Ya que, debido a la profesión de Dorami, nos vemos limitados normalmente a tomarnos nuestros días de asueto en temporada alta, estamos siempre dispuestos a aprovechar para viajar esos días en que no hay tanta gente de vacaciones. Así que, gracias a que esta semana, debido a la Semana Blanca, Dorami no tenía clases ni lunes ni martes, nos hemos ido cuatro días a Lanzarote.
Nos alojamos en Puerto del Carmen, en el Hotel Beatriz. Elegimos ese hotel porque, de los que vimos, era el único que nos ofrecía media pensión en lugar del caribeño todo incluido. Dado que teníamos ganas de visitar la isla, nos parecía una tontería pagar por unas comidas que no íbamos a aprovechar, ya que no pensábamos pasar demasiado tiempo en el hotel. Olvidándonos de esto, la elección no fue demasiado afortunada, porque el Beatriz se encuentra bastante lejos, como a 4 ó 5 km del centro de Puerto del Carmen, donde está la marcha, y demasiado cerca del aeropuerto de la isla, así que los que tengan el sueño ligero pueden verse en dificultades para conciliarlo. Por otro lado, aunque la habitación es estupenda y las camas comodísimas, el baño no estaba a la altura de lo que podría esperarse de un hotel de cuatro estrellas.
Para recorrer la isla alquilamos un coche. Nos salió bastante bien de precio, 50 € por un Opel Astra durante dos días. La gasolina también es muy barata, nosotros nos recorrimos la isla de norte a sur y gastamos aproximadamente 10 € de gasolina.
El primer día, el domingo, estuvimos visitando Teguise, la antigua capital de la isla, y su típico mercadillo semanal de artesanía. Aunque no seáis aficionados a los mercadillos, Teguise merece la pena: es un pueblo precioso, con las típicas casas blancas lanzaroteñas con las puertas y las ventanas pintadas de color verde. De allí marchamos al Parque Nacional de Timanfaya, un lugar de los que dice Dorami que “hay que visitar”. El actual paisaje de Timanfaya fue configurado por las erupciones volcánicas que se produjeron durante los siglos XVIII y XIX. El suelo está cubierto de negras rocas volcánicas que le dan a este lugar un aspecto casi extraterrestre. Para visitarlo hay que dejar el coche y utilizar un autobús que recorre una ruta entre los cráteres, los valles y los desfiladeros formados por el magma solidificado. Cuando salimos de Timanfaya era ya la hora de comer, así que fuimos hacia Yaiza buscando un restaurante. A la entrada encontramos uno muy bonito, la Bodega de Basilio. Comimos allí, muy bien, por cierto, en el patio, bajo un árbol centenario y disfrutando de las vistas sobre el pueblo. Por la tarde estuvimos en los Hervideros, una zona donde las coladas de lava llegaron hasta el mar y éste rompe contra los negros acantilados formando grandes explosiones de espuma que se asemejan al agua hirviendo. El retorno hacia el hotel, ya a última hora, lo hicimos a través de La Gería, la zona vinícola de la isla, donde se suceden curiosos viñedos: plantados en el fondo de embudos cavados en la arena volcánica y parapetados por muros semicirculares de piedra negra.
Al día siguiente nos dedicamos a visitar el norte de la isla. Paramos en la Fundación César Manrique, cerca de Tahiche, situada en la antigua casa del artista, una figura clave para entender el aspecto actual de Lanzarote. Es un sitio curioso, formado por una construcción basada en la arquitectura típica lanzaroteña, edificada sobre una zona de lava donde han sido excavadas y puestas en comunicación varias burbujas volcánicas que fueron habilitadas como habitaciones. Alberga una colección de pintura contemporánea, con obras de gente como Picasso, Miró y Zóbel, y diversas obras de Manrique, sobre todo pintura y bocetos para edificios, esculturas y murales. En mi opinión César Manrique era un arquitecto y paisajista genial, un escultor y muralista curioso y un pintor mediocre (tirando a malo). El lugar merece verse pero la entrada, 8 euros (la tarifa prácticamente universal para las visitas en la isla), me parece excesivamente cara.
Tras la Fundación Cesar Manrique fuimos a los Jameos del Agua y a la Cueva de los Verdes, situadas en el malpaís que rodea el volcán de la Corona. Los dos lugares forman parte de una misma estructura: un túnel volcánico que llega hasta el mar formado tras una erupción del Corona. Los Jameos del Agua es una especie de jardín creado en unos jameos, burbujas volcánicas cuyo techo se ha hundido. También se puede visitar los martes, viernes y sábados por la noche y cenar allí. La Cueva de los Verdes es una cueva volcánica y, por tanto, de origen muy diferente a las que estamos acostumbrados en la Península y Baleares, que son kársticas. A pesar de ello resultan asombrosas sus similitudes, como los estafilitos o estalactitas de lava. Son también increíbles las propiedades acústicas de la roca volcánica, si vais, estad atentos a la demostración que hace el guía al final. Como ya teníamos hambre después de tanta visita, fuimos a comer a Arrieta, un pueblo de pescadores cercano. Tras la comida nos encaminamos al Mirador del Río, desde el que se ve una panorámica sobre el océano y la isla de la Graciosa. Lástima que hubiese calima y la vista no fuese demasiado amplia. También nos pareció un poco cara la entrada, 4,5 € por un lugar que no deja de ser un mirador, por mucho que fuera diseñado por César Manrique. Desde allí volvimos hacia Puerto del Carmen por Haría, un pueblo situado en el llamado Valle de las Mil Palmeras.
No creáis que solo nos dedicamos a las actividades culturales. Salir por la noche también ocupó un lugar en nuestra agenda. Aunque tampoco es que hubiese demasiada marcha. Es posible que toda la población local estuviese en los carnavales de Arrecife, la capital, que estaban muy concurridos. En Puerto del Carmen la mayor parte de la gente eran guiris. Estuvimos en algunos sitios en los que éramos los únicos españoles del local. Incluso en un bar llamado First & Last Irish Music Pub, en Matagorda, un sitio donde nos metimos porque tenían música en directo, tuve que recurrir al inglés para entenderme con la camarera.
En fin, un lugar muy recomendable donde podéis pasar unos días muy agradables combinando playa y diversas visitas, con una estupenda gastronomía y clima casi tropical.
Para recorrer la isla alquilamos un coche. Nos salió bastante bien de precio, 50 € por un Opel Astra durante dos días. La gasolina también es muy barata, nosotros nos recorrimos la isla de norte a sur y gastamos aproximadamente 10 € de gasolina.
En fin, un lugar muy recomendable donde podéis pasar unos días muy agradables combinando playa y diversas visitas, con una estupenda gastronomía y clima casi tropical.