurantes, los clubes más pijos y las tiendas más exclusivas de moda se mezclan con naves industriales ruinosas. Una de estas industrias, un poco más al norte, ya en Chelsea, una antigua fábrica de Nabisco donde se fabricaron por primera vez las galletas Oreo, ha sido rehabilitada para convertirla en un centro comercial y de negocios. Este es uno de los edificios de Nueva York que más me gustaron: La mezcla de la antigua arquitectura industrial con los nuevos locales está extraordinariamente bien conseguida. Otro motivo por el que podéis visitar Chelsea es por las galerías de arte, donde podéis ver lo último en arte contemporáneo.
Otra zona que también destaca por sus tiendas de moda y sus galerías de arte es el SoHo. A decir verdad a mí me gustó más que Chelsea, en parte por su arquitectura peculiar, con esos edificios con fachada de estructura de fundición. También porque las tiendas de ropa son más normales y en sus precios no se han colado ceros de más, como pasa en Meat Packing. Entre las galerías de arte destacaría Animazing Gallery, especializada en arte derivado de la historieta y la animación, donde estuvimos hablando sobre Batman, el Joker y Harley Quinn con una de las de la galería que quería venderme un Alex Ross.
Si vais al SoHo y os apetece comer podéis acercaros a Little Italy. Este barrio se reduce en la actualidad prácticamente a la calle Mulberry. Little Italy no tiene ningún interés fuera de las horas de comida, que es abundante, sabrosa y a buen precio, ya que se reduce básicamente a un restaurante italiano tras otro. Bueno, lo de abundante casi es redundante al hablar de comida en Nueva York: Las raciones suelen oscilar entre lo grande y lo desmesurado para lo que estamos acostumbrados en España. No me extraña que estén tan gordos; pero gordos, gordos. Cualquier gordo gordísimo que vosotros conozcáis aquí, en España, pasaría absolutamente desapercibido en una calle de Nueva York.
El vecino Chinatown, que con su expansión ha reducido Little Italy a sus actuales dimensiones, es también un típico sitio para comer. No solo hay comida china sino que hay también restaurantes de otras nacionalidades del sudeste asiático. Por otra parte, el atractivo de la zona reside en lo exóticas que sus calles resultan para el occidental, parece como si estuvieras en Pekín o Sanghái.
De todas formas, si vais a Nueva York no vais a tener problemas para encontrar donde comer. Sales a la calle y huele a comida. En casi todas las esquinas vais a encontrar puestos de perritos calientes y en muchas, además, de kebab y de fruta. Sí, puestos de fruta, además muy buena, algo que nos llamó mucho la atención. Además hay multitud de bares, restaurantes y “delis”, una especie de mini-supermercado donde puedes comprar comida para llevar.
Por último me gustaría comentaros algo sobre el tema de los musicales. Las entradas podéis comprarlas en el propio teatro, a través de algunas páginas de Internet o en las taquillas de TKTS. Estas venden solamente para las funciones de ese día, pero puedes encontrar en ellas entradas con bastante descuento. Hay dos: Una cerca de Times Square, en el corazón del distrito de los teatros, y otra en el South Seaport, una zona comercial en las cercanías del puente de Brooklyn donde, en un viejo muelle rehabilitado, se han instalado bastante tiendas, bares y restaurantes. Por si queréis comer algo al salir del musical podéis hacerlo en alguno de los irlandeses que proliferan por la zona de Times Square. Os recomiendo especialmente el Celtic Pub en la Octava Avenida, entre las calles 45 y 46.
Y hasta aquí hemos llegado por hoy. Pero no os preocupéis: Todavía queda un último artículo con “anézdotas” y “escentricidades” de los americanos que nos llamaron la atención, incluido el relato inédito de mi detención y huida de la policía fronteriza. ¡Libertad o muerte!
2 comentarios:
Muy buena entrada, Jajaja. Quedo a las espera del episodio en el que te conviertes en EL Fugitivo.
Y yo insisto: qué envidia más grande. A ver si el año que viene puedo ir yo.
Tendrás que esperar un poco para el nuevo episodio de nuestras aventuras, Suntzu. Un compañero del grupo de teatro me mando el otro día un correo y el próximo artículo lo dedicaré a dar publicidad a sus nuevas actividades.
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