domingo, 1 de julio de 2007

Pornografía en el Museo del Prado

“La Dánae que yo mandé a Vuestra Majestad se veía enteramente desde delante. Por esta razón, quise dar variedad en esta nueva poesía y mostrar la parte posterior del cuerpo. Esto hará que la cámara donde se colgará sea más agradable todavía”.


Las “poesías” en cuestión son los cuadros “Dánae” (que podéis admirar sobre este párrafo) y “Venus y Adonis”, del genial pintor veneciano Tiziano. Estas palabras, donde parece deducirse que son más importantes los encantos de las “churris” que en ellos aparecen que su innegable valor como obras de arte, eran enviadas por el propio pintor a su mecenas, Su Católica Majestad Felipe II. Y es que la existencia de gabinetes privados, donde los monarcas españoles podían disfrutar de obras que serían consideradas obscenas por la moral imperante en la época, fue una constante desde el siglo XVI hasta 1827, cuando se transfirieron al Museo del Prado (donde, por cierto, continuaron ocultas 11 años más, en una sala reservada a “personas de calidad social”).

Pero no solo fueron los reyes hispanos los aficionados a los cuadritos sicalípticos. Federico Gonzaga, duque de Mantua, por ejemplo, encargó a Correggio cuadros con un contenido sexual bastante explícito. Debajo de estas líneas, una muestra: "Júpiter e Ío".


Tampoco los reyes franceses escaparon a estas aficiones. Francisco I recibió como regalo de los Médicis el siguiente cuadro: “Venus y Cupido”, del pintor manierista Bronzino, ya que era bien conocido su amor al refinamiento y el erotismo.


Si queréis ver en persona algunos de estos cuadros, con los que las reales personas entretenían sus ratos de asueto (Felipe IV los tenía en el cuarto del Alcazar donde dormía la siesta), podéis acudir al Museo del Prado, donde incluso podréis contemplar otras obras maestras no relacionadas con el sexo.

Por último, no quería dejar pasar la ocasión de recomendaros el libro que me dio la idea para este artículo: “Como leer la pintura. Entender y disfrutar los grandes maestros, de Duccio a Goya”, de Patrick de Rynck, editado por Electa. A mí me sirvió para preparar la asignatura de Historia del Arte Moderno de la carrera de Historia de la UNED porque contiene un gran número de ilustraciones, de buena calidad, y aporta muchos datos útiles que se pueden utilizar en los comentarios de láminas de los exámenes. Pero también es un buen libro para cualquier aficionado al Arte, no importa cuales sean sus conocimientos, gracias al lenguaje sencillo con que está escrito.

3 comentarios:

Meteorismo galáctico dijo...

Cuanto más viejo soy más cuenta me voy dando de la cantidad de cosas falsas que damos por ciertas y la inmensidad de contradicciones flagrantes de las que no nos percatamos. Una de esas contradicciones es la referida a los desnudos humanos. Desde pequeño nadie censuró mis libros de texto (siempre me ha parecido absurda esta denominación de los libros docentes) por aparecer en ellos reproducciones de cuadros de Rubens con sus Tres Gracias en cueros, o la Maja desnuda de Goya, o la Venus del Espejo de Velázquez , pero jamás me dejaron ver una película de Pajares y Esteso, de esas en las que el destape comenzaba a hacer sus pinitos (de las de Susana Estrada mejor no hablar). Antes ni siquiera me preguntaba por qué un desnudo pintado era moralmente aceptado y uno fotografiado era considerado algo reprobable, o por qué una nativa africana podía salir mostrando su pecho en el telediario y si salía una imagen de Victoria Vera, aparecía con un borrón en la zona pectoral. El caso es que, pasado el tiempo me di cuenta de que una foto de Mari Cielo Pajares en la revista Interviú es mucho más bella que cualquiera de las orondas Gracias de Rubens. No sé si aquel pintor Belga pagaba a sus modelos o si ellas se sentían pagadas sólo con ver su imagen plasmada en un lienzo pero, sea cual sea la motivación de quien posa en pelotas (artística o monetaria), el resultado (el cuadro o la fotografía), tiene el mismo valor artístico ¿o no?

Anónimo dijo...

Apuntaré el libro, estimado Jajaja.Por cierto, estoy empezando a leer "Kafka en la orilla", recomendado por Dorami en un post anterior y me está gustando bastante, sí señor..

Jajaja dijo...

Aun a riesgo de caer en el tópico voy a decir eso de que el órgano sexual más importante es el cerebro. El contenido sexual de las imágenes está, en mi opinión, más bien en la mente del que mira. Así, mientras que las mentes bienpensantes opinaban que las obras de arte del pasado son puras y etéreas (por mucho que la opinión de sus pintores y de los que las encargaron no coincidiera con ellos) y que las negras en cueros no iban “escitar” a la “escitable” juventud (opinión bastante discutible), censuraban los otrora turgentes pechos de Victoria Vera por sus perniciosos efectos sobre la moral, cuando al fin y al cabo eran iguales que los de las “nativas africanas” (menuda concesión a lo políticamente correcto; Meteorismo, ahí me has decepcionado) solo que más blanquitos. No quiero meterme en el intrincado jardín de la moral sexual, pero personalmente considero que lo de andar tapando tetas es una sandez. El cuerpo humano, de por sí, ni es inmoral, ni pecaminoso, ni nada de eso.

Otra cosa son las “películas” (por llamarles algo) de Pajares y Esteso, engendros que dan una visión tan grotesca de la sexualidad que, la verdad, no me parece mal que estén fuera del alcance de los niños (esto no sé si es una opinión “progre” o “facha”, pero me da igual).

En cuanto a lo de las Tres Gracias (apunte “cultureta”), no creo que Rubens les pagase nada, al menos a las de los extremos, ya que se dice que eran sus dos mujeres, Isabel Brandt y Elena Fourment. He de confesar que a mí también me gusta más Elsa Pataki (desde un punto de vista de admirador de la belleza femenina) que las antes mencionadas, pero eso no quita que las Tres Gracias sea una obra maestra y las fotos en Interviú de la Pataki un tanto chapuceras.