El año pasado Dorami y yo estuvimos en los cursos de verano de la UNED, en Plasencia. Ella hizo un curso sobre psicología y cine y yo otro sobre el ejército español en la Edad Moderna. La experiencia fue muy positiva: además de escuchar de primera mano a especialistas sobre estos temas, visitamos una ciudad preciosa en la que nunca habíamos estado y conocimos a un grupo de gente muy majo con los que lo pasamos estupendamente. Así que este año hemos decidido repetir, aunque esta vez nos trasladaremos a Ávila. Dorami se ha apuntado a un curso llamado “Ética española actual” y yo a "Imágenes de la Edad Media".
El miércoles, cuando me confirmaron desde la secretaría de los cursos que nuestra matrícula estaba admitida, aproveché para ir a hablar con mi señorito sobre las vacaciones. Cuando le comenté lo de los cursos, me dijo: “Vaya cursos más raros hacéis”. ¿¿¿??? Para cursos raros los que se imparten en la Junta: “Pensamiento eficaz”, “Fundamentos de gestión de servicios con ITIL”, “Procedimiento administrativo”… ¿Quién en su sano juicio se apuntaría a un curso de esos si no fuese por los puntos?
Ese mismo día coincidió que Dorami tenía que recoger los resultados de unos análisis de sangre. Como el laboratorio está al lado de donde suelo ir a desayunar, me ofrecí, naturalmente, para ir a recogérselos. Pero luego empecé a darle vueltas a la cabeza y me dio por pensar que no me los iban a entregar. Al fin y al cabo no podía acreditar de ninguna forma mi relación con ella, ni siquiera llevaba una autorización firmada. Y lo que me tenían que dar era un análisis, datos de carácter personal, vamos; de salud, que según la Ley de Protección de Datos son los más protegidos de todos.
Pues bien, yo llegué al laboratorio, que está situado en un piso, pasé sin llamar (según rezaba un cartel colgado en la puerta) y empecé a deambular por allí porque no había ni información ni recepción ni nada que se le pareciera. Pasé por unas cuantas habitaciones donde gente con batas blancas se afanaba junto a cachivaches de extravagante aspecto hasta que, al cabo de un rato, una chica me saludó y me preguntó que quería. Le pedí los análisis, ella me preguntó los apellidos y yo se los di (los de Dorami, claro). Se puso a rebuscar en dos cartapacios que tenían en una de las habitaciones del principio y ¡voila! “¿Dorami?”, preguntó ella, para confirmar el nombre. “Sí” (que mira que tengo yo pinta de Dorami, no sé si se pensaría que soy la mujer barbuda). Total, que salí de allí con los análisis bajo el brazo y el convencimiento de que la incomprensión de mis auditados cuando les hablo de protección de datos es de lo más normal, porque la mayor parte del Mundo mundial se pasa la Ley Orgánica de Protección de Datos por el forro.
Pero bueno, a lo que íbamos, lo de los cursos. El caso es que en mis paseos por el laboratorio di con el diploma de un curso cuyo tema no tuve más remedio que compartir con mi señorito y mis compañeros. Se trataba de unas “Jornadas científicas de fin de semana” y el tema de las mismas era, ni más ni menos, que la “Coprología”. Ignoro casi todo lo relativo a esa materia pero puedo afirmar sin dudar un momento que es un curso mucho más raro que mis cursos de la UNED, más incluso que los de la Junta. Ese sí que es, para que vamos a engañarnos, un auténtico curso de mierda.

Ese mismo día coincidió que Dorami tenía que recoger los resultados de unos análisis de sangre. Como el laboratorio está al lado de donde suelo ir a desayunar, me ofrecí, naturalmente, para ir a recogérselos. Pero luego empecé a darle vueltas a la cabeza y me dio por pensar que no me los iban a entregar. Al fin y al cabo no podía acreditar de ninguna forma mi relación con ella, ni siquiera llevaba una autorización firmada. Y lo que me tenían que dar era un análisis, datos de carácter personal, vamos; de salud, que según la Ley de Protección de Datos son los más protegidos de todos.

Pero bueno, a lo que íbamos, lo de los cursos. El caso es que en mis paseos por el laboratorio di con el diploma de un curso cuyo tema no tuve más remedio que compartir con mi señorito y mis compañeros. Se trataba de unas “Jornadas científicas de fin de semana” y el tema de las mismas era, ni más ni menos, que la “Coprología”. Ignoro casi todo lo relativo a esa materia pero puedo afirmar sin dudar un momento que es un curso mucho más raro que mis cursos de la UNED, más incluso que los de la Junta. Ese sí que es, para que vamos a engañarnos, un auténtico curso de mierda.