La Comarca Vaqueira ocupa buena parte del Occidente asturiano. Está formada por los concejos de Cudillero, Valdés, Salas, Tineo y Allande, extendiéndose desde el mar hasta la Cordillera Cantábrica. Su nombre viene de los vaqueiros de alzada, grupo social que surge a partir del siglo XV en las montañas centrooccidentales de Asturias. Tradicionalmente se dedicaban a la cría de ganado vacuno y la arriería, practicando la trashumancia biestacional, “alzando” sus ganados, enseres y familias entre las brañas del interior y las brañas de la costa. Su aislamiento geográfico, su diferente modo de vida y la exención del pago de diezmos generaron constantes enfrentamientos con la Iglesia y el resto de los vecinos. Su supuesto origen étnico diferente generó todo un abanico de hipótesis que los sitúa como descendientes de moriscos, como infieles a don Pelayo o, incluso, como vikingos derrotados por Ramiro I en La Coruña.
No sé si veréis la serie Doctor Mateo. Yo no, pero, por lo que sé de series españolas, estoy seguro que se basa en una situación de tensión “sesual” no resuelta entre el protagonista (una suerte de doctor “Jaus” hispánico) y una hembra de buen ver pero un tanto borde, todo ello rodeado de una serie de tipos excéntricos que generan situaciones rocambolescas, surrealistas y presuntamente graciosas. La serie en cuestión está rodada en Lastres, en el Concejo de Colunga, en el Oriente asturiano. Pues hay que decir que en eso del surrealismo el Oriente no tiene nada que hacer. No sé si será la influencia de los vaqueiros, esa raza misteriosa, pero el caso es que cuando aparecemos por aquellas tierras para visitar a la familia de Dorami, nos pasan cosas de lo más chocante.
Llegamos el lunes de Semana Santa. La madre de Dorami parece creer que no existe la comida fuera de la Comarca Vaqueira; es posible que admita que también la hay en el vecino concejo de Cangas del Narcea pero, desde luego, no más allá, así que cuando vamos nos ceba como si no fuésemos a comer hasta la próxima vez que volvamos a Asturias. No es que me queje, la mujer cocina estupendamente, pero a veces la cantidad y variedad de comida resulta un poco excesiva. Tras la pantagruélica cena, Dorami y yo fuimos un rato al Jaybor, el pub local, a tomar un digestivo. Sus padres suelen bajar después de cenar al café a echar una partida de cartas; ese día terminaron anormalmente pronto y se marcharon a casa. Cuando subieron supusieron que nosotros estábamos cansados del viaje y nos habíamos ido a dormir, así que cuando llegamos nos encontramos con la puerta del portal cerrada y sin llaves. Como allí no se estila eso de los porteros automáticos probamos con el teléfono móvil. El móvil es un buen invento pero su mayor ventaja es al mismo tiempo su mayor inconveniente: lo puedes llevar a cualquier sitio y dejártelo, por ejemplo, en la otra punta de la casa. Habréis adivinado, por mis palabras anteriores, que no nos oyeron llamar. Entonces recurrimos a otro procedimiento más pedrestre pero más eficaz: pegar voces. Desafortunadamente Dorami no es capaz de emitir sonidos más elevados que los de una conversación tranquila pero yo, aun a riesgo de pecar de inmodesto, tengo una voz excelente. Bueno, no excelente en el sentido de cantar ópera, sino, más bien, en el de arrear cabras, pero bueno, para lo que nos interesaba, es de lo más apropiada. Así que allí estaba yo, en medio de la calle oscura, llamando a berridos a los padres de Dorami. Como no aparecían, arrecié mis gritos. Ella empezó a decir que íbamos a despertar a todo el vecindario y se escondió avergonzada detrás de unos coches. En esas estábamos cuando de pronto oímos: “Ustedes creen que estas son horas de ponerse a dar esos gritos por la calle”. La Guardia Civil. Por poco no acabamos en el cuartelillo. Finalmente logramos hacerles entender la situación y hasta nos ayudaron a buscar alguna piedrecilla que arrojar a la ventana del dormitorio. Tras mucho buscar, uno de los guardias civiles apareció con un taco de madera. Dorami lo lanzó y lo coló en el balcón de la habitación de sus padres. Ya pensábamos que tendríamos que buscar otro trozo de madera cuando apareció la madre de Dorami en bata preguntando: “¿Qué hacéis ahí?”
El Viernes Santo fuimos a comer a casa de los primos de Dorami. Por la tarde pensábamos pasarnos por Tineo, a ver al Moirazo tocar con los Eólicos. Por la noche había también verbena, amenizada por Héctor y Juanón, dos individuos que puede que a vosotros no os digan nada, pero de los que la madre de Dorami es muy fan. Después de comer empezó a granizar, así que llamamos al Moirazo que nos dijo que por allí estaban también cayendo chuzos de punta, por lo que no iban a poder tocar. Sin embargo los padres de Dorami y sus primos no perdonaban lo de la verbena, así que después de cenar nos plantamos en Tineo. Imaginad la escena: La plaza del Ayuntamiento, delante de este un pequeño escenario donde el gordo canta acompañado por el flaco al acordeón y los teclados. Al otro lado de la plaza quince o veinte personas (entre ellas nosotros) arrimados a un edificio que tenía una galería que sobresalía de la fachada. Entre ambos, una cortina de agua que parecía preludio del Diluvio Universal y dos parejas bailando bajo sendos paraguas.
Al día siguiente por la mañana fuimos a dar un paseo antes de comer. Para reponer fuerzas y por aquello de fomentar el consumo para combatir la crisis nos metimos en el chigre de Pepe para tomarnos un vinín (no es necesario que nos dé las gracias, señor presidente). Al salir Dorami da un salto hacia atrás, gritando: “¡Un bicho! ¡Un bicho!” Yo me adelanté pensando que había visto una cucaracha, una araña… Pues no. Encaramada en el banco que hay frente a la puerta del bar, un águila de considerable tamaño me miraba ceñuda. Luego vimos que estaba atada con una cadena. Al parecer su dueño había salido de paseo con su águila y, como se le había antojado un vino, se metió en el chigre dejando el águila en el banco como quien va a comprar el pan con el perro y lo ata a una farola en la puerta de la panadería.
Si esto no es surrealismo, que venga el doctor Mateo y lo vea.
No sé si veréis la serie Doctor Mateo. Yo no, pero, por lo que sé de series españolas, estoy seguro que se basa en una situación de tensión “sesual” no resuelta entre el protagonista (una suerte de doctor “Jaus” hispánico) y una hembra de buen ver pero un tanto borde, todo ello rodeado de una serie de tipos excéntricos que generan situaciones rocambolescas, surrealistas y presuntamente graciosas. La serie en cuestión está rodada en Lastres, en el Concejo de Colunga, en el Oriente asturiano. Pues hay que decir que en eso del surrealismo el Oriente no tiene nada que hacer. No sé si será la influencia de los vaqueiros, esa raza misteriosa, pero el caso es que cuando aparecemos por aquellas tierras para visitar a la familia de Dorami, nos pasan cosas de lo más chocante.
Llegamos el lunes de Semana Santa. La madre de Dorami parece creer que no existe la comida fuera de la Comarca Vaqueira; es posible que admita que también la hay en el vecino concejo de Cangas del Narcea pero, desde luego, no más allá, así que cuando vamos nos ceba como si no fuésemos a comer hasta la próxima vez que volvamos a Asturias. No es que me queje, la mujer cocina estupendamente, pero a veces la cantidad y variedad de comida resulta un poco excesiva. Tras la pantagruélica cena, Dorami y yo fuimos un rato al Jaybor, el pub local, a tomar un digestivo. Sus padres suelen bajar después de cenar al café a echar una partida de cartas; ese día terminaron anormalmente pronto y se marcharon a casa. Cuando subieron supusieron que nosotros estábamos cansados del viaje y nos habíamos ido a dormir, así que cuando llegamos nos encontramos con la puerta del portal cerrada y sin llaves. Como allí no se estila eso de los porteros automáticos probamos con el teléfono móvil. El móvil es un buen invento pero su mayor ventaja es al mismo tiempo su mayor inconveniente: lo puedes llevar a cualquier sitio y dejártelo, por ejemplo, en la otra punta de la casa. Habréis adivinado, por mis palabras anteriores, que no nos oyeron llamar. Entonces recurrimos a otro procedimiento más pedrestre pero más eficaz: pegar voces. Desafortunadamente Dorami no es capaz de emitir sonidos más elevados que los de una conversación tranquila pero yo, aun a riesgo de pecar de inmodesto, tengo una voz excelente. Bueno, no excelente en el sentido de cantar ópera, sino, más bien, en el de arrear cabras, pero bueno, para lo que nos interesaba, es de lo más apropiada. Así que allí estaba yo, en medio de la calle oscura, llamando a berridos a los padres de Dorami. Como no aparecían, arrecié mis gritos. Ella empezó a decir que íbamos a despertar a todo el vecindario y se escondió avergonzada detrás de unos coches. En esas estábamos cuando de pronto oímos: “Ustedes creen que estas son horas de ponerse a dar esos gritos por la calle”. La Guardia Civil. Por poco no acabamos en el cuartelillo. Finalmente logramos hacerles entender la situación y hasta nos ayudaron a buscar alguna piedrecilla que arrojar a la ventana del dormitorio. Tras mucho buscar, uno de los guardias civiles apareció con un taco de madera. Dorami lo lanzó y lo coló en el balcón de la habitación de sus padres. Ya pensábamos que tendríamos que buscar otro trozo de madera cuando apareció la madre de Dorami en bata preguntando: “¿Qué hacéis ahí?”
El Viernes Santo fuimos a comer a casa de los primos de Dorami. Por la tarde pensábamos pasarnos por Tineo, a ver al Moirazo tocar con los Eólicos. Por la noche había también verbena, amenizada por Héctor y Juanón, dos individuos que puede que a vosotros no os digan nada, pero de los que la madre de Dorami es muy fan. Después de comer empezó a granizar, así que llamamos al Moirazo que nos dijo que por allí estaban también cayendo chuzos de punta, por lo que no iban a poder tocar. Sin embargo los padres de Dorami y sus primos no perdonaban lo de la verbena, así que después de cenar nos plantamos en Tineo. Imaginad la escena: La plaza del Ayuntamiento, delante de este un pequeño escenario donde el gordo canta acompañado por el flaco al acordeón y los teclados. Al otro lado de la plaza quince o veinte personas (entre ellas nosotros) arrimados a un edificio que tenía una galería que sobresalía de la fachada. Entre ambos, una cortina de agua que parecía preludio del Diluvio Universal y dos parejas bailando bajo sendos paraguas.
Al día siguiente por la mañana fuimos a dar un paseo antes de comer. Para reponer fuerzas y por aquello de fomentar el consumo para combatir la crisis nos metimos en el chigre de Pepe para tomarnos un vinín (no es necesario que nos dé las gracias, señor presidente). Al salir Dorami da un salto hacia atrás, gritando: “¡Un bicho! ¡Un bicho!” Yo me adelanté pensando que había visto una cucaracha, una araña… Pues no. Encaramada en el banco que hay frente a la puerta del bar, un águila de considerable tamaño me miraba ceñuda. Luego vimos que estaba atada con una cadena. Al parecer su dueño había salido de paseo con su águila y, como se le había antojado un vino, se metió en el chigre dejando el águila en el banco como quien va a comprar el pan con el perro y lo ata a una farola en la puerta de la panadería.
Si esto no es surrealismo, que venga el doctor Mateo y lo vea.
8 comentarios:
Bueno, bueno, bueno, vuestras crónicas son realmente bizarras, podíais haber grabado en vídeo ese momento "menetérica" de tricornios, voces y piedras..
Pues yo tengo otra "nécdota" procedente de tierras astures bastante curiosa..
La madre de Lady H es médico y una colega suya le contó la siguiente-bizarrísima-situación: Le llegó un "guaje"(como llaman los astures a los peques) de 3 años(al loro) a la consulta y no se le ocurre otra cosa al médico que la acompañaba que quitarle el chupete al chavalín..Pues estas dicen que fueron las palabras del "guajín"(agarraos..): "Quita ese chupo donde taba, cagoendios o te pego tres osties.."..¡total!..Por lo visto, al chavalín se lo llevaba el "güelo" al "chigre"(lugar donde se bebe sidra) y allí aprendía estas viriles expresiones..
Pues dan ganas de visitar esta zona. No veo el Doctor Mateo, a ver si me fijo un día. Un abrazo.
¡Qué aventuras tan apasionantes! Deberíais enviar un correo a Antena-3 para sugerirles vuestra historia como guión para uno de los capítulos de “Doctor Maeto”, seguro que sería un bombazo y, además, conseguirían que yo viese ese capítulo.
Saluda a los padres de Dorami de mi parte, me acabo de convertir en fan suyo.
Pero bueno!!, es que os pasa de todo!, no vayáis nuca a la India o país similar por si acaso.
Muy fuerte lo de los padres dormidos...jajajajajaja
Antares,
Sí, hombre, con lo bestia que se pone la gente en cuanto le apuntas con una cámara ¿Tú no has visto el Tomate? Yo creo que si hubiésemos intentado filmarlo habríamos terminado a porrazos.
Fernando,
Pues harías bien en visitarla. Junto con una de las zonas más turísticas de costa de Asturias (Cudillero y Luarca) tienes una de las zonas de interior más desconocidas del Principado.
Meteorismo,
No me convence lo de mandar nuestra historia a Antena 3. Ya puestos a llevarla a la pantalla, me encargaría yo de trasladarla a dibujitos.
Transmitiremos tu saludo y a los padres de Dorami. Por cierto: ¿cuál es la causa de tu admiración?
Peritoni,
Pues lo más fuerte es que no estaban dormidos, sino viendo la tele en la habitación. Pero cuando me oyeron pensaron que eran unos gamberros que suelen ponerse en las fiestas del pueblo a llamarlos cuando de madrugada vuelven de juerga.
Pues tomo de la recomendación turística. Un abrazo.
Estimado Jajaja:
La verdad es que, ahora que lo pienso, no sé qué me ha hecho admirar a los padres de Dorami, pero como aparecen en la narración de vuestras peripecias asturianas, me han caído simpáticos. Me cae simpático casi todo el mundo (incluso Antares y ZP).
Sí, el principado es bellamente surrealista, a mí me ha entusiasmado lo del águila, es delirante....Lo cuentas muy bien, te felicito, y no me digas que no es una delicia ser asturiano consorte, como antares...cuánto hecho de menos mis verdes praderas, con el calorazo del foro, menos mal que en agosto nos acercaremos, besines
lady h
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