Tras un parón provocado por nuestra agitada vida social y profesional y el hecho de que el ordenador de casa está ingresado en coma en el hospital de ordenadores, vamos con algunos breves comentarios sobre las ciudades que visitamos en Bélgica.
Bruselas: No dejéis que os engañen, Bruselas merece la pena. En su mayor parte es bastante fea, sucia y llena de grandes cagadas de perro, pero tiene lugares muy recomendables. La Grand Place estará hasta arriba de turistas, pero es lógico porque es preciosa. Tampoco podéis perderos la catedral ni las Galerías St. Hubert (aunque es un sitio bastante pijo). Lo que está abarrotado de gente y es una chuminada es lo del Manneken Piss: una estatuilla enana de un niño meando rodeada de una verja y la verja rodeada de japoneses. Sobre el Atomium no me pronuncio, mayormente porque siguiendo los consejos de Marramiau no fuimos a verlo. Otros amigos me han dicho que tampoco está tan mal. Más sitios recomendables, las iglesias de Santa Catalina y “Notre-Dame du Sablon”. El Museo del Cómic es graciosillo pero tampoco es nada del otro jueves; prescindible. En cuanto a los bares, que al final es lo que más os interesa, os recomiendo tres en las cercanías de la Grand Place. “A l’Imaige Notre-Dame”, con más ambiente, y “Au Bon Vieux Temps”, más bonito, en sendos pasadizos que salen de la rue du Marché-aux-Herbes, y “Les brasseurs de brouwers”, enfrente del Godiva de la Grand Place, decorado como una fabrica de cerveza, donde tienen cerveza casera y hora feliz de 6 de la tarde a 10 de la noche. ¡Ah! En caso de alojaros en el albergue “Jacques Brel”, su bar es muy recomendable. Abre hasta la una de la mañana, tiene una terraza muy agradable y abundante surtido de cervezas. Para comer os recomiendo un italiano enfrente de la Bolsa que se llama algo así como “Casa Roma”, donde tomé los mejores mejillones con patatas del viaje y Dorami una lasaña riquísima. También nos gustó uno a la salida de la Grand Place por la rue des Chapeliers, el “JBX” o algo parecido, donde Dorami comió el mejor “waterzooi” que probamos en Bélgica.
Malinas: Está a tiro de piedra de Bruselas, así que no dejéis de hacerle una visita. Lo más bonito, en mi opinión es el Grote Markt (que es como llaman los flamencos a la Grand Place, “usease” la Plaza Mayor). También son muy recomendables la Catedral y las iglesias de San Juan y de San Pedro y San Pablo. En Malinas está la escuela de carrillonistas más famosa de Bélgica, así que un concierto (o un conciertito) de carrillón en las cercanías de la catedral de Malinas es algo que merece la pena. Otros lugares que podéis visitar son el palacio de Margarita de Austria y los beaterios Mayor y Menor de la ciudad. ¿Qué es eso de los beaterios? Pues los beaterios eran comunidades femeninas que surgieron a finales de la Edad Media, una época de crisis espiritual, donde se reunían mujeres que deseaban vivir según ideales de pobreza y entrega a Dios pero no querían formar parte de una orden religiosa. Estas comunidades se agrupaban en pequeños barrios con una arquitectura y urbanismo peculiares que los han llevado a ser declarados por la UNESCO Patrimonio de la Humanidad.
Lovaina: Ese día nos cayeron chuzos de punta, así que, me temo, no somos los guías más apropiados para la docta Lovaina, la ciudad universitaria más importante de Bélgica. De todas formas os podemos recomendar la Catedral, que además nos enseñó una guía en español, y, sobre todo, el Beaterio, el más bonito de los que vimos en Bélgica, un dédalo de callejuelas y jardines cruzado por canales. San Juan, la iglesia del Beaterio, también merece una visita.
Amberes: Por su tamaño, Amberes debería haberse convertido en la capital de Bélgica cuando este país se declaró independiente, pero no fue así debido a su cercanía a la frontera con Holanda. Gracias a ello se libró de que arrasaran su casco antiguo para adaptar la ciudad a lo que se supone debía ser una gran capital europea decimonónica, como le pasó a Bruselas. Ese casco antiguo nos sorprendió gratamente, tomaros algo de tiempo para perderos por sus callejuelas. En cuanto a lo que podéis visitar en Amberes destaca, sin lugar a dudas, la Catedral, para mí la más bonita de las que vimos en nuestro viaje. También son interesantes las iglesias de San Pablo y de San Carlos Borromeo, paradigma del barroco flamenco y conocida como la iglesia de Rubens, y el Museo Naval, situado en los últimos restos de las fortificaciones de la ciudad. Nos habría gustado visitar también la casa de Rubens pero nos dieron con la puerta en las narices. En cuanto a sitios para comer, en los alrededores de San Carlos Borromeo hay varios restaurantes con una clientela formada sobre todo por habitantes locales, lo cual, para mí, ofrece una ligera garantía. Nosotros comimos en uno de ellos; bastante bien, por cierto.
Brujas: Hay que reconocerlo: Brujas es una ciudad preciosa. Pero tiene un punto como de escenario de película que la hace un poco irreal. Además está abarrotada de turistas. De todas formas no se puede uno marchar de Bélgica sin haber visto Brujas. La lista de lugares a visitar es larguísima: el Markt, el Burg, el Ayuntamiento, con su salón neogótico, la iglesia de la Santa Sangre (los más curioso, el contraste entre sus dos naves, la superior y la inferior), el Beaterio, las casas de caridad “Meulenaere” y “De Vos”, la iglesia de la Ascensión… También está bien dar un paseo en barca por los canales, viendo la ciudad desde otra perspectiva. Nosotros no recomendaríamos subir al campanario de la ciudad: os van a cobrar 5 € nada más que por subir una “jartá” de escaleras. Un gimnasio os saldrá probablemente más barato y, en caso de que se os coloque enfrente alguna hembra (o macho, dependiendo de los gustos de cada cual) de buen ver, gozaréis de mejores vistas. Para comer os recomendamos “De Passage” y para tomar una cervecilla os podéis pasar por el café Vlissinghe, el bar más antiguo de la ciudad (desde 1515 castigando los hígados de los brujenses). En cuanto a la vida nocturna, tuvimos la suerte de que coincidió nuestra noche en la ciudad con el Benenwerk, una fiesta en la que tocaban grupos y orquestas en varias plazas por toda la ciudad. Nosotros comenzamos la noche en una especie de verbena bajo una carpa que habían montado en el Markt, donde Dorami y yo demostramos a los belgas como se baila un pasodoble cuando André Loppe y su Orquesta “Internacional” se arrancaron con el “Que viva España”. Terminamos con un concierto de un grupo francés un tanto peculiar llamado Caravan Palace, una de cuyas canciones os dejo aquí para vuestro uso y disfrute:
¡Oh, “sielos”! Esto ya parece el blog de Antares, con tanto viaje y esos grupos a los que no conocen ni en su casa a la hora de comer.
Gante: Entre las que visitamos, la ciudad que más nos gustó. Mientras que Brujas parece el decorado de una ciudad medieval, Gante tiene la atmósfera de una verdadera ciudad medieval: sus multitudes lanzadas a la calle los días de fiesta, los mercadillos cutres, las casas antiguas y modernas igualadas por una patina de suciedad, el adoquinado irregular… Lo único que faltaban eran las mujeres arrojando el contenido de los orinales por la ventana para que me hubiera sentido en el Gante de Carlos V. De todas formas no os vayáis a pensar que en Gante todo es cutre y guarrindongo: Korenlei y Graslei, el antiguo puerto, por ejemplo, está a la altura de cualquier cosa que podáis ver en Brujas. Otra de las visitas imprescindibles es la catedral de San Bavón, con su cripta y “La adoración del cordero místico” de los hermanos Van Eyck. El castillo de los condes de Flandes es también un sitio curioso. Además de que podéis ver un castillo restaurado según la visión decimonónica de la Edad Media, contiene dos museillos interesantes: uno de instrumentos de tortura y otro de armamento de la Edad Moderna. Este último tiene los cartelones de las vitrinas solo en flamenco, pero hay en una mesa unas hojas plastificadas con su traducción a varios idiomas, entre ellos al español. Lamentablemente para Dorami nosotros no las vimos hasta que terminamos la visita, así que, dado que la historia militar de comienzos de la modernidad es una de mis múltiples obsesiones, le puse la cabeza como un bombo con mis explicaciones (que, por cierto, eran más interesantes que las de las vitrinas, modestia aparte). Para completar vuestras visitas a lugares sacros podéis ir también a las iglesias de San Nicolás y San Miguel. Nosotros estuvimos el último día en el Museo del Diseño, pero, aparte de que puedes deponer en una taza de water de diseño, no tiene demasiado interés. Para comer os recomiendo una “quicheria”, “Patiron”, y que no vayáis a los restaurantes del Vrijdag Markt, donde todas las camareras son feas y todos los camareros desagradables. Para beber os recomiendo la cervecería Dulle Griet, en el Vrijdag Markt, una con decoración de “trolls” frente a la iglesia de San Jacobo y una, muy pequeñita, con cuatro o cinco mesas, en el Groenten Markt.
Esto es todo. Probablemente a estas alturas estéis hartos de Bélgica, los belgas y de mí en especial, así que no me extiendo más con la despedida.
Bruselas: No dejéis que os engañen, Bruselas merece la pena. En su mayor parte es bastante fea, sucia y llena de grandes cagadas de perro, pero tiene lugares muy recomendables. La Grand Place estará hasta arriba de turistas, pero es lógico porque es preciosa. Tampoco podéis perderos la catedral ni las Galerías St. Hubert (aunque es un sitio bastante pijo). Lo que está abarrotado de gente y es una chuminada es lo del Manneken Piss: una estatuilla enana de un niño meando rodeada de una verja y la verja rodeada de japoneses. Sobre el Atomium no me pronuncio, mayormente porque siguiendo los consejos de Marramiau no fuimos a verlo. Otros amigos me han dicho que tampoco está tan mal. Más sitios recomendables, las iglesias de Santa Catalina y “Notre-Dame du Sablon”. El Museo del Cómic es graciosillo pero tampoco es nada del otro jueves; prescindible. En cuanto a los bares, que al final es lo que más os interesa, os recomiendo tres en las cercanías de la Grand Place. “A l’Imaige Notre-Dame”, con más ambiente, y “Au Bon Vieux Temps”, más bonito, en sendos pasadizos que salen de la rue du Marché-aux-Herbes, y “Les brasseurs de brouwers”, enfrente del Godiva de la Grand Place, decorado como una fabrica de cerveza, donde tienen cerveza casera y hora feliz de 6 de la tarde a 10 de la noche. ¡Ah! En caso de alojaros en el albergue “Jacques Brel”, su bar es muy recomendable. Abre hasta la una de la mañana, tiene una terraza muy agradable y abundante surtido de cervezas. Para comer os recomiendo un italiano enfrente de la Bolsa que se llama algo así como “Casa Roma”, donde tomé los mejores mejillones con patatas del viaje y Dorami una lasaña riquísima. También nos gustó uno a la salida de la Grand Place por la rue des Chapeliers, el “JBX” o algo parecido, donde Dorami comió el mejor “waterzooi” que probamos en Bélgica.
Malinas: Está a tiro de piedra de Bruselas, así que no dejéis de hacerle una visita. Lo más bonito, en mi opinión es el Grote Markt (que es como llaman los flamencos a la Grand Place, “usease” la Plaza Mayor). También son muy recomendables la Catedral y las iglesias de San Juan y de San Pedro y San Pablo. En Malinas está la escuela de carrillonistas más famosa de Bélgica, así que un concierto (o un conciertito) de carrillón en las cercanías de la catedral de Malinas es algo que merece la pena. Otros lugares que podéis visitar son el palacio de Margarita de Austria y los beaterios Mayor y Menor de la ciudad. ¿Qué es eso de los beaterios? Pues los beaterios eran comunidades femeninas que surgieron a finales de la Edad Media, una época de crisis espiritual, donde se reunían mujeres que deseaban vivir según ideales de pobreza y entrega a Dios pero no querían formar parte de una orden religiosa. Estas comunidades se agrupaban en pequeños barrios con una arquitectura y urbanismo peculiares que los han llevado a ser declarados por la UNESCO Patrimonio de la Humanidad.
Lovaina: Ese día nos cayeron chuzos de punta, así que, me temo, no somos los guías más apropiados para la docta Lovaina, la ciudad universitaria más importante de Bélgica. De todas formas os podemos recomendar la Catedral, que además nos enseñó una guía en español, y, sobre todo, el Beaterio, el más bonito de los que vimos en Bélgica, un dédalo de callejuelas y jardines cruzado por canales. San Juan, la iglesia del Beaterio, también merece una visita.
Amberes: Por su tamaño, Amberes debería haberse convertido en la capital de Bélgica cuando este país se declaró independiente, pero no fue así debido a su cercanía a la frontera con Holanda. Gracias a ello se libró de que arrasaran su casco antiguo para adaptar la ciudad a lo que se supone debía ser una gran capital europea decimonónica, como le pasó a Bruselas. Ese casco antiguo nos sorprendió gratamente, tomaros algo de tiempo para perderos por sus callejuelas. En cuanto a lo que podéis visitar en Amberes destaca, sin lugar a dudas, la Catedral, para mí la más bonita de las que vimos en nuestro viaje. También son interesantes las iglesias de San Pablo y de San Carlos Borromeo, paradigma del barroco flamenco y conocida como la iglesia de Rubens, y el Museo Naval, situado en los últimos restos de las fortificaciones de la ciudad. Nos habría gustado visitar también la casa de Rubens pero nos dieron con la puerta en las narices. En cuanto a sitios para comer, en los alrededores de San Carlos Borromeo hay varios restaurantes con una clientela formada sobre todo por habitantes locales, lo cual, para mí, ofrece una ligera garantía. Nosotros comimos en uno de ellos; bastante bien, por cierto.
Brujas: Hay que reconocerlo: Brujas es una ciudad preciosa. Pero tiene un punto como de escenario de película que la hace un poco irreal. Además está abarrotada de turistas. De todas formas no se puede uno marchar de Bélgica sin haber visto Brujas. La lista de lugares a visitar es larguísima: el Markt, el Burg, el Ayuntamiento, con su salón neogótico, la iglesia de la Santa Sangre (los más curioso, el contraste entre sus dos naves, la superior y la inferior), el Beaterio, las casas de caridad “Meulenaere” y “De Vos”, la iglesia de la Ascensión… También está bien dar un paseo en barca por los canales, viendo la ciudad desde otra perspectiva. Nosotros no recomendaríamos subir al campanario de la ciudad: os van a cobrar 5 € nada más que por subir una “jartá” de escaleras. Un gimnasio os saldrá probablemente más barato y, en caso de que se os coloque enfrente alguna hembra (o macho, dependiendo de los gustos de cada cual) de buen ver, gozaréis de mejores vistas. Para comer os recomendamos “De Passage” y para tomar una cervecilla os podéis pasar por el café Vlissinghe, el bar más antiguo de la ciudad (desde 1515 castigando los hígados de los brujenses). En cuanto a la vida nocturna, tuvimos la suerte de que coincidió nuestra noche en la ciudad con el Benenwerk, una fiesta en la que tocaban grupos y orquestas en varias plazas por toda la ciudad. Nosotros comenzamos la noche en una especie de verbena bajo una carpa que habían montado en el Markt, donde Dorami y yo demostramos a los belgas como se baila un pasodoble cuando André Loppe y su Orquesta “Internacional” se arrancaron con el “Que viva España”. Terminamos con un concierto de un grupo francés un tanto peculiar llamado Caravan Palace, una de cuyas canciones os dejo aquí para vuestro uso y disfrute:
¡Oh, “sielos”! Esto ya parece el blog de Antares, con tanto viaje y esos grupos a los que no conocen ni en su casa a la hora de comer.
Gante: Entre las que visitamos, la ciudad que más nos gustó. Mientras que Brujas parece el decorado de una ciudad medieval, Gante tiene la atmósfera de una verdadera ciudad medieval: sus multitudes lanzadas a la calle los días de fiesta, los mercadillos cutres, las casas antiguas y modernas igualadas por una patina de suciedad, el adoquinado irregular… Lo único que faltaban eran las mujeres arrojando el contenido de los orinales por la ventana para que me hubiera sentido en el Gante de Carlos V. De todas formas no os vayáis a pensar que en Gante todo es cutre y guarrindongo: Korenlei y Graslei, el antiguo puerto, por ejemplo, está a la altura de cualquier cosa que podáis ver en Brujas. Otra de las visitas imprescindibles es la catedral de San Bavón, con su cripta y “La adoración del cordero místico” de los hermanos Van Eyck. El castillo de los condes de Flandes es también un sitio curioso. Además de que podéis ver un castillo restaurado según la visión decimonónica de la Edad Media, contiene dos museillos interesantes: uno de instrumentos de tortura y otro de armamento de la Edad Moderna. Este último tiene los cartelones de las vitrinas solo en flamenco, pero hay en una mesa unas hojas plastificadas con su traducción a varios idiomas, entre ellos al español. Lamentablemente para Dorami nosotros no las vimos hasta que terminamos la visita, así que, dado que la historia militar de comienzos de la modernidad es una de mis múltiples obsesiones, le puse la cabeza como un bombo con mis explicaciones (que, por cierto, eran más interesantes que las de las vitrinas, modestia aparte). Para completar vuestras visitas a lugares sacros podéis ir también a las iglesias de San Nicolás y San Miguel. Nosotros estuvimos el último día en el Museo del Diseño, pero, aparte de que puedes deponer en una taza de water de diseño, no tiene demasiado interés. Para comer os recomiendo una “quicheria”, “Patiron”, y que no vayáis a los restaurantes del Vrijdag Markt, donde todas las camareras son feas y todos los camareros desagradables. Para beber os recomiendo la cervecería Dulle Griet, en el Vrijdag Markt, una con decoración de “trolls” frente a la iglesia de San Jacobo y una, muy pequeñita, con cuatro o cinco mesas, en el Groenten Markt.
Esto es todo. Probablemente a estas alturas estéis hartos de Bélgica, los belgas y de mí en especial, así que no me extiendo más con la despedida.
3 comentarios:
A pesar de tu gran capacidad de síntesis, querido Jajaja, tu “pos” se ha alargado más de la cuenta. En cualquier caso, ha sido “instruztivo” para mí porque he aprendido que dédalo significa laberinto y que ese grupo francés suena muy bien (a diferencia de muchas de las recomendaciones de Antares). En cuanto al muñeco meón, me agrada ver que no soy el único que piensa que es una sandez pero, eso sí, cuando yo estuve allí, no eran japoneses los que rodeaban la estatuilla, éramos un montón de paletos españoles.
Muy completo el reportaje. Yo también estuve por alguno de esos parajes este mes de julio y no me acuerdo ni la décima parte. En cuanto a Bélgica coincido con lo que apuntas, aúnque a mi el Atomium sí me gustó y hecho de menos una descripción de las bombonerías de Bélgica y Brujas sobre las que habría mucho que decir.
Meteorismo,
Alégrome por dos motivos: por haberte ayudado a ampliar tu ya extenso vocabulario y porque te haya gustado mi elección, Caravan Palace, para poner música a este artículo. Estoy seguro de que te gustarán sus otras composiciones, porque, la verdad, sonaban todas parecidas.
Vicente,
¡Vaya! Parece que este verano le ha dado a todo el mundo por Bélgica. Ya eres el tercero que me dice que ha estado este verano allí. Sobre las bombonerías de Bruselas y Brujas no digo nada porque Dorami y yo somos poco chocolateros. Solo compramos unas cuantas cajas de bombones en el aeropuerto para regalar. Ana y Ramón nos podrían ilustrar sobre las fresas cubiertas de chocolate de Godiva, veremos si se animan a escribir.
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