
Con tantas cosas por contar necesitaremos un poco de organización, así que sigamos el sabio consejo de Jack el Destripador y “vayamos por partes”. Empecemos por la Semana Santa, en la que estuvimos visitando a la familia de Dorami, en Asturias. Antes de dejarnos caer por el Principado hicimos una escapadilla a la comunidad vecina, Galicia, concretamente a la ciudad de Lugo. Para un estudiante de Historia, como yo, una visita a esta ciudad es altamente recomendable. Lucus Augusti (“altar de Augusto”) fue fundada al terminar las guerras cántabras como capital de un convento jurídico (una división administrativa romana). Los romanos dejaron en ella numerosos rastros. El más evidente de ellos la muralla que circunda el centro histórico. Dicha muralla, que es Patrimonio de la Humanidad, se ha convertido en nuestros días en uno de los paseos favoritos de los lucenses, junto con el de la orilla del Miño. Otro de los vestigios del Lugo romano podéis verlos en Batitales (la Casa de los Mosaicos) donde una diminuta puerta en la calle Doctor Castro (muy cerca de la Plaza Mayor y la oficina de turismo) da paso a la excavación de una domus romana de considerables dimensiones. Solo se puede ver una pequeña parte: el oecus, un comedor de invierno y parte del patio, ya que la mayor parte de la vivienda se encuentra bajo las casas adyacentes, pero solo con lo que puede verse la visita se hace imprescindible. También hay mosaicos romanos en el Museo Provincial, junto con una variada colección de Arte, tanto antiguo como contemporáneo, y una sala de exposiciones en Porta Miña que funciona como centro de interpretación (¿de dónde habrá salido semejante expresión?) del Lugo romano. Para terminar con los vestigios romanos nos acercamos al balneario, en cuyo sótano aparecen restos de las antiguas termas. Además, así aprovechamos para pasear un rato por la orilla del río. Aparte de los restos romanos podéis visitar la catedral, que es como la ciudad: pequeñita pero coquetona.
